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Diablo De Los Numeros


Enviado por   •  29 de Enero de 2012  •  1.810 Palabras (8 Páginas)  •  888 Visitas

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hahahahahahaDe repente, se había acabado. Robert esperó en vano a su visitante del reino de los números. Por la noche se iba a la cama como siempre, y la mayoría de las veces soñaba, pero no con calculadoras grandes como sofás y cifras saltarinas, sino con profundos agujeros negros en los que tropezaba o con un desván lleno de baúles viejos de los que salían gigantescas hormigas. La puerta estaba cerrada, no podía salir, y las hormigas le trepaban por las piernas. En otra ocasión quería cruzar un río de caudalosas aguas, pero no había puente, y tenía que saltar de una piedra a otra. Cuando ya esperaba alcanzar la otra orilla, se encontraba de pronto en una piedra en medio del agua y no podía avanzar ni retroceder. Pesadillas, nada más que pesadillas, y ni por asomo un diablo de los números.

Normalmente siempre puedo escoger en qué quiero pensar, cavilaba Robert. Sólo en sueños tiene uno que soportarlo todo. ¿Por qué?

-¿Sabes? -le dijo una noche a su madre-, he tomado una decisión. De hoy en adelante no voy a soñar más.

-Eso está muy bien, hijo mío -respondió ella-. Siempre que duermes mal, al día siguiente no atiendes en clase, y luego traes a casa malas notas.

Desde luego, no era eso lo que a Robert le molestaba de los sueños. Pero se limitó a decir buenas noches, porque sabía que uno no puede explicárselo todo a su madre.

Pero apenas se había dormido cuando la cosa volvió a empezar. Caminaba por un extenso desierto, en el que no había ni sombra ni agua. No llevaba más que un bañador, caminó y caminó, tenía sed, sudaba, ya tenía ampollas en los pies... cuando al fin, a lo lejos, vio unos cuantos árboles.

Tiene que ser un espejismo, pensó, o un oasis.

Siguió trastabillando hasta alcanzar la primera palmera. Entonces oyó una voz que le resultó familiar.

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Siguió trastabillando hasta alcanzar la primera palmera. Entonces oyó una voz: « ¡Hola, Robert!». En mitad de la palmera estaba el diablo de los números, abanicándose con las hojas.

-¡Hola, Robert!

Alzó la vista. ¡Sí! En mitad de la palmera estaba sentado el diablo de los números, abanicándose con las hojas.

-Tengo una sed espantosa -exclamó Robert.

-Sube -dijo el anciano.

Con sus últimas fuerzas, Robert trepó hasta don-de estaba su amigo. Éste sostenía en la mano un coco: sacó su navaja e hizo un agujero en la corteza.

El zumo del coco tenía un sabor maravilloso.

-Hacía mucho que no te veía -dijo Robert-. ¿Dónde te has metido en todo este tiempo?

-Ya lo ves, estoy de vacaciones.

-¿Y qué vamos a hacer hoy?

-Estarás agotado después de tu caminata por el desierto.

-No es para tanto -dijo Robert-. Ya me encuentro mejor. ¿Qué pasa? ¿Es que ya no se te ocurre nada?

-A mí siempre se me ocurre algo -respondió el anciano.

-Números, nada más que números.

-¿Y qué si no? No hay nada que sea más emocionante. ¡Mira! Cógelo.

Puso el coco vacío en la mano de Robert.

-¡Tíralo!

-¿Dónde?

-Simplemente abajo.

Robert tiró el coco a la arena. Desde arriba, se veía pequeño como un puntito.

-Otro más. Y luego otro. Y otro -ordenó el diablo de los números.

-¿Y qué hacemos con ellos?

-Ahora lo verás.

Robert cogió tres cocos frescos y los tiró al suelo. Esto fue lo que vio en la arena:

-¡Sigue! -exclamó el anciano. Robert tiró y tiró y tiró.

-¿Qué ves ahora?

-Triángulos -dijo Robert.

-¿Quieres que te ayude? -preguntó el diablo de los números.

Cogieron y arrojaron, cogieron y arrojaron, hasta que abajo no se veían más que triángulos, así:

-Es curioso que los cocos caigan tan ordenados -se asombró Robert-. Yo no apunté, y aunque lo hubiera hecho no soy capaz de acertar así.

-Sí -dijo el anciano sonriendo-, con tanta precisión sólo se apunta en los sueños... y en las Matemáticas. En la vida normal nada cuadra, pero en las Matemáticas cuadra todo. Por lo demás, también hubiéramos podido hacerlo sin cocos. Hubiéramos podido tirar pelotas de tenis, botones o trufas de chocolate. Pero ahora, cuenta cuántos cocos tienen los triángulos de ahí abajo.

-En realidad, el primer triángulo no es un triángulo. Es un punto.

-O un triángulo -dijo el diablo de los números- que se ha encogido hasta ser tan diminuto que sólo se ve un punto. ¿Entonces?

-Entonces hemos vuelto al uno -dijo Robert-. El segundo triángulo tiene tres cocos, el tercero seis, el cuarto diez, y el quinto... no sé, tendría que contarlos.

-No te hace falta. Puedes adivinarlo por ti mismo.

-No puedo -dijo Robert.

-Sí puedes -afirmó el diablo de los números-. El primer triángulo, que no es un verdadero triángulo, tiene un coco. El segundo tiene dos cocos más, los dos de abajo, así que:

...

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