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El Misterio Del Mas Alla


Enviado por   •  5 de Mayo de 2013  •  404 Palabras (2 Páginas)  •  509 Visitas

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RESUMEN DEL MISTERIO DEL MAS ALLA

PRIMERA CONFERENCIA - EXISTENCIA DEL MÁS ALLÁ

El problema más grande, el más trascendental de nuestra existencia, es el de nuestros destinos eternos.

Precisamente porque el mundo de hoy no se preocupa de sus destinos eternos, sino solo de problemas terreno materialista, que, si Dios no lo remedia, acabarán en un desastre apocalíptico bajo el siniestro resplandor y el estruendo horrísono de las bombas atómicas.

Desde la más remota antigüedad se enfrentan y luchan en el mundo dos fuerzas antagónicas, dos concepciones de la vida completamente distintas e irreductibles: la concepción materialista, irreligiosa y atea, que no se preocupa sino de esta vida terrena, y la concepción espiritualista, que piensa en el más allá.

La primera podría tener como símbolo una sala de fiestas, un salón de baile, un cabaret, y sobre su frontispicio esta inscripción, estas solas palabras: No hay más allá. Placeres, riquezas, aplausos, honores... ¡A pasarlo bien en este mundo! Comamos y bebamos, que mañana moriremos.

Pero hay otra concepción: la espiritualista, la que se enfrenta con los destinos eternos, la que podría tener como símbolo una grandiosa catedral en cuyo frontispicio se leyera esta inscripción: ¡Hay un más allá! O si queréis esta otra más gráfica y expresiva todavía: ¿Qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero si al cabo pierde su alma para toda la eternidad?

San Agustín. Un hombre que conocía maravillosamente el problema, que sabía las angustias, la incertidumbre de un corazón que va en busca de la luz de la verdad sin poderla encontrar. Conocía maravillosamente el problema y sabía muy bien que no hay ni pueden haber argumentos válidos contra la fe católica.

Aquellos incrédulos de corazón. No tienen argumentos contra la fe. No creen porque no les conviene creer. Porque saben perfectamente que si creen tendrán que restituir sus riquezas mal adquiridas, renunciar a vengarse de sus enemigos, romper con su amiguita o su media docena de amiguitas, tendrán, en una palabra, que cumplir los diez mandamientos de la Ley de Dios. Y no están dispuestos a ello. Prefieren vivir anchamente en este mundo, entregándose a toda clase de placeres y desórdenes.

Cuando el corazón está sano, cuando no tenemos absolutamente nada que temer de Dios, no dudamos en lo más mínimo de su existencia. ¡Ah, pero cuando el corazón está corrompido...! ¿No os habéis fijado que sólo los malhechores y delincuentes –jamás las personas honradas– atacan a la Policía o la Guardia Civil?

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