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El Poder Femenino En America Latina


Enviado por   •  29 de Agosto de 2014  •  2.557 Palabras (11 Páginas)  •  169 Visitas

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EL PODER FEMENINO EN AMERICA LATINA ¿UNA REALIDAD CRECIENTE O UNA UTOPIA POR REALIZARSE?

Grandes cambios surgieron en el siglo XX, uno de los cambios sociales más importantes, a escala mundial es sin lugar a dudas, el papel de la mujer. Estos cambios han sido con respecto a sus responsabilidades sociales, interacción social, la posibilidad de realizar actividades que antes eran exclusivas del varón y en última instancia participar en temas relacionados con el poder y la política.

Las décadas de 1970, 1980 y 1990, fueron tiempo de reflexión y de actividad política por parte de las mujeres, los movimientos de mujeres y las mujeres políticas en prácticamente toda la geografía latinoamericana. Hoy parece ser que las arduas y largas luchas feministas, por los derechos de las mujeres están dando algunos frutos, si bien conviene mantener una mirada crítica y reservada en general, también es conveniente que sea flexible, abierta y a todas luces optimista.

Y es que junto con el resurgimiento de la democracia, América Latina es testigo de un giro visible hacia la feminización de la política. En 2003, Panamá tuvo una mujer Presidente y Perú tuvo a una Primer Ministro mujer. Además, Chile y Colombia tuvieron una mujer como jefe de las Fuerzas Armadas.

No obstante esta visión aparentemente optimista, el estudio y la reflexión van más allá. Analizaremos la participación política de las mujeres en América Latina, con especial énfasis en puestos o cargos de poder considerados importantes en el organigrama político tradicional y formal. En los últimos tiempos ha habido un incremento sobre el cual reflexionaremos. También revisaremos las dificultades del acceso femenino a la política, los sistemas electorales y las cuotas. Así como las percepciones en torno a su aceptación social como líderes políticas o actoras en puestos destacados, hoy por hoy.

¿Dónde se encuentran los obstáculos, dificultades y limitaciones de las mujeres en su acceso y ejercicio de un cargo político?, ¿qué es y cómo ha servido el sistema de discriminación en positivo, y más en concreto, las cuotas?, ¿cuál es la mirada de la opinión pública a la hora de posicionarse ante una mujer en un puesto político? Estas son algunas de muchas interrogantes que analizaremos, para poder responder la premisa de este articulo, “El poder femenino en América Latina ¿una realidad creciente o una utopía por realizarse?”

Para poder responder esta pregunta es necesario conocer la historia de la incursión en la política de las mujeres. Y para ello empezaremos por conocer un hecho importante en esta historia.

Para la mayoría de las mujeres en el mundo, poder votar o ser consideradas iguales que los hombres ante la ley son derechos básicos. Pero no siempre fue así.

El sufragio femenino recién se obtuvo por primera vez en la historia hace 120 años, en Nueva Zelanda. Pasarían más de tres décadas hasta que este derecho llegara a América Latina, tras su aprobación en el Reino Unido (1918) y Estados Unidos (1920), entre otros países.

El primer país de América Latina en aprobar el sufragio femenino fue Uruguay. Allí, las mujeres pudieron votar por primera vez el 3 de julio de 1927, en un plebiscito local organizado por la comunidad de Cerro Chato, en el centro del país.

Sin embargo, pasarían varios años más antes de que las mujeres participaran en una elección nacional, el 27 de marzo de 1938.

Esos hitos se lograron gracias a la labor de mujeres como Paulina Luisi (1875-1949), una médica, docente y activista feminista, hija de inmigrantes polacos que llegaron al Río de la Plata en 1872.

En 1899 Luisi fue la primera mujer en Uruguay en obtener el título de bachiller y en 1908 se convertiría en la primera en graduarse de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, donde se graduó de ginecóloga.

Una persona muy respetada, representó a Uruguay en diversas conferencias internacionales sobre la mujer y fue la primera delegada gubernamental femenina de América Latina en la Sociedad de las Naciones (League of Nations), la precursora de la ONU.

En 1922 fue nombrada vicepresidenta honoraria de la Conferencia Panamericana de la Mujer.

Luisi también fundó y editó la revista "Acción Femenina" y enseñó sobre salud y sexualidad. Luchó para prevenir la prostitución y las enfermedades venéreas, campañas por las que fue criticada por algunos, que la consideraban una anarquista y revolucionaria.

Además, se involucró en política, siendo una de las fundadoras del Partido Socialista de Uruguay, y creó los primeros dos sindicatos femeninos de ese país: la Unión de Telefonistas y de Costureras.

Sin duda, el movimiento femenino/feminista latinoamericano tuvo un papel indiscutible en la recuperación de las democracias y en los procesos de paz llevados a cabo con posterioridad a los conflictos armados.

La capacidad de acción y organización que las mujeres organizadas desplegaron durante ese duro periodo constituyó un importante aprendizaje para la etapa de democratización política, por cuanto pudieron irrumpir de manera relevante en el escenario político para plantear sus demandas entorno a la igualdad de género.

La mayor sensibilidad hacia el impulso de estrategias de profundización democrática y consolidación de una institucionalidad estatal fuerte que los procesos de quiebre democrático, conflictos armados y violaciones a los derechos humanos generaron en las sociedades latinoamericanas, así como también, la creciente incorporación del discurso de la igualdad de género en el contexto internacional desarrollado por los organismos de Naciones Unidas, se conjugaron para que las demandas de equidad de género –y mayor participación política de las mujeres latinoamericanas- se vincularan a los debates respecto de la calidad de la democracia, estableciendo la relación entre ésta y las fuertes inequidades sociales, políticas, económicas y culturales existentes en la región.

De esta forma, durante la década de los noventa las mujeres de diversos países de Latinoamérica participaron activamente en la elaboración de nuevas constituciones, modificaciones en la legislación electoral y en la institucionalidad del Estado. Todas estas intervenciones fueron posibles gracias al llamado triángulo de empoderamiento, constituido por el movimiento de mujeres, femócratas y feministas políticas

Asimismo, estas últimas décadas han sido testigo de la instalación y consolidación de los mecanismos instituciones de género en todos los países de la región, instalando en el Estado las demandas de las mujeres y la perspectiva de género en la gestión estatal.

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