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Ensayo Del Lavado De Manos


Enviado por   •  28 de Mayo de 2012  •  3.985 Palabras (16 Páginas)  •  1.175 Visitas

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EDUCACIÓN Y DEMOCRACIA (AUTHOR: IGNACIO SOTELO) ITAM

No es tarea cómoda poner en relación los conceptos de educación y democracia, claves en la cultura europea y cargados además de múltiples significados; pero, si el vincularlos ha sido siempre un reto tan atrayente como fructífero, adquiere hoy un interés muy especial. En efecto, la crisis profunda por la que pasa nuestra civilización se manifiesta en desencuentros y conflictos en la convivencia que revelan una confusión considerable respecto a los valores que rigen o deben regir nuestras vidas, lo que necesariamente ha de influir en la educación; pero también en que en el ámbito político crece la distancia que separa las reglas establecidas de los comportamientos reales: los principios que consagra la Constitución, de la conducta de gobiernos e instituciones. Después de la caída del comunismo, al dejar de operar los elementos ideológicos propios de la "guerra fría", muy rápidamente los pueblos de Europa han tomado conciencia de la gravedad del trance por el que pasa la democracia establecida. Tanto la educación como la democracia instaladas en la Europa actual muestran síntomas claros de encontrarse en un estado que, con el eufemismo al uso, solemos calificar de preocupante.

Quizá esta visión un tanto sombría sea producto de mi actividad como profesor de ciencia política, con un pie en la educación y otro en la política, y pudiera ser que no expresase más que una deformación profesional, pero en ningún otro campo observo con tanta diafanidad las señales de crisis generalizada como en las instituciones políticas y educativas. Los educadores, por nuestra parte, y los políticos, por la suya, no nos libramos de la impresión de pisar terreno muy resbaladizo, conscientes del abismo que separa la experiencia diaria del discurso que nos legitima. Una cosa son los principios, pedagógicos o políticos, que se proclaman, y otra muy distinta la práctica que se observa en las aulas o en los parlamentos. Cierto que parece inevitable que se produzca alguna diferencia entre los principios, que reflejan un modelo ideal, y lo que luego se lleva a cabo en la práctica; pero la crisis se manifiesta en toda su pujanza cuando este trecho se convierte en abismal y ya nada tiene que ver lo que se dice con lo que se hace.

Dos tareas tan eximias y fundamentales como son la del educador y la del político -incluso, de alguna forma estrechamente ligadas, como queda patente cuando se subraya el contenido pedagógico de la política- no sólo han perdido gran parte de su prestigio, sino que los que las ejercen no tienen más remedio para sobrevivir que resguardarse en una hipocresía que haga pasar lo que es por lo que debiera ser; lo que ya de por sí revela un enorme malestar de fondo. Aunque no fuera más que por la experiencia común de crisis profunda por la que pasan la educación y la política, no me parece ocioso que planteemos algunas de las cuestiones que conlleva poner en relación la educación con la democracia.

Una sola advertencia para terminar un exordio que está quedando demasiado largo. Sabido es que no cabe entrar de frente a los temas sobrarían la filosofía y la ciencia si así fuera- sino que hay que acercarse a ellos, como los hebreos a la ciudad de Jericó, dando al menos siete vueltas. Y como no podemos contar siempre con que Jehová derrumbe las murallas, habrá que esforzarse en encontrar un hueco por el cual colarnos y, por tanto, antes de preguntarnos por las relaciones entre educación y democracia parece inevitable decir algo sobre cada uno de estos conceptos, delimitando así un terreno común desde el que quepa cuestionar la relación entre ambos. Porque pudiera ocurrir que, como resultado de nuestra averiguación, ambos conceptos se mostrasen compatibles entre sí y hasta complementarios. Por tanto, una estrecha relación entre educación y democracia habría que considerarla un desideratum o, por el contrario, el análisis mostrará la incompatibilidad de estos conceptos y hablar entonces de una educación democrática supondría una contradicción insostenible; en el mejor de los casos, tan sólo cabría una educación para la democracia, que no es lo mismo que una educación democrática. Tratar de aclarar un poco esta disyuntiva -educación democrática o educación para la democracia- es el objetivo principal de las reflexiones que siguen.

SOCIALIZACIÓN, INSTRUCCIÓN, EDUCACIÓN

Demarcar un concepto operativo de educación supone diferenciarlo de otros que se mueven en su órbita y con los que a veces se confunde. El concepto más amplio es el de socialización, por el que se entiende la transmisión, de manera inconsciente y no formalizada, de los conocimientos, valores, hábitos y actitudes que constituyen el entramado básico de una sociedad. Una forma específica de socialización, y sin duda la fundamental, se produce con el aprendizaje espontáneo de la lengua con los valores y normas que de por sí ya comporta. Pero además del lenguaje verbal -el más importante, aunque no sea el único una sociedad transmite un código amplio de normas y creencias que se traslada de generación en generación. La familia, por un lado, y el círculo de amistades, la comunidad de vecinos, o el barrio, según la clase social a que se pertenece, por otro, constituyen ámbitos esenciales de socialización.

Obsérvese que la socialización, al intervenir factores tan distintos como el sexo, la familia y la clase social, de por sí es ya un fenómeno diferenciado, a la vez que un instrumento diferenciador. Las desigualdades sociales que comprobamos en toda sociedad son inherentes a las primeras formas de socialización. De ahí que las desigualdades sean constantes que cambian muy lentamente. Este trasfondo cultural que irradia y expande la socialización es el factor básico de integración y asimilación social y marca su impronta sobre los demás procesos pedagógicos, referentes tanto a la instrucción como a la educación.

La instrucción, en cambio, es un proceso ya formalizado que transmite en un primer nivel los conocimientos generales (leer, escribir, hablar con propiedad, así como los rudimentos de las ciencias) imprescindibles para desenvolverse en la sociedad y, en un segundo o tercer nivel, los conocimientos específicos para practicar un oficio o profesión. La instrucción concibe al individuo, desde su específica posición social, casi exclusivamente como sujeto laboral. Si una división creciente del trabajo constituye la base de un incremento constante de la productividad, la instrucción, es decir, la enseñanza de saberes específicos, desempeña un papel cada vez más importante, hasta el punto de que el Estado de nuestros días se responsabiliza de que nadie quede sin instrucción. La generalización de la instrucción

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