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Formación Del Sentido De Continentalidad A Través De La Transculturación


Enviado por   •  31 de Enero de 2015  •  2.557 Palabras (11 Páginas)  •  818 Visitas

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Republica Bolivariana De Venezuela

Universidad Pedagógica Experimental Libertador

Instituto De Mejoramiento Profesional Del Magisterio

Núcleo Bolívar – Atención Piar.

Formación Del Sentido

De Continentalidad A Través De

La Transculturación

Participantes:

Catherine Puga

C. I.: 20.882.215

Karlenis Puga.

C. I.: 20.882.778

Tutor:

José guerra.

Asignatura:

Literatura latinoamericana del Caribe.

Upata, Junio 2014

Relación entre la historia y la Literatura de la América Latina

La identidad latinoamericana constituye un proceso activo, abierto, en constante enriquecimiento puesto que la literatura en el arte son manifestaciones de la cultura espiritual han coadyuvado desde sus inicios y expresión de la conformación de una identidad que es en si mismo la historia de América latina concebido como proceso de liberación.

La diferenciación cultural ha resultado siempre de una exigencia histórica que en Latinoamérica, desde la preparación de la guerra de la independencia hasta nuestros días han estimulado a la reflexión de filósofos escritores y políticos.

En la literatura la identidad cultural de América latina deja impreso su huella y cobra fuerza de expresión como experiencia activa capaz de insertar en ella a todo un mundo en constante movimiento de ahí su importancia de la creación literaria como manifestación literaria reveladora de nuestra identidad.

Otros prefieren situar el inicio con la llegada de los españoles a estas tierras. Tenemos entonces una fecha de nacimiento precisa: 12 de octubre de 1492. Y un nombre para el primer escritor: Cristóbal Colón. Esta segunda perspectiva, además, posee singular importancia por motivos estrictamente literarios. De adoptarla, se le confiere a la crónica el envidiable lugar de género discursivo

fundacional de la literatura hispanoamericana. Dicho género, de origen medieval y plenamente anacrónico ya en tiempos de la conquista, cobra inauditas significaciones al entrar en contacto con el paisaje americano y representará una impronta imborrable sobre la literatura posterior. Por poner sólo un ejemplo, una noción como la de lo real maravilloso desarrollada en el siglo XX por el escritor cubano Alejo Carpentier, resultaría impensable -al igual que la casi totalidad de su propia obra- de no haber existido las Crónicas de Indias.

Un tercer grupo propone un lento proceso de formación literaria a lo largo de un período bastante extenso de por lo menos ciento cincuenta años (todo el siglo XVII y hasta pasada la mitad del XVIII), denominado etapa de transculturación. Históricamente coincide con la época de la colonia; artísticamente, en cambio, se caracteriza por una asimilación más o menos directa de los modelos europeos. Sin embargo, hubo personalidades que los superaron ampliamente. Tal el caso de Sor Juana Inés de la Cruz (México, 1648-1695). De filiación culturalista, aunque poseedores de un espesor marcadamente intelectual, sus elaboradísimos poemas constituyen la cima del barroco literario en América. Es elocuente al respecto Primero sueño, extensa composición donde se relata el viaje ascendente de la conciencia del yo poético a través de las esferas del mundo. Si a primera vista el modelo cosmológico descripto parece surgido de formas de pensamiento tradicional, la preocupación de Sor Juana por el funcionamiento de los mecanismos cognoscitivos ya es plenamente moderna.

En cuarto lugar, no faltan quienes contextualizan el surgimiento de la literatura hispanoamericana en el marco del proceso de emancipación política de España que, de manera aproximada, se extendió a lo largo de los cuarenta años que median entre 1790 y 1830 y que habría de determinar el surgimiento de los distintos estados sudamericanos. Si bien en muchos de los casos los exponentes más relevantes del período cumplían una innegable función apelativa, esto es, que no disimulaban su carácter de instrumentos de manipulación ideológica, no obstante seguían reflejando, en el plano formal, la dependencia hacia los modelos artísticos europeos -en su caso, provenientes de la estética neoclásica-. Si se descuentan las manifestaciones de sesgo popular como aquellas que, en el área del Río de la Plata, darían origen a la literatura gauchesca, todavía habrá que aguardar un poco para hallar registros auténticamente americanos. De todos modos, no se puede dejar de mencionar aquí al narrador y periodista José Joaquín Fernández de Lizardi (México, 1776-1827), autor de _El periquillo

_sarmiento (1816) y Don Catrín de la Fachenda (1819), sendas novelas que acometieron una interesante renovación de los códigos de la picaresca tradicional.

Quizá sea durante el período posterior, el de la afirmación de las nacionalidades y culturalmente atravesado por la influencia de la estética romántica, cuando comienzan a surgir nombres de indiscutible estatura continental: Andrés Bello (Venezuela, 1781-1865), José María Heredia (Cuba, 1803-1839), Esteban Echeverría (Argentina, 1805-1851), Juan Bautista Alberdi (Argentina, 1810-1884) y Domingo Faustino Sarmiento (Argentina, 1811-1888), quienes, a través de la reflexión lingüística y gramatical, la poesía o la especulación sociopolítica, se impusieron la compleja realidad americana como motivo central de su labor intelectual. Una generación después continuarán apareciendo nombres de nota: Alberto Blest Gana (Chile, 1830-1894), Juan León Mera, Ricardo Palma (Perú, 1833-1919), Ignacio Altamirano (México, 1834-1893) y Jorge Isaac (Colombia, 1837-1895), por citar apenas a algunos narradores sobresalientes.

Pero no cabe duda de que es con los primeros atisbos modernistas -y, si de arriesgar fechas se trata, digamos: 1882, año de publicación de Ismaelillo, de José Martí- que la literatura hispanoamericana arriba a un estadio de plenitud madura hasta entonces inusitado.

Al examinar determinadas obras y autores del siglo XVI y principios del siglo XVII se comprueba que en aquellos la presencia de la realidad americana basada puramente descriptivo, expresándose, en cambio con naciente emoción lo propio y específico

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