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Gaston El Perro Montero


Enviado por   •  19 de Marzo de 2014  •  1.388 Palabras (6 Páginas)  •  229 Visitas

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Gastón el perro montero.

Jacobo de la Calle

Soy Gastón, un podenco al que le encanta su trabajo de perro cazador. Con mis amigos, formamos una rehala, a la que nuestro dueño, Jacobo, lleva de montería, por tierras de Extremadura todos los fines de semana, en época de invierno.

Soy de color blanco, para que los cazadores me vean perfectamente y no me disparen confundiéndome con otro animal. Somos perros muy valientes, que no nos asusta enfrentarnos a terribles jabalíes, armados con sus tremendas navajas, que de vez en cuando nos hacen graves heridas o incluso terminan con la vida de alguno de nosotros.

La semana pasada fue muy dura, porque perdimos a nuestro amigo Lolo, en un agarre con un gran cochino. Pero tenemos muchas ganas de volver a enfrentarnos a ellos y ganarles la batalla.

La mañana es fría y no llueve. Nos encanta que el campo esté mojado, porque podemos seguir mucho mejor el rastro de nuestras presas. Jacobo abre la puerta de las perreras y nos lleva hasta los coches, donde nos meten en los carros de transporte. Estamos muy nerviosos y con ganas de revancha. Las ladras resuenan a nuestro alrededor. Puedo oír a Lola, a Freda, a Sansón y al resto de mis compañeros que van entrando en los carros.

Los pocos minutos los coches se ponen en marcha y salimos a la carretera. No sabemos donde vamos a cazar hoy, pero seguro que es una bonita finca, cubierta de encinas, jaras y retamas, donde los cochinos se encaman a dormir y donde ciervos y muflones encuentran buen escondite.

Estamos llegando a nuestro destino, porque hemos dejado la carretera y nos hemos salido por un camino de tierra. Vemos desde nuestra jaula que hay mucha agua en la finca, y los nervios se notan en mis compañeros, que no dejan de ladrar pidiendo que paren ya, y que nos suelten.

Llegamos a una bonita casa, cerca de una dehesa, donde podemos ver a los cazadores desayunando. Todos están sonriendo y les oímos hablar de los bichos que han matado en anteriores monterías y de lo que les gustaría cazar hoy, pero yo no me voy a quedar mirando como comen migas llevaba planeando esto desde hace mucho, abrí la jaula y birlé un chorizo y me volví a la jaula, la cerré y ….¡¡¡¡¡me puse las botas!!!

De repente escuche que iban a sortear los puestos, estamos siempre atentos al sorteo, porque a nosotros también nos interesa saber que vamos a poder cazar. En el sorteo, un señor que parece que manda algo, porque es el único que habla ahora, dice a los cazadores que vamos a poder cazar jabalíes, ciervos y muflones. ¡Qué bien!, estamos de suerte, parece que puede haber muchos bichos a los que correr y acercar a los cazadores.

Estamos muy nerviosos y cuando vemos que los cazadores van a sus coches y empiezan a coger los rifles, las ladras no dejan de oírse. Sabemos que queda poco para salir. Me acerco a Pepe y ladramos que a ver si hoy los cazadores están más acertados que otros días, porque por más que trabajamos duro, y les sacamos los bichos de sus encames luego no les dan o si les dan, les dejan mal heridos y nos toca a nosotros rematar la faena y enfrentarnos a ellos. Y claro, algunos tienen un tamaño considerable y la lucha se hace feroz.

Las ladras rompen el silencio de la mañana, pero el sonido de la trompeta hace que se abran las compuertas de los carros y que todos salgamos como locos en busca de nuestras presas.

Empezamos a olisquear rápidamente y detectamos que hay mucho rastro, que seguimos a toda prisa. Lola nos ladra y nos avisa que ha detectado un rastro fresco. Vemos que baja barranco abajo, entre rocas y jaras voy y me pierdo y me encuentro frente a mi peor pesadilla un gran zorro menos mal que no me ve y se va a unas retamas

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