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Hoja Exel Para Calculo De Notas


Enviado por   •  24 de Abril de 2014  •  2.008 Palabras (9 Páginas)  •  274 Visitas

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SIMPLEMENTE HISTORIA

Quizás muchos solo pasemos en la vida divagando en un mar de historias que creemos sin sentido, pero este no es mi caso y es por ello que quiero contar la mía, esa que marco de alguna forma, mi vivir y mi ser, por estar llena de un realismo que se puede confundir con la ficción de una de esas películas o series de televisión que marcan el diario vivir de mi país, Colombia.

Hoy, me siento en mi casa con un grupo de amigos a degustar unos buenos “guaros”, como llaman a un buen trago de licor en algunas reuniones de buenos amigos, estando allí, se cuentan historias o anécdotas de la vida y viene al recuerdo como por allá en un junio de 1998, un grupo armado me toman como secuestrado con uno de mis mejores amigos, así inicia el recuerdo de esta historia.

Siendo las 12:30 más o menos de un sábado en la noche, con el silbido estruendoso de las chicharras del campo de tierra caliente, que mas que un silbido, es un estruendo bullicioso y resonante, que penetra nuestros oídos, impidiendo escuchar otros sonidos agradables de la naturaleza de esas horas o el sonido de los cristales ante los brindis continuados que celebran las jugadas del parques, porque muchas veces era a lo único que nos dedicábamos a jugar parques; esa noche aparte de las chicharras y uno que otro carro que pasaba no se escuchaba nada mas, la noche parecía esconder lo que estaba a punto de ocurrir y que esos cuatro amigos ya fuera por las copas o por la adrenalina de sentirnos ese día escapados de nuestras casas no queríamos percibir.

Éramos cuatro dos mujeres y dos hombres, los hombres, mi amigo Augusto Patiño, quien es un empresario payanes de muy buena familia, con dotes de negociante de esos que decimos venden hasta un hueco, quien para esa época estaba pasando por el secuestro de su señor padre y viviendo un luto que el día de hoy, aun no lo ha podido superar y con el que todos los 14 de enero sin acepción alguna desde esa época, visitamos el rio Patía como tumba permanente he imaginaria de ese trágico suceso de secuestro paternal, las mujeres, dos hermosas jóvenes, de quienes me reservo el nombre por temor a ese recuerdo y no por que las quiera olvidar sino por no revivir esas noches y esos días en los que nos envolvíamos en los juegos de amor, lo que si puedo decir era que realmente eran bellas, con curvas comparables a las bellas montañas de nuestras cordilleras, con aromas, que mas que degustar el olor embriagador del Jazmín invitaba a degustar su cuerpo; no me desvió en esos pensamientos que prefiero enterrarlos en mi mente y solo dejarlos como la más bella experiencia de amor vivida.

El silencio acompaña la noche, esa que creíamos seria una más de las vividas por el grupo de amigos y de las que tantas veces compartíamos, cuando desde lo lejos del bosque oscuro, salen cuatro hombres, con armas, con botas de caucho con ropas desgastadas, una mujer los acompaña en la noche se denota su silueta, se acercan, nuestros corazones aceleran y el calor de una noche en el Patía, se torna fría, de esos fríos que penetran los huesos, nos miramos como tratando de adivinar lo que ya sabíamos y de decir con la mirada lo que podría estar pasando, porque así estábamos mudos, por ese instante parecía que hasta las chicharras sabían lo que pasaba y estaban atentas al desarrollo del los acontecimientos, el silencio fue total, solo interrumpido por la voz fuerte de uno de los visitantes misteriosos que pregunto en tono fuerte “quien es el señor Patiño”.

Nadie parecía entender la pregunta, nadie respondió, nos limitamos a mirar a los misteriosos visitantes, en ese momento pereciera se le despiertan los sentidos inexistentes y la mente trabaja más fuerte o por lo menos esa es la explicación que le doy del porque en un minuto se recuerdan tantas cosas, pasa por la mente la niñez, los papas y en general todo lo bueno y malo de la vida; lo observado parece más obvio, podemos percibir, recordar mas lo visto y lo vivido, es así que hoy recuerdo, el color verde de las ropas, las caras aindiadas y corroídas, marchitas por el sol y por el tiempo, sus gestos de hombres que con un arma inspiran respeto.

Tímidamente y con temor, mi amigo se pone de pie y responde “soy yo”, todos lo miramos con asombro, mientras los visitantes nocturnos le apoyaban una pistola en el pecho, y lo colocaban boca abajo contra el piso, que para esa hora ya mostraba los estragos de una noche de copas, lo amarraron, como se amarra un animal, puedo decirles que me recordó mi niñez cuando mi abuelo y mis tíos marcaban el ganado y lo colocaban así en el piso en total indefensión, para después apoyar el hierro caliente sobre sus lomos, solo que en esta ocasión, era mi amigo y el hierro ya no caliente de marcar el ganado, si no el frio cañón de un arma.

Todos sabíamos lo que pasaba pero nadie quería entenderlo, las mujeres que nos acompañaban, en un rincón de la sala, agazapadas, como dándose apoyo una a la otra, gritaban que no le fueran a hacer nada malo, que lo dejaran vivir, que no lo fueran a maltratar, pero nadie parecía entender por qué las patadas, las malas palabras abundaban en el ambiente, no pasaron más de dos minutos, yo me mantenía sentado en una butaca de madera forrada en cuero de ganado gastada por los años tratando de no mostrar miedo, ese que recorría cada uno de mis huesos, esos que estaban a punto de congelarse por el escalofrió aterrador de sentir la muerte tan cerca.

Con voz suave y tímida, con sonidos casi incomprensibles, con nudos en la garganta, de esos que se le forma cuando uno quiere enamorar por primera vez, preguntamos ¿qué está pasando? Esperando una

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