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LA IDENTIDAD COMO REFLEJO DE NUESTRO ENTORNO CULTURAL


Enviado por   •  22 de Mayo de 2012  •  2.189 Palabras (9 Páginas)  •  1.364 Visitas

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LA IDENTIDAD COMO REFLEJO DE NUESTRO ENTORNO CULTURAL

En el marco del texto de Gilberto Giménez, “La cultura como identidad y la identidad como cultura”, realizado con base en la conferencia dictada por el propio autor, en la cual expone su tesis acerca de la estrecha relación entre los conceptos de “identidad” y “cultura”, y en la que habla también acerca de la relativa estabilidad en la dinámica de dicha relación, así como los factores que determinan la configuración de tales conceptos. Abordaré aquí, de manera muy breve y por falta de espacio, algunos de los puntos de mi interés, los que, en mi opinión, resultan ser, no solo los más sobresalientes e ilustrativos, sino también aquellos que son, creo, los que mejor avalan y sustentan esta hipótesis socio-cultural.

Para comenzar, es menester enunciar lo que, en palabras más, palabras menos, Giménez plantea desde el principio de su conferencia: “cultura” e “identidad”, afirma él, son conceptos estrechamente interrelacionados e indisociables en sociología y antropología.

Los fundamentos de tal postura aparecen pronto en su planteamiento, pues bien, ya en las primeras líneas, “la identidad”, afirma Giménez, no es otra cosa que la apropiación de aquellos “repertorios culturales”, propios de nuestro entorno, es decir, de todo aquello que se encuentran en nuestra cotidianeidad, en nuestro entorno inmediato, en nuestra sociedad, o como el propio texto lo dice: la identidad se construye a partir de materiales culturales.

El autor plantea, así mismo, que la primera función de la identidad consiste en marcar una diferencia entre un “nosotros” y los otros, es decir, diferenciar el conjunto de rasgos que nos caracterizan y distinguen de los demás. La identidad, se define también en el texto, como el lado intersubjetivo de la cultura; “la cultura interiorizada en forma específica”, dice Giménez, en forma marcada y diferenciada, por los actores sociales en relación con los otros actores.

Ahora bien, y previo a la exposición y desarrollo de tales argumentos, conviene detenerse un poco, y señalar algunas observaciones que considero claves para el entendimiento cabal de lo postulado en esta teoría; es decir, las observaciones generales que el propio autor hace, acerca de su definición de los conceptos de “cultura” e “identidad”.

Sobre el concepto de “cultura”, Giménez comienza por plantear, (lejos de concepciones tradicionales como la de Hoebel)

“La cultura es una serie de patrones integrados de conducta desarrollados a partir de los hábitos de las masas” (Hoebel. 1992: 235),

que esta debe entenderse partiendo de la concepción simbólica propuesta por Clifford Geertz el los años setenta, es decir, en la que “cultura” se entiende no ya en términos de “modelos de comportamiento”, sino en términos de “pautas de significado”, las cuales, afirma, constituyen finalmente una dimensión analítica de los comportamientos, pues lo simbólico, dice, no constituye un mundo aparte, sino una dimensión inherente a todas las prácticas, aunque no todas las prácticas, advierte, pueden considerarse culturales, sino solo aquellas que son ampliamente compartidas y relativamente duraderas.

La cultura, sin embargo, continúa el texto, no debe entenderse nunca como un mosaico uniforme, estático e inmodificable; sino como un fenómeno con zonas semi-estables, y otras con cierta movilidad., pues si bien, resulta fácil encontrar patrones de comportamiento relativamente duraderos, también es evidente una cierta fluctuación constante.

Para Giménez la cultura es compartir una infinidad de significados, imágenes y símbolos: lo que el autor llama nuestro “entorno cultural”, del cual, se dice, pueden distinguirse comportamientos observables (arte, ritos, danza, etc.), y otros no observables (aquellos que se interiorizan por el sujeto), también llamados “habitus”. Para el autor, estas últimas resultan de singular importancia, pues permiten considerar la cultura, desde el punto de vista de los actores sociales que la interiorizan, es decir, la cultura incorporada y transformada a partir del “actor social”. El fundamento ya planteado en este punto de la conferencia es, en pocas palabras, que la identidad no es otra cosa que la cultura interiorizada, es decir, el conjunto de rasgos compartidos por un grupo y no compartidos por otro grupo. El autor afirma, así mismo, que la concepción de la identidad, estará previamente definida, en función de la concepción que se tenga de la propia cultura.

Por otro lado, Giménez propone también otro punto importante; el hecho de que resulta impensable imaginar la identidad, dice Giménez, sin el concepto de sociedad, pues sin interacción social, afirma, no habría sociedad: la teoría de identidad, dice él, se inscribe solo dentro de una teoría de los “actores sociales”. Además, concluye, la identidad puede entenderse, solo en el sentido de sujetos individuales dotados de conciencia, memoria y psicología propias, y sólo por analogía de los actores colectivos.

Sin embargo la tesis plantea también, no obstante la descripción de punto anterior, el concepto de identidad puede aplicarse también a grupos carentes de conciencia propia, los que, sin embargo, constituirían lo que el autor llama “sistemas de acción”, los cuales, según Giménez, comparten con los primeros, el concepto de identidad, concepto que, dice el autor, debe tener un mínimo de características tales como son: permanencia en el tiempo, ser una unidad con límites, distinguirse de otros sujetos, así como requerir el reconocimiento de los demás.

Llegado a este punto de la conferencia es preciso citar la definición de identidad que ahora nos da de la misma el propio autor. Giménez define la identidad como:

“un proceso subjetivo y frecuentemente auto-reflexivo por el que los sujetos individuales definen sus diferencias con respecto a otros sujetos mediante la auto-asignación de un repertorio de atributos culturales generalmente valorizados y relativamente estables en el tiempo.” (Giménez, p. 9).

Dicho en otras palabras, la autoidentificación del sujeto requiere, primordialmente, del reconocimiento de los otros sujetos con quien este interactúa y convive socialmente.

Ahora bien, y entendido hasta cierto punto las definiciones necesarias para entender la tesis que el autor nos propone, es necesario hablar de lo que el autor llama la doble serie de “atributos distintivos”, a los que dicho sujeto apela para fundamentar esa voluntad de ser “único” y diferente al resto de los sujetos con quienes convive. Tales atributos son, según la tesis que el autor nos plantea (planteados con

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