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La Virgen Maria


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  6.229 Palabras (25 Páginas)  •  293 Visitas

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MARÍA EN EL MISTERIO DE CRISTO

1. Llena de gracia

« Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo » (Ef 1, 3). Estas palabras de la Carta a los Efesios revelan el eterno designio de Dios Padre, su plan de salvación del hombre en Cristo. Es un plan universal, que comprende a todos los hombres creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26). Todos, así como están incluidos « al comienzo » en la obra creadora de Dios, también están incluidos eternamente en el plan divino de la salvación, que se debe revelar completamente, en la « plenitud de los tiempos », con la venida de Cristo. En efecto, Dios, que es « Padre de nuestro Señor Jesucristo, -son las palabras sucesivas de la misma Carta- « nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus « hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la que nos agració en el Amado. En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia » (Ef 1, 4-7).

El plan divino de la salvación, que nos ha sido revelado plenamente con la venida de Cristo, es eterno. Está también -según la enseñanza contenida en aquella Carta y en otras Cartas paulinas- eternamente unido a Cristo. Abarca a todos los hombres, pero reserva un lugar particular a la « mujer » que es la Madre de aquel, al cual el Padre ha confiado la obra de la salvación. (19) Como escribe el Concilio Vaticano II, « ella misma es insinuada proféticamente en la promesa dada a nuestros primeros padres caídos en pecado », según el libro del Génesis (cf. 3, 15). « Así también, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emmanuel », según las palabras de Isaías (cf. 7, 14). (20) De este modo el Antiguo Testamento prepara aquella « plenitud de los tiempos », en que Dios « envió a su Hijo, nacido de mujer, ... para que recibiéramos la filiación adoptiva ». La venida del Hijo de Dios al mundo es el acontecimiento narrado en los primeros capítulos de los Evangelios según Lucas y Mateo.

María es introducida definitivamente en el misterio de Cristo a través de este acontecimiento: la anunciación del ángel. Acontece en Nazaret, en circunstancias concretas de la historia de Israel, el primer pueblo destinatario de las promesas de Dios. El mensajero divino dice a la Virgen: « Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo » (Lc 1, 28). María « se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo » (Lc 1, 29). Qué significarían aquellas extraordinarias palabras y, en concreto, la expresión « llena de gracia » (Kejaritoméne). (21)

Si queremos meditar junto a María sobre estas palabras y, especialmente sobre la expresión « llena de gracia », podemos encontrar una verificación significativa precisamente en el pasaje anteriormente citado de la Carta a los Efesios. Si, después del anuncio del mensajero celestial, la Virgen de Nazaret es llamada también « bendita entre las mujeres » (cf. Lc 1, 42), esto se explica por aquella bendición de la que « Dios Padre » nos ha colmado « en los cielos, en Cristo ». Es una bendición espiritual, que se refiere a todos los hombres, y lleva consigo la plenitud y la universalidad (« toda bendición »), que brota del amor que, en el Espíritu Santo, une al Padre el Hijo consubstancial. Al mismo tiempo, es una bendición derramada por obra de Jesucristo en la historia del hombre desde el comienzo hasta el final: a todos los hombres. Sin embargo, esta bendición se refiere a María de modo especial y excepcional; en efecto, fue saludada por Isabel como « bendita entre las mujeres ».

La razón de este doble saludo es, pues, que en el alma de esta « hija de Sión » se ha manifestado, en cierto sentido, toda la « gloria de su gracia », aquella con la que el Padre « nos agració en el Amado ». El mensajero saluda, en efecto, a María como « llena de gracia »; la llama así, como si éste fuera su verdadero nombre. No llama a su interlocutora con el nombre que le es propio en el registro civil: « Miryam » (María), sino con este nombre nuevo: « llena de gracia ». ¿Qué significa este nombre? ¿Porqué el arcángel llama así a la Virgen de Nazaret?

En el lenguaje de la Biblia « gracia » significa un don especial que, según el Nuevo Testamento, tiene la propia fuente en la vida trinitaria de Dios mismo, de Dios que es amor (cf. 1 Jn 4, 8). Fruto de este amor es la elección, de la que habla la Carta a los Efesios. Por parte de Dios esta elección es la eterna voluntad de salvar al hombre a través de la participación de su misma vida en Cristo (cf. 2 P 1, 4): es la salvación en la participación de la vida sobrenatural. El efecto de este don eterno, de esta gracia de la elección del hombre, es como un germen de santidad, o como una fuente que brota en el alma como don de Dios mismo, que mediante la gracia vivifica y santifica a los elegidos. De este modo tiene lugar, es decir, se hace realidad aquella bendición del hombre « con toda clase de bendiciones espirituales », aquel « ser sus hijos adoptivos ... en Cristo » o sea en aquel que es eternamente el « Amado » del Padre.

Cuando leemos que el mensajero dice a María « llena de gracia », el contexto evangélico, en el que confluyen revelaciones y promesas antiguas, nos da a entender que se trata de una bendición singular entre todas las « bendiciones espirituales en Cristo ». En el misterio de Cristo María está presente ya « antes de la creación del mundo » como aquella que el Padre « ha elegido » como Madre de su Hijo en la Encarnación, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola eternamente al Espíritu de santidad. María está unida a Cristo de un modo totalmente especial y excepcional, e igualmente es amada en este « Amado » eternamente, en este Hijo consubstancial al Padre, en el que se concentra toda « la gloria de la gracia ». A la vez, ella está y sigue abierta perfectamente a este « don de lo alto » (cf. St 1, 17). Como enseña el Concilio, María « sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de El esperan con confianza la salvación ». (22)

Si el saludo y el nombre « llena de gracia » significan todo esto, en el contexto del anuncio del ángel se refieren ante todo a la elección de María como Madre del Hijo de Dios. Pero, al mismo tiempo, la plenitud de gracia indica la dádiva sobrenatural, de la que se beneficia María porque ha sido elegida y destinada a ser Madre de Cristo. Si esta elección es fundamental para el cumplimiento de los designios

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