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Las Falacias


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2011  •  2.693 Palabras (11 Páginas)  •  1.018 Visitas

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LAS FALACIAS

Origen de la palabra falacia

Viniendo al latín, hay que atender en primer lugar a la propia falacia, cuya forma original es fallacia, ae; y sus significados, engaño, superchería, ardid, artimaña, trapacería. Fallaciam in áliquem inténdere es prepararle a uno una frampa; falláciis áliquem elúdere, burlar a alguien con engaños; Esta palabra, como cultismo que es, se mantiene igual en nuestra lengua, y por los sinónimos que nos dan los diccionarios, sabemos el uso que de ella se ha hecho. Falacia es, según éstos, fraudulencia o fraude, falsía, dolo, mentira, engaño con que se intenta hacer mal a otro, perfidia, alevosía, capciosidad, doblez, etc Es evidente que se trata de llamarle a uno a la cara embustero y tramposo, pero sin perder la compostura y las buenas maneras, sin elevar el tono de la voz ni el de las palabras, que tras las formas cultas se ocultan mejor las intenciones. En fin, que se admiten los insultos y las más acres descalificaciones, siempre que se pronuncien con las palabras adecuadas y en tono reposado.

Es el gran arte de la falacia, en la que tan a gusto colabora el engañado.

Una falacia o sofisma es un razonamiento incorrecto que aparenta ser correcto. Es un argumento que no tiene validez ya que las razones dadas para soportarlo no están relacionadas con el tema, aunque parecen estarlo. Se apoyan en las formas de la lógica y de la teoría de la argumentación, pero sólo para parecer válidas, sin llegar a aplicar de forma estricta sus mecanismos. Las falacias pretenden ser persuasivas, es decir, han de parecer argumentos sensatos para el receptor.

Para crear un razonamiento válido se parte de una serie de premisas para, mediante mecanismos válidos, llegar a una conclusión. Un ejemplo de falacia es este:

1. Premisa 1: Los perros son bonitos.

2. Premisa 2: Doggy es bonito.

3. Conclusión: Doggy es un perro.

De las premisas dadas no se puede obtener la conclusión obtenida, pero es persuasivo ya que tiene forma de razonamiento correcto: parte de premisas para establecer una conclusión. La habilidad para crear falacias es importante para que psicológicamente sean más persuasivas. El siguiente ejemplo es el mismo que el anterior, pero cambiando simplemente un elemento deja de ser tan persuasivo.

1. Premisa 1: Los perros son bonitos.

2. Premisa 2: El Everest es bonito.

3. Conclusión: El Everest es un perro.

Se ha de reseñar que una falacia no es tal porque la conclusión sea falsa, si no porque el razonamiento es erróneo. La conclusión puede llegar a ser cierta de manera casual. En este caso podría coincidir que hubiese un perro al que llamasen Doggy o El Everest. Aún acertando la conclusión seguiría siendo una falacia ya que no depende de la conclusión, si no del razonamiento en si mismo.

Considérese ahora la siguiente variante humorística de la falacia de la ambigüedad:

1. Una hamburguesa es mejor que nada.

2. Nada es mejor que la felicidad eterna.

3. Por tanto, una hamburguesa es mejor que la felicidad eterna.

Pocos razonamientos falaces son tan claros como el ejemplo anterior. Muchos de ellos involucran causalidad, que no es una parte de la lógica formal. Otras utilizan estratagemas psicológicas como el uso de relaciones de poder entre el orador y el interlocutor, llamamientos al patriotismo, la moralidad o el ego para establecer las premisas intermedias (explícitas o implícitas) necesarias para el razonamiento. De hecho, las falacias se encuentran muy a menudo en presunciones no formuladas o premisas implícitas que no son siempre obvias a primera vista.

 Conviene definir a la falacia misma: en efecto, es el tópico idóneo para engañar, haciendo creer que el no ente que es ente que es no ente mediante una visión fantásmica.

 Las falacias se llaman a veces “sofismas”, y esto es por los sofistas, pues los “sofistas, entre los latinos, es lo mismo que impostor. Y con mérito los que son sofistas, y escriben y enseñan sofísticamente, se llaman impostores.

Las falacias se usan frecuentemente en artículos de opinión en los medios de comunicación y en política. Cuando un político le dice a otro «No tienes la autoridad moral para decir X», puede estar queriendo decir dos cosas:

• Usar un ejemplo de la falacia del ataque personal o falacia ad hominem, esto es, afirmar que X es falsa atacando a la persona que la afirmó, en lugar de dirigirse a la veracidad de X.

• No ocuparse de la validez de X, sino hacer una crítica moral al interlocutor (y de hecho es posible que el político esté de acuerdo con la afirmación). En este último caso, la falacia consiste en evadir el tema, dando sólo una opinión, no relevante, sobre la moralidad del otro.

Es difícil, por ello, distinguir falacias lógicas, ya que dependen del contexto.

Otro ejemplo, muy extendido es el recurso al Argumentum ad verecundiam o falacia de la autoridad. Un ejemplo clásico es el Ipse dixit («Él mismo lo dijo») utilizado a lo largo de la edad media para referirse a Aristóteles. Un ejemplo más moderno es el uso de famosos en anuncios: un producto que deberías comprar/usar/apoyar sólo porque tu famoso favorito lo hace.

Una referencia a una autoridad siempre es una falacia lógica, aunque puede ser un argumento racional si, por ejemplo, es una referencia a un experto en el área mencionada. En este caso, este experto debe reconocerse como tal y ambas partes deben estar de acuerdo que su testimonio es adecuado a las circunstancias. Esta forma de argumentación es común en ambientes legales.

Otra falacia muy usada en entornos políticos es el Argumentum ad populum, también llamado sofisma populista. Esta falacia es una variedad de la falacia ad verecundiam: consiste en atribuir la opinión propia a la opinión de la mayoría y deducir de ahí que si la mayoría piensa eso es que debe ser cierto. En cualquier caso muchas veces la propia premisa de que la mayoría piense eso puede ser falsa o cuando menos dudosa ya que, en muchos casos, dicha afirmación no puede ser probada más que con algún tipo de encuesta que no se ha realizado. En caso de ser cierto tampoco se justifica el razonamiento porque la mayoría piense eso. Se basa en la falsa intuición de que el pueblo

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