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OCTAVO HÁBITO DE LA EFECTIVIDAD A LA GRANDEZA


Enviado por   •  27 de Febrero de 2013  •  2.122 Palabras (9 Páginas)  •  544 Visitas

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OCTAVO HÁBITO

DE LA EFECTIVIDAD A LA GRANDEZA

Stephen R. Covey

NUESTRA VOZ

La voz se encuentra en la intersección entre el talento (nuestros dones y puntos fuertes naturales) la pasión (las cosas que nos infunden vigor, que nos apasionan, nos motivan y nos inspiran de una manera natural), la necesidad (incluyendo lo que necesita el mundo) y la conciencia esa vocecita interior que nos dice qué está bien y que nos impulsa a hacerlo) Cuando nos dedicamos a un trabajo que aprovecha nuestro talento y alimenta nuestra pasión, que surge de una gran necesidad en el mundo a la que nuestra conciencia nos impulsa a responder, ahí se encuentra NUESTRA VOZ, nuestra vocación, LA CLAVE DE NUESTRA ALMA.

Dentro de cada uno de nosotros se encuentra un anhelo profundo, innato y casi inefable de encontrar nuestra voz en la vida. La explosión revolucionaria y exponencial de internet es una de las manifestaciones modernas más claras de esta verdad. Puede que Internet sea el símbolo perfecto del nuevo mundo, de la economía de la información de los trabajadores del conocimiento y de los drásticos cambios que se han producido. En su libro Cluetrain manifiesto, publicado en 1999, Locke, Levine, Searls y Weinberger lo expresan así:

Todos estamos volviendo a encontrar nuestras voces. Aprendiendo a hablarnos los unos a los otros. En el interior, en el exterior, se está desarrollando una conversación que hace cinco años no se daba y que no se había visto mucho desde los inicios de la revolución industrial. Ahora abarcando todo el planeta por medio de internet y de la World wide web, esta conversación es tan vasta y multifacética que es inútil intentar averiguar sobre qué versa. Versa sobre mil millones de años de esperanza, de temores y de sueños reprimidos codificados en hélices dobles que serpentean, sobre el flashback y el dejá vu colectivo de nuestra extraña y desconcertante especie. Es algo muy antiguo, elemental y sagrado, algo muy, muy extraño que se ha liberado en las tuberías y en los cables del siglo xxi.

En esta conversación hay millones y millones de hilos, pero al principio y al final de cada uno hay un ser humano.

El ardiente deseo que inspira la web es señal de un anhelo tan intenso que sólo se puede entender como algo espiritual. Un anhelo indica algo que falta en nuestra vida. Y lo que falta es el sonido de la VOZ HUMANA. El atractivo espiritual de la web es la promesa del retorno de la voz.

En lugar de describir aún más esta voz, la ilustraré mediante la historia real de un hombre. Cuando conocí a Muhammad Yunus, fundador del Grameen Bank –una organización excepcional fundada con el único objetivo de extender los microcréditos hasta las gentes más pobres de BANGLADESH_ LE PREGUNTE CUANDO Y COMO HABIA TENIDO SU VISION: Dijo que al principio no había tenido ninguna visión. Simplemente había visto a alguien que tenia UNA NECESIDAD, había intentado satisfacerla y la visión se empezó a desarrollar. La visión de Muhammad Yunus de un mundo sin pobreza se puso en marcha tras un suceso que se produjo en las calles de Bangladesh. Mientras le entrevistaba para la columna sobre el LIDERAZGO que publico en diversos periódicos, me relató la historia.

Todo empezó hace veinticinco años. Enseñaba economía en una universidad de Bangladesh. El país se encontraba en plena hambruna. Me sentía fatal. Ahí estaba yo, enseñando las elegantes teorías de la economía en el aula con todo el entusiasmo de un recién doctorado por una universidad estadounidense. Pero cuando salía del aula veía esqueletos por todas partes, gente esperando a morir.

Sentía que todo lo que había aprendido, todo lo que estaba enseñando, eran fantasías que no tenía sentido para la vida de la gente. Así que empecé a intentar averiguar cómo vivía la gente del poblado que había junto al campus de la universidad. Quería saber si, como SER HUMANO, había algo que pudiera hacer para retrasar o impedir la muerte aunque sólo fuera la de una sola persona. Abandoné esa perspectiva a vista de pájaro que te lo deja ver todo desde arriba, desde el cielo. Y adopté el punto de vista de una lombriz, tratando de ver lo que tenía delante, tratando de olerlo, de tocarlo, para ver si podía hacer algo al respecto.

Hubo un incidente concreto que me llevó en una nueva dirección. Conocí a una mujer que hacía taburetes de bambú. Después de hablar mucho con ella descubrí que solo ganaba dos centavos de dólar al día. No podía creer que alguien pudiera trabajar tanto y hacer unos taburetes de bambú tan hermosos sacando tan poco beneficio. Me explicó que al no tener dinero para comprar el bambú para hacer los taburetes, tenía que pedir dinero prestado al comerciante y éste le imponía la condición de que sólo le vendiera los productos a él y los precios que él dictara.

Y eso explicaba los dos centavos: estaba virtualmente encadenada por esa persona. ¿Y cuánto costaba el bambú? “Pues unos veinte centavos. Y si es muy bueno, veinticinco”, me dijo. Pensé: ¿La gente sufre por veinte centavos y no hay nadie que pueda hacer nada al respecto?”. Estuve considerando si debía darle veinte centavos a la mujer, pero se me ocurrió otra idea: hacer una lista de personas que tuvieran esta necesidad de dinero. Llamé a uno de mis estudiantes y tras visitar el poblado durante varios días acabamos haciendo una lista de cuarenta y dos personas en esas condiciones. Cuando sumé la cantidad que necesitaban en total, me llevé la sorpresa más grande de mi vida: ¡el total ascendía a veintisiete dólares! Me sentí avergonzado por formar parte de una sociedad que ni siquiera podía ofrecer veintisiete dólares a cuarenta y dos seres humanos muy trabajadores y hábiles.

Para librarme de aquella vergüenza saqué el dinero de mi bolsillo y se lo entregué a mi estudiante. Le dije”da este dinero a las cuarenta y dos personas que hemos conocido y diles que es un préstamo y que me lo pueden devolver cuando puedan. Mientras tanto, que vendan sus productos a quien se los pague bien”

“Lo único que se necesita para que triunfe

el mal es que los hombres buenos no hagan nada”

EDMUND BURKE

Recibir aquel dinero les llenó de entusiasmo. Y aquel entusiasmo me hizo pensar. “Y ahora, ¿qué hago? Pensé en la sucursal bancaria que había en el campus de la universidad y fui a ver al director para proponerle que les prestara dinero. ¡Se quedó de piedra! Me dijo:

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