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Ontología Y Evaluación De Teorías De Conceptos En Ciencia Cognitiva**


Enviado por   •  6 de Junio de 2012  •  4.284 Palabras (18 Páginas)  •  862 Visitas

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Ontología y evaluación de teorías de conceptos en ciencia cognitiva**

Los conceptos desempeñan un rol central en los procesos cognitivos que subyacen a la conducta inteligente. La centralidad que los conceptos tienen en la vida mental está muy bien expresada en la frase con la que Gregory Murphy comienza su libro The big book of concepts —una excelente revisión de los hallazgos que sobre el tema ha hecho la psicología cognitiva experimental en los últimos veinte años:

“Los conceptos son el pegamento que sostiene nuestro mundo mental. Cuando entramos a una habitación, probamos un nuevo restaurant, vamos al supermercado a comprar provisiones, visitamos al médico o leemos un relato, debemos apoyarnos en nuestros conceptos del mundo para que nos ayuden a comprender lo que está sucediendo.”(2002:1)

La descripción de Murphy rescata la intuición que casi todos tenemos acerca de la importancia que revisten los conceptos para explicar nuestros comportamientos inteligentes. Lo que parece obvio en este nivel intuitivo, se transforma en materia de interesantes debates al interior de la ciencia cognitiva a la hora de formular teorías que especifiquen de manera clara y fundada en la evidencia el rol de ‘pegamento’ —para utilizar la expresión de Murphy— que desempeñan los conceptos en nuestra vida mental. Junto con ello, las teorías de conceptos apelan de forma explícita o implícita a cuestiones relativas a la naturaleza de los conceptos; cuestiones que van más allá de lo podría estar sustentado por la evidencia experimental. Las numerosas teorías que actualmente están en oferta en el campo [1] pueden organizarse por los distintos grados de énfasis que otorgan, por un lado, a la calidad de la evidencia experimental que las sustenta y, por otro, a la plausibilidad de los argumentos trascendentales tendientes a mostrar que tal o cual propiedad abstracta es (o no es) esencial a los conceptos. Así, las teorías de conceptos en ciencia cognitiva podrían clasificarse, al menos para los propósitos de lo que quiero exponer aquí, en tres grupos:

(i) aquellas que basan fuertemente la teorización acerca de los conceptos en el respaldo evidencial obtenido mediante la aplicación de procedimientos confiables (Murphy 2002)[2] y que conforman el grupo más numeroso;

(ii) aquellas que, pese a ser declaradamente aproximaciones filosóficas a los conceptos por su carácter programático, se apoyan en una interpretación de algunos hallazgos experimentales considerados significativos, en virtud de la satisfacción de un algún criterio no muy claramente especificado, y son, en virtud de ello, sugerencias para articular teorías empíricas (Prinz 2003; Clark y Prinz 2004);

(iii) por último, hay un pequeño número de propuestas teóricas que abordan problemas netamente filosóficos acerca de la naturaleza de los conceptos (por ejmeplo, Fodor 1998 y Peacocke 1992) y que, supuestamente, sugerirían cuáles son los fundamentos sobre los que podrían erigirse las teorías empíricas señaladas en (i) o las mixtas o programáticas señaladas en (ii).

Las teorías agrupadas bajo (i) disputan su lugar de hegemonía en el campo a haciendo uso de los procedimientos usuales de evaluación de teorías. La relación de dependencia entre las formulaciones teóricas y los hallazgos experimentales desempeñan un rol crucial. Son estos últimos los que en última instancia determinan cambios en las formulaciones teóricas. Los datos experimentales, si es que son confiables, y dado el mínimo de presuposiciones teóricas, pueden ser considerados como evidencia suficiente, aunque provisional, para mantener ciertas generalizaciones o reformularlas. Las reformulaciones de las generalizaciones no son radicales, sino más bien agregan factores causales, o los desagregan según lo dicte la evidencia. Dado su marcado carácter experimental dichas teorías no prestan mayor atención a factores causales más abstractos ya que es difícil respaldarlos por evidencia experimental. Adicionalmente, se considera que las cuestiones relativas a la naturaleza de los conceptos solamente pueden ser abordables sobre bases experimentales. Si son más abstractas o si contienen presuposiciones no susceptibles de ser respaldadas por evidencia que surja de dichas bases se consideran más bien como objeto de discusión filosófica. El rotulo ‘discusión filosófica” bien puede ser interpretado en este caso como conducente a cofusiones por su ausencia de respaldo experimental.

Las teorías que se agrupan bajo (ii) hacen depender las afirmaciones sobre la naturaleza de los conceptos sobre los que podrían llamarse hechos salientes de la cognición. Algo es considerado como un hecho saliente de la cognición cuando está respaldado por uno o más hallazgos experimentales que han tenido un alto impacto en las diversas áreas de investigación de la ciencia cognitiva —entre otras, la neurociencia cognitiva, la vida artificial, la cognición situada, la cognición corporalizada, la cognición distribuida. Así concebidos, los hechos salientes de la cognición determinarían cuál es la naturaleza de los conceptos, excluyendo de este modo cualquier hecho o reflexión emanada de hechos no salientes u obvios, como lo son, por ejemplo las explicaciones de psicología popular o las arquitecturas que de algún modo son compatibles con dichas explicaciones mentalistas.

Articular un esbozo de teoría o un programa de investigación sobre la base de los hechos salientes de la cognición tiene dos dimensiones. Por una parte, es una estrategia intelectual para teorizar sobre la cognición desde una perspectiva distinta a la cognitivista y mentalista tradicional. Por otra parte, apela a buscar factores causales de la conducta inteligente que serían más complejos que los postulados por la concepción hegemónica.

Las teorías del grupo (iii) están más cercanas a la reflexión clásica en filosofía de la mente con un fuerte énfasis en cuestiones ontológicas. Pese a que tienen en cuenta las teorías de conceptos respaldadas en la evidencia experimental, dicha evidencia no es crucial cuando se construyen argumentos relativos a la naturaleza de los conceptos. Lo que dichas teorías buscan es individuar aquellas propiedades que son esenciales a los conceptos. Las condiciones de individuación de esas propiedades pueden justificarse a través de argumentos trascendentales. Los enunciados que constituyen esos argumentos se refieren a un ámbito que está más allá de la evidencia experimental. Si alguna de las premisas de dichos argumentos se funda en algún tipo de evidencia experimental, se considera que no es suficiente para desprender una conclusión de carácter ontológico. La evidencia experimental está directamente relacionada con procedimientos que permiten

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