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Origen Y Justificación Del Estado Y Sus Doctrinas


Enviado por   •  6 de Agosto de 2014  •  3.040 Palabras (13 Páginas)  •  206 Visitas

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Contenido

Algunas teorías sobre el origen del estado

Como hemos planteado en la introducción desde nuestro punto de vista existen dos grandes teorías para explicar la organización social y su “evolución” en todos los aspectos ya sean estos infraestructurales (economía), estructurales (política) y superestructurales (ideología y cultura).

La primera de estas dos grandes teorías es la de armonía social, entendida en el sentido de que existe una tendencia interna dentro de cada sociedad que la conduce a reproducirse a si misma dentro de un esquema de colaboración entre sus integrantes, corrigiendo, al tiempo, aquellos elementos que pueden tender al desequilibrio o adaptando según sus necesidades, aquellos aspectos novedosos para la misma.

Origen del estado

Si bien puede considerarse que el deseo de mandar es innato, el ser humano ha civilizado el instinto de dominación, transformándolo en la autoridad. Y ha creado el Estado para legitimarla.

Las sociedades humanas, desde que se tiene noticia, se han organizado políticamente. Tal organización puede llamarse Estado, en tanto y en cuanto corresponde a la agregación de personas y territorio en torno a una autoridad, no siendo, sin embargo, acertado entender la noción de estado como única y permanente a través de la historia.

De una manera general, entonces, puede definírsele como la organización en la que confluyen tres elementos, la autoridad, la población y el territorio. Pero, esta noción ambigua obliga a dejar constancia de que si bien el Estado ha existido desde la antigüedad, sólo puede ser definido con precisión teniendo en cuenta el momento histórico.

Del estado de la Antigüedad no es predicable la noción de legitimidad, por cuanto surgía del hecho de que un determinado jefe (rey, tirano, príncipe) se apoderase de cierto territorio, muchas veces mal determinado, sin importar el sentimiento de vinculación de la población, generalmente invocando una investidura divina y contando con la lealtad de jefes y jefezuelos regionales. Así fueron los imperios de la antigüedad, el egipcio y el persa, entre ellos.

La civilización griega aportó una nueva noción de estado. Dado que la forma de organización política que la caracterizó correspondía a la ciudad, la polis, se acordaba a la población una participación vinculante, más allá del sentimiento religioso y sin poderes señoriales intermedios. Además, estando cada ciudad dotada de un pequeño territorio, su defensa concernía a todos los ciudadanos, que se ocupaban de lo que hoy se llama el interés nacional.

En el régimen feudal prevalecieron los vínculos de orden personal, desapareciendo tanto la delimitación estricta del territorio como la noción de interés general. El poder central era legítimo pero débil y los jefes locales fuertes, al punto que éstos ejercían atributos propios del príncipe, como administrar justicia, recaudar impuestos, acuñar moneda y reclutar ejércitos.

Y, finalmente, el estado moderno incorpora a la legitimidad, heredada del feudal, la noción de soberanía, un concepto revolucionario, tal como señala Jacques Huntzinger,5 quien atribuye el paso histórico de una sociedad desagregada y desmigajada, pero cimentada en la religión, a una sociedad de estados organizados e independientes unos de otros.

Pero, este estado moderno, surgido de la aspiración de los reyes a desembarazarse de los lazos feudales y de la jerarquía eclesiástica, el estado – nación, la unión de un poder central, un territorio y una población alrededor del concepto revolucionario de la soberanía, habría de conocer dos formas, dos definiciones diferentes, la primera, el estado principesco y la segunda, el estado democrático.

El estado principesco, se caracterizó por el poder personal ejercido uniformemente sobre un territorio estrictamente delimitado. El príncipe era el soberano, con atribuciones internas y externas. Dentro de su territorio, cobraba impuestos y producía leyes de carácter general.

Aplicadas coercitivamente, mediante el monopolio de la fuerza pública. Internacionalmente, representaba y obligaba a su Estado.

Y el estado democrático, surgido de las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa, trasladó la soberanía del príncipe a la nación. Sus poderes fueron asumidos por organismos surgidos de consultas a la población, mediante reglas de juego previa y claramente definidos. Y al igual que en las polis griegas, el sentimiento patriótico se desarrolló y con él los de pertenencia, civismo e interés nacional.

Sea que se practique la democracia o sólo se adhiera verbalmente a ella, el proceso histórico descrito ha llevado a la extensión del estado - nación como forma política. Los principios desarrollados en Europa y Norteamérica se propagaron con la descolonización producida durante el siglo XX y así, tal como afirma Huntzinger, se “ha llegado a universalizar el modelo de estado – nación de tal modo que el planeta, ahora, se encuentra poblado de estados.

Justificación del estado

El problema de la justificación del estado implica el examen racional de porque manda el que manda y porque obedece quien obedece, a fin de determinar porque los seres humanos deben dedicar una parte de su actividad y sujetar su conducta a la acción del poder en el Estado. En relación con este problema se encuentran las cuestiones de la finalidad de la organización política y la legitimidad de la autoridad como encarnación del poder en el estado. Estas cuestiones están todas implícitas en el problema de la justificación del poder, tema dominante en la Teoría del Estado, por la cuestión de la necesidad de fundamentar racionalmente el poder político, porque este se nutre y existe en función de su justificación. Es claro que resulta indispensable para este poder tanto en lo espacial como en lo personal sus caracteres de dominante e irresistible y el aspecto teleológico, si se quiere, que es su finalidad respecto de la realización del orden social, acreditar las razones de la dominación que ejerce y de la obediencia que imperativamente exige. En la forma política moderna dicha respuesta se expresa en términos jurídicos el elemento modal de la estructura es la dominación legal, en virtud de lo cual el poder se transforma en un poder jurídico, cuya existencia se justifica como intermediario y ejecutor e intérprete de la idea de derecho que tiene una comunidad determinada en un momento dado de su vida, conforme al modelo ideológico imperante de dicha comunidad o el sistema de creencias y valores que en este ordenamiento influya.

El problema de la

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