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A Propósito De Los Exámenes. Manuel María Ponce


Enviado por   •  10 de Marzo de 2013  •  2.261 Palabras (10 Páginas)  •  305 Visitas

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Ponce, Manuel. “A propósito de los exámenes.” Revista Musical de México 1, no. 6 (15 octubre 1919)

Se nota ya entre los alumnos del Conservatorio la actividad precursora del período de exámenes. Por todas partes, en el remozado edificio, se escucha el tecleo en los pianos de estudio que, en pasados tiempos, fueran el orgullo del señor Bablot y ahora, con todos los achaques de la ancianidad, sufren aún la torturadora rebeldía de manos inexpertas que los martirizan con infinitas repeticiones de los ejercicios de Czerny o de Lebert y Stark. Las cantantes, por su parte, lanzan a los cuatro vientos sus más dulces rugidos recordando a la Raisa; los violinistas ensayan sus dedos sobre las cuatro cuerdas paralelas ejecutando los más peligrosos saltos y dislocaciones, ejercitando el meñique en el difícil equilibrio de la séptima posición tal Robledillo sobre el alambre; algún cellista busca entre las cuerdas de su instrumento sol secretos de divino Casals; los contrabajos roncan soñando en la tempestad de la Sinfonía Pastoral y entre esa baraúnda musical salta, a veces, la fresca nota de un oboe pastoril.

—¡Ya vienen los exámenes! se oye decir por doquiera y este grito estudiantil nos sugiere algunas reflexiones que juzgamos pertinente apuntar aunque sea con brevedad.

Estamos convencidos de que el examen, padre de la rutina, aniquila en el discípulo todo espíritu de iniciativa individual y mata en él la noción de desinterés en el estudio. Los jóvenes se preparan para estas pruebas académicas como los potros para las carreras, según la frase de un pensador inglés. Es ciego y mecánico el estudio; se destruye en el educando la única fuente de verdadero progreso: la investigación personal. El cuestionario es la estrecha caja en la que se entierra el porvenir científico o artístico de los discípulos.

Una protesta firmada por más de cuatrocientas autoridades en las diversas ramas de las ciencias y las artes, corrobora ampliamente nuestras anteriores afirmaciones. Entre los que suscriben ese importante documento se cuentan personalidades tan conspicuas como Max Müller y Sayce, filólogos; Grant Allen, Bastian, Carpenter, Deware, William Crookes y Wagner, naturalistas; Bryce, ministro de Comercio y Stuart Blackie, venerable pedagogo; Lord Armstrong, industrial afamado; Harrison Y Romanes, filósofos; Freeman y Troude, historiadores; Browing y Bridgin Teale, higienistas; las señoras Besant y Graham, escritoras; Burne Jones, pintor; Layarde, astrólogo y muchos otros hombres igualmente ilustres.

A continuación reproducimos los más importantes párrafos de dicha protesta, tomándolos del excelente estudio del Dr. Giner de los Ríos, titulado “O educación o exámenes”... “La emulación, dicen los firmantes de la protesta, una de las formas inferiores de la lucha animal por la existencia, desmoraliza, obliga a desatender los fines superiores de la educación y hace imposible la diversidad y originalidad en ésta, imponiendo a todos un tipo único: el que ha de dar la victoria en el concurso. El maestro, esclavizado a una tarea servil, no puede consagrar lo mejor de sus fuerzas a aquello que más responde a su vocación y que él realizaría con superior desempeño; sino a ese ideal de satisfacer a los examinadores: todo lo de más es, o perjudicial, o cuando menos artículo de lujo, a que no hay tiempo ni posibilidad de atender. Mientras tanto, por su parte, el discípulo tiene que encogerse de hombros ante la idea nueva, la investigación original, el punto de vista personal y fresco, que es lo único que puede despertar su interés, abrir su espíritu, dilatar su horizonte, fortalecer su inteligencia y su amor al saber y al trabajo. ¿De qué le sirve todo esto en el examen?...

”En tales condiciones, la opinión pública, atraída artificialmente hacia el éxito en esas luchas, es imposible que forme idea de la verdadera importancia de la educación nacional, de su estadio, sus tipos, sus necesidades. No hay más que una necesidad: ser aprobado, llevarse la nota, el premio, la plaza.

”El sacrificio de las facultades superiores, a la rutina; el rápido olvido de la que de ese modo y con tal fin se “aprende”; el cultivo obstinado de la superficialidad para tratarlo todo, compañera inseparable de la incapacidad para tratar a fondo nada; el deseo, no de saber, sino de parecer que sabemos; la presión para improvisar juicios cerrados sobre cosas arduas y difíciles que engendra la osadía, la ligereza, la falta de respeto, la indiferencia por la verdad; la subordinación de la espontaneidad y la sinceridad al convencionalismo de las respuestas a un programa; la habilidad para cubrir con la menor cantidad de sustancia el mayor espacio posible; la disipación y anarquía de fuerzas; el disgusto de todo trabajo que no tiene carácter remunerativo... he aquí los gravísimos males de un sistema pedagógico, al cual los autores de la protesta llaman “un cuerpo sin alma”, que trae consigo por necesidad la corruptio optimi y suprime las más nobles influencias para una sana educación.

”Pues, por este camino, al joven ya no le importa comprender el mundo en que vive, las fuerzas que ha de manejar, la humanidad a que pertenece, ni trazarse un ideal elevado para su conducta. a Este ideal, se sustituye otro, separado de aquél por un abismo, y que, salvo para el desesperado esfuerzo de una exigencia momentánea, es completamente infecundo. Y, hasta aquéllos que son capaces de sentir otra clase de estímulos, se les fuerza a doblegarse a la conquista del éxito, la fama y el dinero. Los firmantes notan, en ese punto, lo que todo profesor y aún todo hombre de mudo está harto de observar; el fenómeno frecuentísimo de estudiantes brillantes y victoriosos, que, luego, jamás han logrado rebasar el límite de una vulgar insignificancia. Sus fuerzas mentales y sus fuerzas morales: todo llevó en ellos el mismo camino de perdición. Parecía que habían agotado el conocimiento y vencido en la lucha de la vida; cuando apenas habían cruzado el umbral de uno y otra”.

Algunos de los eminentes hombres de ciencia que firmaron la Protesta, han expresado aisladamente su manera de pensar, acerca de los exámenes.

Max Müller dice: “En mi Universidad (Oxford) el placer del estudio ha acabado; el joven no piensa sino en el examen. Verdad es que, sin libertad, aquel placer no puede existir, y no se le deja libertad alguna; los textos y la dirección forzosa de todo el trabajo escolar, que no le permite extraviarse a la derecha ni a la izquierda, le van produciendo de año en año una verdadera “náusea”, que comienza por el fárrago indigesto, cuya deglución se le impone, y acaba por extenderse

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