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Reflexiones Sobre La Práctica De Residencia.


Enviado por   •  20 de Agosto de 2012  •  1.989 Palabras (8 Páginas)  •  2.970 Visitas

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Toda finalización de un proceso merece un profundo análisis, una reflexión y un cierre a modo de conclusión que nos permita reunir las vivencias y rescatar de ellas aquellos aspectos que nos ayudan a construirnos como docentes en este paso por la formación académica. En este informe intentaré plasmar lo que aconteció en el marco de la propuesta del Campo de la Práctica Docente de cuarto año, de la Carrera Profesorado de Educación Especial, a cargo de la docente Señora Mariel Echeverría, en el período de seis semanas previstas según el cronograma pautado por la docente y la pareja pedagógica, constituida por quien escribe, la alumna María Gabriela Guarino y la alumna Myriam Jara. Por empezar la docente de Cátedra, en un momento previo al comienzo de la residencia, nos expresa las posibilidades respecto de las escuelas y grupos donde era factible que desarrolláramos nuestras prácticas. Al escuchar como opción esta escuela donde se está llevando a cabo un proyecto de integración de un grupo de seis niños con discapacidad intelectual, y que las docentes trabajan en pareja pedagógica, nos ofrecemos y expresamos nuestro interés por vivenciar la experiencia ya que la “Integración”, como parte y contingencia de las trayectorias integrales de muchos de los niños/as y adolescentes que pasan por la modalidad de educación especial, ha sido en los tres primeros años de carrera la realidad educativa en la cual hemos tenido menor implicancia y la que encierra mayores desafíos en la actualidad, según criterio personal. Desde el comienzo nuestra recepción se dio en un clima de apertura. Todo acercamiento, desde el comienzo, a mi entender no llevó una carga de resistencia de parte de las maestras, otros docentes, auxiliares, directora y demás personas que son parte de la institución cuestión que difirió en mucho con otras experiencias años anteriores. Este clima se sostuvo a lo largo de todas las semanas que allí estuvimos y verdaderamente expresa el espíritu, al menos, de una intencionalidad de inclusividad. Las escuelas inclusoras, o que lo son potencialmente, no cuestionan la presencia de otros actores del sistema, en este caso de nosotras estudiantes de la carrera de educación especial, porque implícitamente entienden que el discurso pedagógico no es privativo de la institución sino que son muchos los que forman parte de él. El discurso pedagógico comprende el universo de los marcos teóricos y las prácticas en todos los escenarios educativos posibles. Espacios en los que se observa, se reflexiona, se reconceptualiza lo dado para la transformación de la realidad del sistema educativo, que excede en mucho la cotidianeidad de las escuelas. Es significativo destacar todo lo antes dicho porque en lo que se presenta a continuación, a saber, algunas conflictivas recortadas para el análisis pertinente y oportuno, podría vislumbrarse una discrepancia. Pero lo que se presenta como discrepante no necesariamente es opuesto. A veces las discrepancias son parte un mismo proceso de transición, y bien sabemos, que las transiciones en esta época de desligadura, ruptura, complejidad y crisis se hacen necesarias para quebrar con paradigmas que se tornan inoperantes en medio de la pluralidad existente, diversidad que se palpa, se respira, diversidad que nos deja perplejos, nos asombra y nos llena de interrogantes. Justamente los interrogantes nos llevan a una búsqueda constante de respuestas. A quienes nos decimos cuestionadores pero respetuosos de lo que da vida a las escuelas nos supone una carga que no pesa, pero que a veces nos genera una extrañeza y en parte un desconcierto que constituye el motor de cada pensamiento, cada acción, cada escrito, el impulso a buscar conocimientos, estrategias, herramientas para intervenir en esa “vida” que en la mayor parte de los casos se da en términos de conflicto. Cada vez que entré en una escuela lo primero que noté fue una fuerte incomodidad por la presencia “del extraño” pero no en esta oportunidad. Aquí se hace necesario reflexionar el porqué de lo antes mencionado. El extraño viene a romper con la estructura, al menos, temporalmente. El extraño observa, registra. La mirada intimida, molesta. Cada vez me pregunté y aún o hago: ¿por qué asedia la mirada del extraño? ¿A qué se teme? ¿Acaso quienes se sienten observados desconfían del sentido de ese “mirar”? Creo que en parte la respuesta beneficia a los observados por sobre los observadores porque mirar, registrar e interpretar la realidad, para luego hacer una propuesta superadora no es ni ha sido algo sencillo. Requiere de una conducta, de consideración por las personas que se constituyen en el objeto de análisis, rigor conceptual y un profundo sentido ético. Claro, no olvido que soy estudiante y por ello es la desconfianza. Actualmente y por tradición se coloca al practicante o residente en un lugar de aprendiz. Esto trae implícita la idea que el alumno en formación docente va a una escuela solo a aprender cómo enseñar. Pero la intención de las prácticas de residencia además de aprender es realizar aportes para trascender lo dado. Tengo la estima de ser parte de una formación que intenta forjar y formar un nuevo docente. Un docente que no necesite solo de la híper-especialización, del conocimiento de métodos, axiomas, saberes específicos, etc., sino que tenga la firme convicción que la docencia merece una revisión de “la postura frente al otro”. Líneas arriba dije con claridad “no notamos incomodidad en esta oportunidad”, y también dije que esta escuela tiene las características de una escuela que por lo menos “intenta” preciarse de inclusora. A la vez vi claramente, cada día, una extrema rigidez en “las formas”, en la metodología, en los tiempos, el uso de los espacios, los vínculos entre docentes y niños, normas y pautas de conducta y aún en las sutiles estrategias segregativas, a veces no tan sutiles, de la escuela pública. De las vivencias que más impactaron y aún hoy producen hondas reflexiones en mi puedo mencionar lo que sobrevenía en cada jornada con un niño en particular de esos llamados “problemáticos”. Un niño, al fin, que demostraba en cada una de sus conductas

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