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Retorica Aristoteles


Enviado por   •  26 de Agosto de 2013  •  2.708 Palabras (11 Páginas)  •  353 Visitas

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9. Los objetivos de Aristóteles en su Retórica: 1I. La retórica psicológico-ético-política

Una vez garantizado el carácter de “arte”, de tékhne, de la retórica, gracias a que su cuerpo está constituido por el entimema y el ejemplo (parádeigma) (1356a 34), controlables por la dialéctica, se trata ahora de recordar que en el proceso del discurso retórico, que es un proceso ético-político, existen tres factores, pues aparte del discurso retórico argumentativo y persuasivo propiamente dicho, están presentes en la actividad retórica empíricamente considerada el alma del orador y las almas de los oyentes y sus respectivos caracteres y pasiones (1356a1).

El discurso retórico (en forma de entimema o ejemplo )“prueba o parece probar” (1356a4), pero el carácter del orador y la emotividad del oyente son también estrategias persuasivas, písteis (1356a1).

El discurso retórico, que es un discurso persuasivo, no se puede quedar plasmado en el papiro o grabado en la mente del orador, sino que se ejecuta en un proceso en el que entran en juego las almas del orador que habla y las de sus conciudadanos que le escuchan.

La retórica, a partir de este momento, siguiéndole la pista al discurso retórico, se reviste de las galas de la política, es decir, de la sociabilidad humana y, por tanto, de la ética y de la ciencia de las almas (lo que más tarde será la psicología) para penetrar en el estudio complejo de la comunicación retórica.

Creo que la metáfora clave para entender el giro que experimenta la Retórica de nuestro filósofo en este determinado momento es la que dice que “la retórica se reviste con el atuendo de la política” (1356a 27). Y de este mismo atuendo –añade– se apropian también unos por falta de formación, otros de fanfarronería u otras causas poco confesables, pero, en realidad –insiste–, la retórica posee un núcleo similar al de la dialéctica, o bien, sencillamente, es una parte de ella (1356a28).

La retórica desnuda que se apoya en la dialéctica sirve para justificarse como “arte”, como conjunto sistemático de conocimientos teórico-prácticos, pero luego se reviste con el atuendo de la política.

Esto es así porque el hombre es un animal político y hace retórica en sociedad y, al ser político, es necesariamente ético (la ética y la política son inseparables una de otra, pues la primera se subordina a la segunda) (Aristóteles, Ética a Nicómaco 1094a27), y, por consiguiente, la retórica se presenta normalmente revestida de las galas de la política y de la ética, y, por ende, de la ciencia de las almas, esa ciencia que Platón reclamaba como indispensable auxiliar de un “arte retórica” (Fedro 271b).

¡Qué duda cabe de que en la actividad retórica el empírico Aristóteles reconocía la existencia de la tensión de almas entre el orador y su auditorio, de la misma manera que su maestro Platón y él mismo reconocían la fuerza “arrastradora de las almas”, psicagógica, de la obra poética! (Platón, Minos 321a; Aristóteles, Poética 1450b17).

¿Cómo dejar fuera del arte de la retórica las almas y los caracteres del orador y de los oyentes? ¿Cómo olvidarse de los factores emocionales de todo discurso que pretenda ser persuasivo?

Lo justo –dice Aristóteles– sería usar la retórica para competir con los hechos mismos, “demostrar que el hecho es tal o que no lo es, que sucedió o que no sucedió”(1354a27), de modo que todo lo que quedara fuera de la demostración resultara superfluo, pero por la depravación del oyente (1404a5) hay que acogerse a todas las estrategias persuasivas del acto de habla retórico propio del hombre como animal político y no dejar ninguna a su aire, a la improvisación. Y éstas son fundamentalmente el atractivo y fiable carácter del orador (êthos) y la emotividad del oyente (páthos).

Por eso el Estagirita, sin conciencia de estar incurriendo en una contradicción, nos amplía la definición de la retórica.

Ya no es la mera disciplina teórico-práctica correlativa de la dialéctica, o sea, “la facultad de contemplar la capacidad de persuasión de cada caso” (1355b25), que era la que la justificaba como arte gracias a su fundamentación correlativa o “antistrófica” sobre la dialéctica, ni el arte de “ver los medios de persuadir que hay en cada caso particular” (1355b10), definición que asimismo apoyaba la dimensión dialéctica de la retórica, sino “una ramificación de la dialéctica y de la ética política” o, mejor dicho, de la política que engloba a la ética o ciencia de los caracteres (1356a25).

Ésta es la definición de la retórica revestida ya con el necesario atuendo de la política (1356a 27). Esta retórica responde al requisito platónico de atender a las almas de los oyentes para adaptar a ellas el tipo de discurso que más les convenga (Fedro 271b).

No hay, pues, contradicción ninguna entre ambas definiciones, porque la retórica es una cosa y otra. La retórica es dialéctica aplicada a la confección de un argumento persuasivo y es también y a la vez ética política aplicada a la persuasión propia del discurso retórico.

El cuerpo de la persuasión y, por tanto, el cuerpo de la retórica, que está constituido por la argumentación del entimema y del ejemplo (parádeigma), configura su dimensión de “arte” correlativa a la dialéctica, y así es la causa de que no sea indiferente defender la verdad, la justicia y el bien o sus contrarios, porque la verdad, la justicia y el bien son siempre más fáciles de argumentar y más capaces de generar persuasión que sus contrarios (1354a15 y 1355a21).

Pero este cuerpo de la retórica, cuerpo o fundamento de la persuasión (1354a15), que es esencialmente el entimema, se reviste, en cuanto actividad político-social que es, del ropaje que le proporcionan la ética y la política, pues ambas disciplinas son el ámbito en el que la retórica debe moverse (pues la retórica sirve para actuar entre conciudadanos que deliberan sobre asuntos comunes, cuestiones ético-políticas que “pueden ser también de otra manera” (1357a24), cuestiones que se suelen tratar en la ciudad (1357a1) y porque, justamente por esa precisa razón, ética y política suministran a la retórica la mayor parte de los temas sobre los que versa).

La retórica en acción es, por consiguiente, un núcleo de actividad correlativa a la dialéctica y un ropaje o atuendo ético-político, dado que en el discurso retórico alguien –un ciudadano– dirige un discurso persuasivo a alguien –un conciudadano– o a todo un colectivo de conciudadanos.

La diferencia entre el modelo retórico del Fedro y la reelaboración aristotélica de la Retórica es que

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