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Teorias Del Estado


Enviado por   •  29 de Octubre de 2013  •  7.084 Palabras (29 Páginas)  •  210 Visitas

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Hobbes

Thomas Hobbes (1588-1679) nació a destiempo. Con miedo. Así lo describe Ferdinand Tönnies en su biografía de Hobbes:

En esa primera sensación está seguramente la clave para entender la obra política de Hobbes. Una brillante racionalización del miedo, una larga meditación por la seguridad. Las ideas filosóficas de Hobbes están marcadas, como apunta Sorell, por dos sacudimientos muy importantes. El primero es local, político, peligroso e irracional según Hobbes. Era la Guerra Civil. La segunda era racional y benéfica. Era el sacudimiento de la ciencia que había provocado Galileo.

Desde muy joven, Hobbes estudia en Oxford. Ahí entra en contacto con la filosofía aristotélica y entra al servicio de la familia Cavendish. Gracias a ella sigue sus estudios y viaja por Francia e Italia. En 1629 sale a la luz su primera publicación: una traducción de Los ocho libros sobre la guerra del Peloponeso, de Tucídides. Hobbes se convirtió un serio estudiante de la geometría. La posibilidad de extraer conclusiones incontrovertibles de axiomas le resultaba extraordinariamente atractiva. Así su intención intelectual sería lograr traducir ese método a las cuestiones filosóficas y, en particular, a la filosofía civil. Alrededor de 1631 conoce a Galileo, unos años después a Gassendi.

Pero la vida de Hobbes no transcurre alcolchonada entre libros e ideas. Hobbes vive durante los tiempos más dramáticos de la historia inglesa. Ya mecionamos las condiciones en las que nació; al comienzo del siglo xvii se inició la rebeldía del Parlamento en contra de Carlos I; en 1649 fue decapitado el rey.

Razón y estilo

La filosofía política de Thomas Hobbes fue concebida como parte de su sistema filosófico. La política no forma parte de un universo hermético sino que se encuentra sumergido en el universo de las cosas prensibles por la razón. El sistema filosófico está sellado por el método. Ese es el argumento de Michael Oakeshott: la filosofía política de Hobbes forma parte de su sistema filosófico no porque ambos sean gobernados por los principios de la mecánica, sino porque ambos son filosóficos. (3) Para el autor del Leviatán, pensar filosóficamente es razonar y razonar es conectar causas y efectos. “Todo se comprende mejor por sus causas constitutivas” escribe Hobbes en el De Cive. Con ese hilo causal se entrelaza la soberanía con la óptica, la ley con la anatomía, el trono con la astronomía.

Filosofía es ciencia. Conocimiento de causas y efectos. El modelo del razonamiento estricto deja de ser la historia, siempre sujeta a la conjetura y empieza a ser la geometría. Así se observa en el Leviatán, obra del Hobbes maduro. Se trata de una muestra de la evolución del pensamiento de Hobbes. Resulta interesante que la primera obra de Hobbes consistió, como decíamos, en la traducción de la obra histórica de Tucídides, La Guerra del Peloponeso. Durante esta etapa Hobbes está sumergido aun en la óptica de la historiografía: el pasado es la fuente del conocimiento político. Pero, poco a poco, Hobbes va alejándose de la historia. Hobbes se deslumbra por el progreso de las disciplinas matemáticas y las ciencias de la naturaleza. Se propone, así, hacer del estudio del hombre un estudio científico riguroso. “La geometría --escribe en el Leviatán-- es la única ciencia que Dios se complació en comunicar al género humano.” Así sus textos de madurez se desprenden de las referencias históricas. Un pasaje del Leviatán ilustra esta preferencia de la filosofía sobre la historia. Para realizar ciertas cosas existen reglas infalibles que no pueden ser igualadas con toda la experiencia del mundo. Así la geometría o la ingeniería. Es conocimiento no vivencia. La política no es mera práctica, como el tenis. Su entendimiento no está en el estudio de los libros sino en la observación del hombre y en la deducción lógica. Ese es su proyecto: una ciencia política construida a la manera de la geometría. Razonar es computar: suma y resta. Por ello hay que dejar los libros de Aristóteles en el estante y empezar desde las partículas, esto es, desde las palabras. La ciencia política no puede fundarse en el recurso de autoridad, la cita de un filósofo muerto. El lenguaje, esa “marca del recuerdo,” expresa la verdad y la falsedad de las cosas. “La verdad consiste en la correcta ordenación de los nombres de nuestras afirmaciones.” De ahí la importancia cardinal de las definiciones, cimiento del entendimiento y, como veremos, del orden político. Este párrafo es elocuente:

Esto pone de relieve cuán necesario es para todos los hombres que aspiran al verdadero conocimiento examinar las definiciones de autores precedentes, bien para corregirlas cuando se han establecido de modo negligente, o bien para hacerlas por su cuenta. Porque los errores de las definiciones se multiplican por sí mismos a medida que la investigación avanza y conducen a los hombres a absurdos que en definitiva se advierten sin poder evitarlos, so pena de iniciar de nuevo la investigación desde el principio. De aquí resulta que quienes se fían de los libros hacen como aquellos que reúnen diversas sumas pequeñas en una suma mayor sin considerar si las primeras sumas eran o no correctas; y dándose al final cuenta del error y no desconfiando de sus primeros fundamentos, no saben qué procedimento han de seguir para aclararse a sí mismos los hechos. Limítanse a perder el tiempo mariposeando en sus libros, como los pájaros que habiendo entrado por la chimenea y hallándose encerrados en una habitación, se lanzan aleteando sobre la falsa luz de una ventana de cristal, porque carecen de iniciativa para considerar qué camino deben seguir. Así en la correcta definición de los nombres radica el primer uso del lenguaje , que es la adquisición de la ciencia.

De esta manera, el Leviatán se convierte en un brillante diccionario de mecánica, psicología, antropología y política. Memorables definiciones recorren el libro. Curioso: el entendimiento tiene como enemigo la ambigüedad de las palabras, el uso incorrecto de las definiciones. Hobbes expresa particularmente su desconfianza de las metáforas que no son más que fraudes verbales. Sin embargo, no hay obra más llena de metáforas sugerentes que el Leviatán. Hobbes se lanza a una cruzada en contra las metáforas, pero felizmente las usa una y otra vez. El Estado es un monstruo, una máquina, un reloj, un hombre artificial; la ley es una cadena artificial, el Estado decae y se enferma... David Johnston argumenta que esto se debe a que esa obra clásica es más que una obra de ciencia política. Es un acto político. No trata simplemente de explicar, sino de convencer, de mover la acción. Es por ello que recurre a la imagen. De

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