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Triangulo De Las Bermudas


Enviado por   •  10 de Enero de 2013  •  2.796 Palabras (12 Páginas)  •  661 Visitas

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EL MISTERIOSO TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS

A juzgar por los diarios de navegación de los primeros capitanes españoles, comenzando por Colón, el Triángulo de las Bermudas ha sido siempre una zona de peligro, de misterio, y a menudo incluso de fatalidad.

Antes de tocar Tierra en su primer viaje, Colón experimentó ya un anticipo de lo insólito: primero, la visión de las "aguas resplandecientes" de las Bahamas, y luego, de lo que parecía una bola de fuego que dio la vuelta a la nave capitana para hundirse finalmente bajo el mar.

La brújula de a bordo sufrió inexplicables perturbaciones. El pánico de los marineros llegó al máximo; incluso se temió un motín.

En septiembre de 1494, Colón observó las evoluciones de un "monstruo marino" a la altura de La Española, la isla que hoy se encuentra repartida entre Haití y las República Dominicana.

El navegante, según la costumbre de la época, lo interpretó como signo precursor de tempestad, por lo que hizo asegurar las naves.

El mismo año, un curioso "torbellino de viento" envió a tres de sus barcos al fondo después de "haberlos hecho dar vueltas como una peonza tres o cuatro veces. sin tormenta ni mala mar".

En 1592, durante otra expedición, mientras se encontraba descansando en el puerto de Santo Domingo, sintiendo llegar la tempestad, sugirió al gobernador de La Española, su viejo adversario Bobadilla, que aplazara la partida de sus treinta galeones cargados de oro y plata con destino a la madre patria.

El gobernador desoyó olímpicamente la advertencia de Colón con el resultado de que, unos días después, veintiséis de los treinta barcos desaparecían con sus tesoros y sus tripulaciones en la tormenta. Eran las primeras víctimas registradas por la historia, imputables al misterioso Triángulo de las Bermudas.

Trampa para aviones.

Eran las diez y media de la noche del 29 de enero de 1948, cuando el enorme cuatrimotor inglés de pasajeros Star Tiger comunicó por radio que se encontraba en su ruta, a cuatrocientas millas de Bermudas y rumbo a Kingston, con veintiséis pasajeros y su tripulación a bordo.

El tiempo era bueno y no había ninguna novedad. Éstas fueron sus últimas noticias. El Star Tiger desapareció sin dejar rastros. No hubo ningún otro mensaje ni se descubrió la más mínima huella de accidente, ni siquiera un rastro de aceite en el mar qué lo hiciera suponer. Simplemente se esfumó en el aire con todos sus pasajeros.

Tras abandonar las nieblas londinenses, el Star Tiger, un Tudor IV perteneciente a la compañía British American Airways, había hecho escala primero en Lisboa y después en la Azores.

En la fecha fatídica el avión debía detenerse aún en el aeropuerto de Kindley Field, en las Bermudas, antes de alcanzar su destino: la ciudad de Kingston, en Jamaica.

A las 22,30 Kindley Field captaba un mensaje del capitán Macmillan, el piloto del Star Tiger: "Nuestra posición aproximada: 640 kilómetros al norte de ustedes. Contamos con aterrizar a la hora prevista. Condiciones meteorológicas y mecánicas excelentes".

La llegada a las Bermudas estaba prevista para poco después de la medianoche, pero el avión, tras el mensaje del capitán Macmillan, no volvería a dar señales de vida.

Treinta aviones, diez barcos y más de un millar de hombres partieron en búsqueda del Star Tiger. Pero el avión había desaparecido para siempre junto con los tripulantes y los pasajeros. Jamás se encontró ningún resto, ninguna huella, nada, absolutamente nada.

El informe sobre la investigación realizada concluyó con un escueto "parece que una causa exterior puede más que el hombre y que la máquina".

El 17 de enero de 1949, a las 7,45 de la mañana, el capitán J. C. McPhee se elevó en el Ariel en la pista de las Bermudas para dirigirse a Kingston, Jamaica, a unas mil millas de distancia.

El Ariel, avión gemelo del infortunado Star Tiger, llevaba combustible para diez horas extra de vuelo, para el caso de presentarse alguna emergencia.

A los cuarenta minutos de haber dejado las Bermudas, el capitán McPhee envió un mensaje radial informando que había alcanzado la altura de crucero, que el viento y el tiempo eran espléndidos y que esperaba llegar a Jamaica a la hora prevista. Fue lo último que se supo del avión y sus tripulantes.

La Marina norteamericana estaba precisamente de maniobras al sur de las Bermudas: un acorazado, portaaviones, cruceros y destructores, todos los cuales interrumpieron sus ejercicios para explorar el sector situado entre estas islas y Jamaica, donde se suponía debían encontrarse restos del Ariel.

Tras señalar un avión de línea un extraño resplandor verde sobre el océano, a trescientas millas de las Bermudas, dos destructores corrieron hacia ese punto: no había más que un mar en la más perfecta calma.

Tanto el Star Tiger como el Ariel fueron víctimas de una tragedia similar a la ocurrida el 5 de diciembre de 1945, con los Avengers y el Martin Mariner.

El Triángulo de las Bermudas empezó a ser conocido con ese nombre como resultado de la desaparición de seis aviones de la Marina norteamericana y sus tripulaciones ocurrida precisamente en esa fecha.

Los primeros cinco aviones que desaparecieron, aparentemente en forma simultánea, estaban cumpliendo una misión rutinaria de entrenamiento con un plan elaborado para seguir el curso de vuelo triangular.

Dicho vuelo debía comenzar en la estación aeronaval de Fort Lauderdale, Florida, para luego seguir trescientos kilómetros hacia el Este, setenta y cinco kilómetros hacia el Norte y enseguida regresar a la base, siguiendo un rumbo sudoeste.

Según lo señala Charles Berlitz, en su famoso libro sobre este triángulo fatídico, las Bermudas dieron su nombre a una región conocida indistintamente como "Triángulo del Diablo", "Triángulo de la Muerte", "Mar de la Mala Suerte", "Cementerio del Atlántico", etc.

El motivo principal es que esta zona se hizo notar en la época en que el vértice del vuelo triangular desde Fort Lauderdale estaba en línea directa con las Bermudas.

Ocurre también que las Bermudas parecieran ser el límite Norte, tanto de las primeras como de las últimas desapariciones

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