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Valores Humanos


Enviado por   •  9 de Julio de 2011  •  2.083 Palabras (9 Páginas)  •  1.486 Visitas

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El reto es hacer a los hombre más humanos, con los valores que la educación consigue trasmitirles.

Oratoria Discurso De Valores Humanos

Muy buenos días Profesora Lucy queridos compañeros, público presente: este día quisiera expresarles mi conocimiento y mi punto de vista acerca de la solidaridad y el egoísmo

¿Qué es solidaridad? ¿Por qué existe esto? son preguntas que se me vinieron primero a la mente al hacer este discurso. La verdad es que no me esperaba el tener que investigar para realmente poder sacar un concepto sobre esto ya que pensé que lo tenia definido, después de pensar mucho acerca del tema deduje que La solidaridad trasciende a todas las fronteras: políticas, religiosas, territoriales, culturales, etc. Para instalarse en el hombre, en cualquier ser humano, y hacer sentir en nuestro interior la conciencia de una “familia” al resto de la humanidad. También creo que la solidaridad implica afecto: la fidelidad del amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir propiamente un deber de justicia, pero si es un deber de solidaridad..Al hace este concept me di cuenta que la solidaridad nace del ser humano y se dirige esencialmente al ser humano. La verdadera está llamada a impulsar los verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los individuos y las naciones, está fundada principalmente en la igualdad universal que une a todos los hombres. Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a la realidad intrínseca de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.

El egoísmo es el amor excesivo que tiene una persona a si misma El egoísmo es diferente al amor propio, que es necesario y saludable, porque el egoísta no siente amor hacia su persona sino desprecio y quiere todo para él porque se siente miserable y vacío.

Buda decía que si la gente no se odiara tanto a si misma, habría menos sufrimiento en el mundo, porque el odio hacia si mismo se proyecta con agresividad y violencia.

El hombre egoísta...

La crisis ha abierto de sopetón la puerta de un tiempo de cambio. El mundo descubre la necesidad de retomar ideales arrinconados. Obama ha hecho una apelación rotunda a la esperanza asentada en los fundamentos espirituales del pueblo americano, esto es, en sus convicciones duraderas. Hoy España ha de reencontrar también esa senda. Urge componer un discurso de fondo que dé vigor a la tarea pendiente. Un discurso acorde con la grandeza de objetivos que el momento nos demanda. Un discurso de valores vertebrado sobre tres ejes esenciales a partir de los cuales plasmar un proyecto con vocación de mayoría.

En primer término es preciso afirmar la razón de la idea nacional. Durante los últimos años se ha despreciado esta cuestionando incluso la existencia sustantiva de la nación española. Se ha negociado con la unidad de su cuerpo jurídico. Se ha querido descoyuntar sus elementos distintivos. Se ha pretendido reescribir artificialmente la historia conforme a las obsesiones y complejos de unos cuantos. Frente a eso se hace imprescindible recuperar el significado profundo de nuestra identidad colectiva. España es mucho más que una amalgama de territorios en disputa. España es mucho más que un frío andamiaje administrativo. España es mucho más que una polémica inútil movida al socaire de las pretensiones soberanistas del nacionalismo radical. Por eso hoy es obligado conjugar otra vez un pleno sentido de país que convierta la apelación al patriotismo en el impulso clave de la lucha por un futuro mejor.

En segundo término es preciso afirmar la dimensión trascendente de la persona en el contexto del orden social. El ejercicio de la libertad no puede ser nunca ajeno a ella. No se trata de establecer concepciones morales dimanantes de un credo concreto pero sí de recordar la fundamentación ética que ha de presidir el desarrollo de la convivencia organizada para evitar que esta se embrutezca. Cuando se relativiza aquella se restan límites al crecimiento expansivo del poder y se desprotege la esfera íntima de la autonomía individual frente al intento de asentar el dictado del pensamiento único y sus secuelas alienantes. Hace falta insistir en la expresión del humanismo como elemento rector del derecho, la economía y la política so pena de aceptar que el ciudadano devenga en mero súbdito y que el Estado invada impunemente las conciencias e impregne en estas el sello del adoctrinamiento y de la propaganda.

En tercer término es preciso afirmar una visión renovadora de la vida pública que la limpie y la prestigie. Se ha de acentuar en esta la honradez absoluta, el rechazo al sectarismo, la búsqueda del bien general y el abandono de la crispación estúpida. Se ha de cuidar el respeto a las creencias ajenas, la ejemplaridad en la conducta, la insumisión frente a la mezquindad y el engaño, la moderación y el sentido común. Se ha de incentivar la lealtad, la tolerancia, la generosidad, la transparencia, la austeridad, la responsabilidad y el esfuerzo sin condiciones. Se ha de primar la autenticidad, la excelencia, la altura de miras, la cercanía a la gente, la sencillez, el coraje y la sinceridad en la intención y en la palabra. Se ha de gestar liderazgo y confianza para hacer que España se reencuentre con todas sus capacidades colectivas. Se ha de aportar aire fresco, ilusión y sueños que atraigan, convenzan y emocionen.

En definitiva, sobre estos tres pilares hay que levantar un compromiso de cambio que ponga fin a la disgregación de la idea nacional, a la deshumanización del individuo frente al Estado y a la corrupción de los modos políticos. Un compromiso de cambio que fortalezca el alumbramiento de un nuevo espíritu cívico dispuesto a devolver a la sociedad su protagonismo en el diseño del porvenir patrio. Un compromiso de cambio que retome el sentido fundacional de los motivos de nuestra transición democrática. Un compromiso de cambio que profundice en las exigencias de la solidaridad, la igualdad, el progreso, la justicia y la equidad a fin de articular un proyecto social reformista que haga de la lucha contra la crisis una oportunidad para corregir cuantos desequilibrios estructurales restan coherencia al sistema en perjuicio de los más necesitados. Un compromiso de cambio inorillable que no cabe aplazar.

Ahora ya no es tiempo de fríos tecnicismos programáticos inválidos para despertar la fuerza de los sentimientos. Es tiempo de decisiones acertadas pero es ante todo un tiempo de valores. Hay que convocar a los españoles a una empresa de calado histórico. Hay que llamarles

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