1968 – 1973 EL FINAL DEL RECREO
Enviado por Nona Cerna • 13 de Abril de 2016 • Biografía • 12.201 Palabras (49 Páginas) • 476 Visitas
1968 – 1973 EL FINAL DEL RECREO
INTRODUCCIÓN
El momento histórico comprendido entre 1968 y 1973 constituye una etapa específica en la conformación de la contemporaneidad. Aquel período, en marcado por dos crisis globales -la social de 1968 y la económica de 1973- presenció la irrupción de unos factores políticos, sociales, económicos e internacionales propios de un mundo transformado que contrastaban con los fundamentos de los sistemas construidos después de la Segunda Guerra Mundial y anunciaban un llueva modelo de sociedad.
Un proceso de transformaciones palpable en el orden interno de los Estados como en la evolución de la vida internacional, El impulso de una conciencia contracultural y la formulación de alternativas político-sociales expresaban los deseos de cambio dentro de las sociedades mientras los dogmas del sistema económico (estabilidad financiera obre la hegemonía del dólar y crecimiento material continuado) se hundían ante las dificultades monetarias y el alza del precio del petróleo. En el marco internacional, la rígida bipolaridad de la primera guerra fría daba paso a una disten ión, definida por el diálogo soviético-americano y una estructura del poder mundial más multipolar.
1968: un fenómeno colectivo transnacional
El año 1968 presenció la mayor movilización de protestas de la posguerra. Una ola de contestación surgió y se extendió de manera simultánea por multitud de puntos del globo, en un fenómeno colectivo transnacional, Lugares tan alejados como París, Praga, México, Tokio, Washington, Varsovia, Milán o Berlín fueron centros activos de marchas, manifestaciones, ocupaciones o huelgas. Cualquiera de las zonas en que estaba estructurado el mundo (Occidente. países socialistas y Tercer Mundo) vivieron acontecimientos históricos vinculados a ese ciclo de luchas. Si en Francia la atención giró en torno al "mayo francés", y en Checoslovaquia a la «primavera de Praga", Japón presenció la revuelta de los Zengakuren, Venezuela las luchas contra la ocupación militar de la Universidad de Maracaibo, Argentina las denuncias de la dictadura del general Onganía y México la tragedia de los 325 estudiantes masacrados por el ejército en la Plaza de Tlatelolco. Etapa de contestación en un tiempo donde todo parecía cuestionarse de la mano de una nueva generación, la juventud, que convertida en una fuerza social creciente sometía a su visión crítica los valores de las sociedades constituidas. A su lado, la clase trabajadora mostró también signos de disconformidad, aun cuando su protesta tuvo siempre un tono menor.
El carácter transnacional de esas movilizaciones vino motivado no sólo por su simultaneidad, el protagonismo del colectivo juvenil o la dimensión espacial adquirida, sino también por la convergencia en lo principios defendidos y la naturaleza de las demandas planteadas. Evidentemente cada uno de los acontecimientos de 1968 nació en un contexto nacional específico, a partir de situaciones y concepciones propias y sobre planteamientos singulares, Sus dimensiones, formas y consecuencia difirieron entre si. La contestación en las sociedades industriales del centro contrastaba con las surgidas en la periferia, países en vías de desarrollo o Tercer Mundo. Sin embargo, y aun reconociendo esa heterogeneidad, las protestas compartieron una misma comunidad de aspiraciones, alcanzadas mediante análogas estrategias y acciones. Todas expresaron un unánime rechazo al autoritarismo y al propio concepto de autoridad, fueran cuales fueran sus formas de vertebración (política, social, económica, cultural, internacional o familiar) y denunciaban el orden establecido, en nombre de la libertad, la justicia o la autodeterminación de los pueblos. Una globalización de la libertad recorría el mundo. Sus protagonistas -tanto en el oeste como en el este- creían estar defendiendo una causa común. Si en la Europa oriental la lucha nada contra el estalinismo, exigiendo reformas democráticas y nuevos caminos para la construcción del socialismo, en Occidente la crisis cuestionaba el capitalismo tecnocrático y sus formas de dominación individual, así como la actuación imperialista de los Estado Unidos. Hablar del 68, como elemento unitario, o de los 68, si destacamos sus peculiaridades, resulta en ambos caso acertado.
El resultado de estos acontecimientos fue desigual. En el mundo occidental los proyecto de transformación social y política defendidos por la juventud fracasaron. Los gobiernos retornaron pronto el control, procediendo a la reinstauración del orden. La agitación careció de repercusiones políticas notables y salvo casos concretos (Francia y por poco tiempo) la estabilidad institucional estuvo siempre garantizada. Y es que los acontecimientos de 1968 fueron un fenómeno de rebeldía que no puede confundirse con un proceso revolucionario. Los estudiantes nunca lograron arrastrar a otros colectivos sociales en una lucha por la conquista y ocupación violenta del Estado. Aunque hubo importantes formas de solidaridad, casi en ningún país los obreros respaldaron a los universitarios, Estudiantes y trabajadores en rebeldía simultánea, pero separadamente.
Ahora bien, el impacto creado por la contestación no pasó desapercibido a los responsables políticos que tras las desmovilizaciones auspiciaron un ciclo de reformas a fin de restaurar un nuevo consenso social. Esos jóvenes -se argumentaba-, élites de sus naciones en el futuro, no podían salir del pulso entablado con sus esperanzas frustradas, amargados o resignados a un mundo por el que habían cobrado repugnancia. Desde otra óptica, el 68 abrió una brecha en las sociedades en términos culturales, de mentalidades y comportamientos, aunque sus efectos solo podrían sentirse a largo plazo. El feminismo, la conciencia ecológica, una nueva solidaridad internacional, el posmaterialismo y posconsumismo -con su rechazo frontal del paradigma hegemónico productivista-, la negación de las consecuencias siempre beneficiosas de la civilización industrial y una revalorización de la autonomía personal fueron ejemplo evidentes. Ahí 1968 significó un antes y un después. La paradoja resultó clara: la derrota política abriría un período de cambios que madurarían posteriormente. Para Jesús Ibáñez, «mayo de 1968 triunfó mediante su fracaso, porque, fracasado como revolución, triunfó como reforma».
En la Europa oriental el panorama fue diferente: la derrota de las aspiraciones reformistas en Polonia y de las transformaciones en Checoslovaquia, ahogadas por la intervención militar del Pacto de Varsovia, cerraron la opción de cambio en las democracias populares.
La contestación en Occidente: el rechazo a los valores de la sociedad capitalista.
En el mundo occidental, el prodigioso crecimiento material y el bienestar social experimentado desde mediados de los cincuenta –los «Treinta gloriosos de Fourastié» comenzaron a mostrar sus limites cuando tres crisis consecutivas, social (1968), monetaria (1971) y económica (1973), alteraron la vida de los Estado capitalistas y obligaron a la adopción de nuevas políticas.
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