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Consecuencias Del Debilitamiento De La Figura Presidencial


Enviado por   •  24 de Abril de 2013  •  4.167 Palabras (17 Páginas)  •  338 Visitas

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CONSECUENCIAS DEL DEBILITAMIENTO DE LA FIGURA PRESIDENCIAL

El cambio político en México se ha dado de forma centrípeta, es decir, de los Estados hacia el centro, pero la mayoría de los estudios acerca del presidencialismo han dejado al margen las implicaciones que la competitividad en la provincia ha tenido sobre la democratización del sistema político nacional.

Pocos han observado cómo este proceso llevó al declive de actores políticos fuertes tradicionales, tales como el gobierno federal, la Presidencia de la República o en algunos aspectos las corporaciones y sindicatos, pero también a la renovación o el regreso de otros, como los Gobernadores y los “hombres fuertes”. El regreso de estos personajes a un primer plano en la política nacional evidencia los equilibrios políticos nacionales invertidos, una vez que han sido debilitados los mecanismos que permitían la existencia de un centralismo, desde el cual se imponían a los Estados presupuestos, impuestos, planes, políticas y candidatos. En el presente ensayo se discuten los efectos de la democratización local sobre el sistema político. Se intenta mostrar la manera en que se han ido ajustando los Gobernadores a la nueva dinámica posautoritaria y cómo han logrado asociarse en la CONAGO (Conferencia Nacional de Gobernadores), que es como un contrapeso al poder que el Presidente todavía ejerce sobre los Estados.

Para tal efecto, el tema se desarrolla desde la Teoría de las Élites ya que encuadra de manera perfecta en el pensamiento neoliberal de finales del siglo pasado, como una respuesta a la caída de los paradigmas colectivistas en el mundo político concreto y la crisis de identidad de las ideologías progresistas. Se asume como Ciencia Política al proceso de reflexión sobre la convivencia humana y los diferentes esquemas de organización y distribución del poder social, se puede afirmar que esta actividad ha acompañado al hombre desde sus orígenes. Con Maquivelo se encuentra la expresión más definida de la responsabilidad del gobernante concreto en la conducción de la cosa pública. En su obra El Príncipe está contenido el germen de una teoría elitista del ejercicio del poder. Basándose en un racionalismo pragmático, Maquiavelo hace depender de la “virtud” y habilidad personales de los gobernantes el éxito o fracaso de la acción de gobierno.

Wilfredo Pareto igualmente hace una valiosa aportación a la teoría sociológica en su concepto de la sociedad como sistema en equilibrio, dice Timasheff (p. 204). La visión paretiana, aunque habla de “equilibrio”, no es estática: es un sistema dinámico con entradas y salidas, con fuerzas encontradas que ocasionan temporales desequilibrios que son de inmediato corregidos. El equilibrio es contrarrestado por la desigualdad de los elementos, y ésta a su vez es paliada por aquél. (Cfr.Alonso:60-63). Pareto llamó élite a los que componen el grado superior de los individuos que, por ocupar los grados superiores de la riqueza y el poder constituyen la élite política o aristocrática.

En toda sociedad organizada las relaciones entre individuos son relaciones de desigualdad, causada por la distribución inequitativa del poder, que en sus diversas formas, el determinante es el poder político. Los que detentan el poder siempre son una minoría y su dominio consiste en que la clase política pueden ser pocos y tener intereses comunes. Un régimen se distingue de otro por el distinto modo en que las élites se organizan y ejercen el poder.

La competencia en las entidades puede ser clasificada como democrática ya que permitió la celebración ininterrumpida de procesos electorales, pero entre 1929 y 1988, el PRI (Partido Revolucionario Institucional) ganó todos los escaños y las gobernaturas y sólo “perdió” algunas curules en el Congreso de la Unión. Lo cual pudiera ser explicado como el resultado del ejercicio de una “metafísica del trabajo” en palabras de C.W. Mills.

Para los partidos de oposición, a los que no les era permitida la competencia en igualdad de circunstancias, las elecciones presidenciales eran sólo un ritual por medio del cual se perpetuaba el sistema político, que un medio para competir de forma abierta por el poder. La hegemonía de un partido y la no competencia de las elecciones fueron las características de la política mexicana durante un largo periodo de tiempo, algo similar a la “identidad de clase”, práctica parecida a la “metafísica militar” de Mills. La crisis de este sistema vino en la competencia electoral. A finales de la década de los ochenta, los triunfos del PRI comenzaron a reducirse y su tendencia a la baja en los sufragios ya no cambiaría, excepto en 1991. Analogando las elecciones presidenciales y de diputados de 1979 y las elecciones del 2000, el descenso de votación por el PRI alcanzó aproximadamente el 35%.

Cualquier indicador que se construya, evidencia que el sistema autoritario se adelgazó casi en su totalidad. En los Estados fue más patente. El descenso de votación por el PRI en lo local pasó de casi 98% de todos los escaños en sus manos en 1974 a tan sólo 49% en 1999.

Las capitales ganadas por partidos de oposición observaron un considerable aumento de 1979 a 1999, de 90 triunfos de la oposición sólo 24 tuvieron lugar antes de los noventa. De 31capitales, 24 fueron ganadas por partidos opositores en el periodo de la transición a la democracia.

Una muestra de elecciones para la gubernatura en seis Estados evidencia de qué manera ha disminuido el margen de triunfo entre el primero y el segundo lugares (a mayor margen menor competitividad), al pasar de 68% en 1985 a un promedio de 7% en 2003. Si se analiza caso por caso, puede observarse que en Estados como Campeche el cambio ha sido sorprendente. Desde esta perspectiva, la democratización en nuestro país está asociada a fuertes procesos de descentralización, producto de la imaginación sociológica de los actores políticos regionales. En los Estados y en los Municipios del mismo modo se experimentaron mucho antes los fenómenos de alternancia y la pluralidad. En ciertas regiones se manifestó más fuertemente el pluralismo, como en el norte de la República, donde los controles nacionales fueron más débiles. Roderic Al Camp, al respecto dice:

“Esta nueva raza de políticos, y posiblemente también un nuevo tipo de político del PRI, son producto de un cambio enorme en la política mexicana. Como demostrara Alonso Lujambio en un estudio reciente, en tan sólo diez años –de 1988 a 1998- el porcentaje de la población que ha vivido gobiernos municipales no controlados por el PRI se incrementó quince veces, de 3 a 50%. La importancia de la competencia partidista y el pluralismo a niveles local

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