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Confeccionada en base al texto homónimo de Sigmund Freud, en Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu Editores.


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2015  •  Resúmenes  •  2.013 Palabras (9 Páginas)  •  220 Visitas

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PSICOLOGÍA 2015

COORDINADORA: MG. ANALÍA E. BERTOLOTTO

                                            Ficha de cátedra

“Duelo y melancolía”

Lic. Matias De Ambrosio

(Confeccionada en base al texto homónimo de Sigmund Freud, en Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu Editores.)

Introducción

Considerar con mayor detenimiento al duelo y la melancolía, nos ofrece la posibilidad de comprender mecanismos psíquicos complejos de una forma bastante accesible. Basta considerar que se trata de un proceso (en el caso del duelo), del cual todos hemos tenido alguna experiencia, directa o indirecta, para notar que poseemos alguna clase de saber sobre el mismo. Haciendo uso de esa ventaja, conceptualizaremos primero al duelo, develaremos su funcionamiento y la importancia de su acción y luego nos ocuparemos de la melancolía, intentando descifrar algunos puntos en apariencia inexplicables. De este modo lograremos ir mas allá del sentido común y la intuición, a fin entender en forma más completa, los mecanismos subyacentes del funcionamiento de ambos procesos, y por ende, del aparato psíquico.

Concepto de Duelo

Si tuviésemos que definirlo, diríamos que el duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. Entre las consecuencias posibles del mismo se encuentran: profundo malestar, falta del interés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de amar, inhibición de toda productividad. Cosa muy digna de notarse es que a pesar de que el duelo puede traer consigo tales desviaciones de la conducta normal en la vida, nunca se nos ocurre considerarlo un estado patológico ni remitirlo al médico para su tratamiento. Confiamos en que pasado cierto tiempo se lo superará, y juzgamos inoportuno y aun dañino perturbarlo. Este generalizado desinterés por el mundo en general, contrasta con la energía con que se recuerda y se llora a aquello perdido. Freud nota que el duelo es un trabajo, y que, por ende, conlleva un gran gasto de energía.

Duelo como trabajo

Ahora bien, ¿en qué consiste el trabajo que el duelo opera, y por qué implica tal gasto de energía? Podríamos imaginarlo del siguiente modo: La realidad nos muestra que el objeto amado ya no existe más. Ante esta realidad, dice Freud, se impone la necesidad de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. Recordemos que por libido, Freud entiende energía, carga afectiva. Sería algo así como retirar el contenido afectivo de cada enlace con el objeto perdido. El enlace no desaparece, incluso siempre queda asociado a un resto de carga; no obstante el trabajo que el duelo opera, permite que grandes montos de energía depositadas en un objeto que ya no está, puedan volver a circular. Intentemos ponerlo en perspectiva para comprender mejor esto que acabamos de señalar. Perdemos algo o alguien querido. A él nos unen muchos enlaces, recuerdos, imágenes, pensamientos, etc. Cada vez que aparece el recuerdo de algún momento significativo en compañía del ser perdido, una carga afectiva se hará presente (lo que ocasionara llanto, tristeza, desazón, etc.). Es fundamental que podamos percatarnos de la diferencia entre la representación y el afecto, o sea, entre un pensamiento, o una imagen (que son del orden de la representación), y el afecto, la carga emotiva que conllevan. Si bien se presentan juntos (la representación y el afecto), son dos elementos diferentes. El trabajo del duelo es el de separarlos, a fin de poder darles otro uso a ese monto afectivo. Sin el necesario trabajo del duelo, una gran mayoría de nuestra carga afectiva quedaría adherida a los primeros objetos de amor, lo cual nos dificultaría muchísimo el encuentro con otros objetos.

Singularidad y duelo

Hagamos un breve paréntesis para dar lugar a una aclaración importante. El psicoanálisis enseña que nadie abandona de buen grado una posición libidinal. ¿Qué quiere decir esto? Que si estamos de duelo, es porque lo que se perdió nos daba alguna clase de satisfacción. Lacan señala que solo estamos de duelo por aquel para quien hemos sido su falta. Esta definición tiene la ventaja de poner en evidencia un elemento clave: lo que se pierde con la falta del otro es algo propio, algo de lo que nosotros éramos para el otro. Ello nos ayuda a entender un poco mas por qué el duelo es algo tan doloroso. A su vez nos introduce en una dimensión fácilmente olvidada: la singularidad. Esta dimensión impide imaginar que existe un tiempo fijado de antemano para un duelo llamado “normal”. Son extremadamente diversas las relaciones que alguien puede establecer con un objeto amado. Incluso una misma persona puede sufrir muchos duelos a lo largo de su vida (es lo habitual), y que cada duelo, de acuerdo a la naturaleza de aquello perdido, sea diferente. No debería sorprendernos: sabemos que no estamos de duelo de la misma forma ante la pérdida de una mascota, o de un familiar querido, o ante la ruptura de una amistad, o de una pareja, o ante la pérdida de un trabajo, etc. Entonces, pensemos que el vínculo, la posición del duelante frente al mismo, el lugar que lo perdido ocupaba en la vida del sujeto y el lugar que creíamos ocupar en el otro, conforman un panorama único. Una vez que entendamos mejor ese panorama, podremos juzgar que clase de duelo está en juego.

Conclusiones sobre el duelo

Recapitulemos entonces las nociones básicas establecidas: el duelo es un proceso, es un trabajo, es necesario, no tiene un tiempo fijado de antemano, lleva gran gasto de energía y su objetivo es liberar montos de libido de sus enlaces para poder volverlos a utilizar. Continuemos. Lo normal es que prevalezca el acatamiento a la realidad. Pero la orden que esta imparte no puede cumplirse enseguida. El duelo, decíamos, se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía; y entretanto, la existencia del objeto perdido, continúa en lo psíquico. Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos, y en ellos se consuma el desasimiento de la libido. Pero de hecho, una vez cumplido el trabajo del duelo, el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido.

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