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Juan Pablo II


Enviado por   •  13 de Octubre de 2012  •  1.493 Palabras (6 Páginas)  •  530 Visitas

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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 24 de junio de 1987

Jesucristo, el Hijo enviado por el Padre

1. El prólogo del Evangelio de Juan, al que dedicamos a anterior catequesis, al hablar de Jesús como Logos, Verbo, Hijo de Dios, expresa sin ningún tipo de dudas el núcleo esencial de la verdad sobre Jesucristo; verdad que constituye el contenido central de la autorrevelación de Dios en la Nueva Alianza y como tal es profesada solemnemente por la Iglesia. Es la fe en el Hijo de Dios, que es “de la misma naturaleza del Padre” como Verbo eterno, eternamente “engendrado”, “Dios de Dios y Luz de Luz”, y no “creado” (ni adoptado). El prólogo manifiesta además la verdad sobre la preexistencia divina de Jesucristo como “Hijo Unigénito” que está “en el seno del Padre”. Sobre esta base adquiere pleno relieve la verdad sobre la venida del Dios-Hijo al mundo (“el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, (Jn 1, 14), para llevar a cabo una misión especial de parte del Padre. Esta misión (missio Verbi) tiene una importancia esencial en el plan divino de salvación. En ella se contiene la realización suprema y definitiva del designio salvífico de Dios sobre el mundo y sobre el hombre.

2. En todo el Nuevo Testamento hallamos expresada la verdad sobre el envío del Hijo por parte del Padre, que se concreta en la misión mesiánica de Jesucristo. En este sentido, son particularmente significativos los numerosos pasajes del Evangelio de Juan, a los que es preciso recurrir en primer lugar.

Dice Jesús hablando con los discípulos y con sus mismos adversarios: “Yo he salido y vengo de Dios, pues yo no he venido de mí mismo, antes es Él quien me ha mandado” (Jn 8, 42). “No estoy solo, sino yo y el Padre que me ha mandado” (Jn 8, 16). “Yo soy el que da testimonio de mí mismo, y el Padre, que me ha enviado, da testimonio de mí” (Jn 8, 18). “Pero el que me ha enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis. Yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado” (Jn 7, 28-29). “Estas obras que yo hago, dan en favor mío testimonio de que el Padre me ha enviado” (Jn 5, 36). “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra” (Jn 4, 34).

3. Muchas veces, como se ve en el Evangelio joánico, Jesús habla de Sí mismo —en primera persona— como de alguien mandado por el Padre. La misma verdad aparecerá, de modo especial, en la oración sacerdotal, donde Jesús, encomendando sus discípulos al Padre, subraya: “Ellos... conocieron verdaderamente que yo salí de ti, y creyeron que tú me has enviado” (Jn 17, 8). Y continuando esta oración, la víspera de su pasión, Jesús dice: “Como tú me enviaste al mundo, así los envié yo a ellos al mundo” (Jn 17, 18). Refiriéndose de forma casi directa a la oración sacerdotal, las primeras palabras dirigidas a los discípulos la tarde del día de la resurrección, dicen así: “Como me envió mi Padre, así os envío yo” (Jn 20, 21 ).

4. Aunque la verdad sobre Jesús como Hijo mandado por el Padre la pone de relieve sobre todo los textos joánicos, también se encuentra en los Evangelios sinópticos. De ellos se deduce, por ejemplo, que Jesús dijo: “Es preciso que anuncie el reino de Dios también en otras ciudades, porque para esto he sido enviado” (Lc 4, 43). Particularmente iluminadora resulta la parábola de los viñadores homicidas. Estos tratan mal a los siervos mandados por el dueño de la viña “para percibir de ellos la parte de los frutos de la viña “y matan incluso a muchos. Por último, el dueño de la viña decide enviarles a su propio hijo: “Le quedaba todavía uno, un hijo amado, y se lo envió también el último, diciendo: A mi hijo le respetarán. Pero aquellos viñadores se dijeron para sí: “Éste es el heredero. (Ea! Matémosle y será nuestra la heredad. Y asiéndole, le mataron y le arrojaron fuera de la viña” (Mc 12, 6-8). Comentando esta parábola, Jesús se refiere a la expresión del Salmo 117/118 sobre la piedra desechada por los constructores: precisamente esta piedra se ha convertido en cabeza de esquina (es decir, piedra angular) (cf. Sal 117/118, 22).

5. La parábola del hijo mandado a los viñadores aparece en todos los sinópticos (cf. Mc 12, 1-12; Mt 21, 33-46; Lc 20, 9-19). En ella se manifiesta con toda evidencia la verdad sobre Cristo

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