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De La Familia Medieval A La Familia Moderna


Enviado por   •  11 de Febrero de 2015  •  1.291 Palabras (6 Páginas)  •  378 Visitas

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PHILIPPE ARIES

El estudio iconográfico del capítulo precedente nos ha mostrado el nuevo lugar que ocupa la familia en la vida sentimental de los siglos XVI y XVII. Es interesante señalar que en esas mismas épocas se observan cambios importantes en la actitud de la familia para con el niño.

La familia se transforma profundamente en la medida en que modifica sus relaciones internas con el niño.

Después de haberlos conservado en el hogar hasta los siete o los nueve años se les coloca, tanto a los muchachos como a las muchachas, en casa de otras personas, para el servicio ordinario, donde se quedaran unos siete o nueve años.

Se les llama aprendices. Durante este tiempo, realizan todos los trabajos domésticos.

Pocos hay que lo eviten, ya que todos, cualquiera que sea su fortuna, envían a sus hijos a casa de los demás, mientras que reciben en sus casas a niños ajenos.» Insinúa que los ingleses recurrían a los hijos de otros porque creían estar así mejor servidos que por sus propios vástagos. En realidad, la explicación que daban los propios ingleses al observador italiano parece ser la adecuada: Para que los hijos aprendan los buenos modales.

Cuando leemos esos contratos sin deshacernos de nuestros hábitos mentales contemporáneos, no podemos decidir si el niño ha sido colocado como aprendiz (en el sentido moderno del término), como pupilo o como criado. El único servicio que se pudo concebir durante mucho tiempo, el servicio doméstico, no ocasionaba ninguna degradación, no despertaba ninguna repugnancia.

En el siglo XV existía toda una literatura en lengua vernácula, francesa o inglesa, que enumeraba en forma nemotécnica versificada los preceptor de un buen servidor. Claro es que ese servidor tenía que saber servir la mesa, preparar las camas, acompañar a su señor, etc. Pero ese servicio iba acompañado de lo que nosotros llamaríamos hoy da una función de secretario, de empleado. Nos damos cuenta de que no se consideraba como una situación definitiva, sino como una pasantía, un periodo de aprendizaje.

Así pues, el servicio doméstico se confundía con el aprendizaje, forma muy general de la educación. El muchacho aprendía con la práctica, y esa práctica no se limitaba a una profesión, tanto más cuanto que no había entonces, ni hubo durante mucho tiempo, límites entre la profesión y la vida privada.

A través del servicio doméstico, el amo transmitía a un muchacho, y no precisamente al suyo, el caudal de conocimientos, la experiencia práctica y el valor humano que se suponía debía poseer. Toda la educación se hacía, pues, mediante el aprendizaje, y se daba a esta noción un sentido mucho más amplio que el que tomo posteriormente.

No se conservaban los hijos en el hogar propio: se les enviaba a otras familias, con o sin contrato, para que permanecieran y comenzaran allí su vida, o para aprender los modales de un caballero, un oficio, o incluso para asistir a la escuela e instruirse en las letras latinas.

Ya antes observamos una ambigüedad existente entre el criado subalterno y el colaborador de mayor categoría, dentro de la misma noción de servicio doméstico.

La palabra «mozo» designaba al mismo tiempo a un jovencito y a un criado muy joven dentro del lenguaje de los siglos XVI y XVII; término que hemos conservado para llamar a los camareros de café.

Para parecer bien educado, no era suficiente saber comportarse en la mesa, como hoy día; era preciso además saber servirla.

El servidor era un niño, un muchacho, que o bien estaba colocado en la casa por un periodo limitado con el fin de compartir la vida de familia e iniciarse así a su vida de hombre, o estaba colocado sin esperanza de pasar algún día «de lacayo a señor», debido a la oscuridad de su origen.

En esta transmisión del aprendizaje directo de generación en generación no había espacio para la escuela. La escuela era

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