ETICA PROFESIONAL

El ejercicio del profesional radica en una correcta conducta hacia las situaciones adversas, confrontaciones y desafíos que nos expone el mundo real.

Formalmente, el profesional se describe como todo aquel que culminó sus estudios universitarios en una institución educativa con aval gubernamental que certifica al graduado mediante un diploma como idóneo para ejercer labores acorde a una rama del conocimiento específica o profesión.

Más que la presentación opulenta, pedante y prepotente de un cartón – que no es más que un reconocimiento certificado del cumplimiento y culminación de un pensum propuesto por una institución educativa -- que socio-económicamente os presenta como “profesionales académicos”, el ser profesionales debe ser asumido por todos y cada uno de los graduados como una condición en la que se cuenta con un enfoque intelectual que permite abordar situaciones, indagar posibilidades y proponer soluciones justificables a razón de conocimientos técnicos, razonamientos éticos y responsabilidad social. Temáticas y cátedras expuestas por la academia a lo largo de la culminación de un pregrado ultimado por muchos pero que sólo mediante el individuo particular puede culminar como habilidad o pericia para ser aplicado en los desafíos propuestos por el día a día dentro de un contexto global.

Los profesionales de hace un tiempo, se formaban bajo amplias bases sobre conocimientos técnicos, especialistas en diferentes ramas del conocimiento en las que la ejecución y la promesa de resultados alimentaban al sangriento y morboso mundo en que se presentaba como la oferta laboral en algún tiempo. Un cosmos que requería “animales” entrenados para atropellar al mundo, consumir los recursos necesarios para regurgitar cifras positivas y demostrar que sin importar “el número de bajas”, permitían a las compañías presentarse como entidades autosuficientes, sustentables ante juntas directivas y gremios, o como organizaciones comprometidas y participantes en el progreso y desarrollo de la sociedad.

Estos profesionales, ostentaban amplios conocimientos en sus diversas ramas de estudio, autoridad y veracidad en la toma de decisiones, y presentación de resultados ante sus directivos y funcionarios de alto nivel. Estos aspectos eran ampliamente atractivos para las empresas quienes requerían resultados a cualquier precio y sin consideración alguna.

Pero, ¿Realmente ejercían como profesionales por convicción o sólo se eran una especie de híbrido entre conocimiento y conducta inducida por la necesidad de permanecer activos en el agresivo mundo laboral?¿Hasta qué punto el ejercicio de la profesión se extendía a las restricciones de las empresas?

Naturalmente todo ejercicio profesional se ve directamente relacionado con el “nicho laboral” que la contiene, pero ¿realmente dicho “nicho” considera todas las variables relevantes para el correcto desempeño de su labor o simplemente se restringe a los factores de interés? Históricamente las empresas han evolucionado de un pensamiento netamente productor insensible cuyo interés básico radica puramente al producto final, pasando por el pensamiento industrial regido por los procesos hasta llegar al razonamiento actual en el cual el equilibrio industrial incluye armonía ambiental, certificación de los procesos y el factor humano como uno de los pilares necesarios para alcanzar el éxito. Dicha evolución evidentemente ha afectado el enfoque que se le ha venido inculcando a las profesiones a lo largo de los años.

En la actualidad, la concepción de profesional ha sido alcanzada por una variedad de consideraciones que antiguamente se consideraban irrelevantes o que en algunos casos ni se habían identificado. No es que se desconozca que el profesional debe lograr objetivos y a groso modo es contratado para lograr lucro a la empresa, eso es una realidad irrevocable. Sólo que el entorno que abarca el ser profesional se ha complementado con una serie de aptitudes que le facilitan alcanzar sus metas dentro de un contexto empresarial. Estas aptitudes no implican

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