El capital social en el nuevo enfoque del capital intelectual de las organizaciones.

Ensayo

Christopher Moya Nuñez

Carrera de Psicología Organizacional – Noveno “A”

Pontificia Universidad Católica del Ecuador Sede Ambato

Ambato.

Av. Aguilera Malta y Remigio Crespo

0982222653

kitobvb@hotmail.com

Gonzalo Pazmay, MA.

Las transformaciones que han tenido las empresas en base a las telecomunicaciones, el desarrollo tecnológico y los procesos de globalización económica han obligado que dichas organizaciones se preocupen por la producción, los servicios y las ganancias que dejan estos rubros, pese a todos estos malos presagios para los trabajadores, la facilidad de la obtención de información ha dado paso que las personas que laboran en una organización obtengan un material “invaluable” para la empresa, el cual es el conocimiento. Este agregado hace más competitiva a los aspirantes a un puesto y sobre todo, a los miembros de las organizaciones, los hace más preciados, aunque su trabajo no determine una cuantía en dólares.

Definir un capital intelectual parece ser algo ambiguo, ya que supondría cuantificar algo incalculable. Para Martín de Castro y García: “Engloba un conjunto de activos inmateriales, invisibles e intangibles, cuya disposición y explotación posibilitan la creación de valor” (2003). Es decir, la empresa no puede contar con dichos valores intangibles en su cartera de activos, sin embargo, este capital es usado en el valor de creación, en donde dicha creación supondrá la conversión de algo inmaterial, en un objeto de valor, usando dichos recursos invisibles.

A partir de la creatividad y los valores que la empresa de a estos recursos invisibles, surge la competitividad que puede asignarle a una empresa el capital intelectual. Para Stewart: “El conocimiento es más valioso que los recursos de una empresa. Las empresas que triunfan son aquellas que poseen la mejor información o la emplean con mayor eficacia” (1997). Las grandes sumas de dinero en las cuentas o la gran producción que tiene una empresa jamás podrá ser comparada con la información o los procesos que maneje una empresa, ya que esta le otorga una ventaja competitiva que gana a los que se concentran en el capital económico y productivo.

Aunque estos conceptos se han ido formando a lo largo del tiempo, es destacable el cambio que han tenido las empresas con el fenómeno de la globalización y la era de la tecnología. Para Bueno:

“el funcionamiento de la sociedad red y los caracteres de la sociedad del conocimiento de nuestro tiempo, están provocando de forma acelerada una construcción de un nuevo modelo de empresa y, en consecuencia, de una nueva forma de gobierno de la misma.” (2002).

La empresa ya no se preocupa solo por el producto o por el servicio que va a ofrecer, se enfrenta directamente al trabajador o al cliente. Los estilos de liderazgo ya no son autoritarios como se acostumbraba en la antigüedad, han cambiado por estilos participativos y sobre todo, ahora únicamente no se valora el titulo o la experiencia que pueda tener un trabajador, se exigen competencias que aporten a la empresa para enriquecer este capital intelectual.  

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