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Ensayo Sobre La Paz


Enviado por   •  26 de Marzo de 2015  •  2.426 Palabras (10 Páginas)  •  220 Visitas

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Ensayo sobre la Paz

La paz es indispensable para el desarrollo humano. La paz concebida como ausencia de violencia y no de guerra (1), siendo violencia todo lo que impida al ser humano desarrollar plenamente su potencial físico, mental, espiritual (miedo, hambre, explotación, pobreza, opresión, desinformación, manipulación)

Dado que la guerra comienza en la mente del hombre, es en la mente del hombre, donde la defensa de la paz debe ser construida. La paz requiere adoptar una definición positiva, que acepte y asegure abundancia, comprensión acerca de la necesidades de interdependencia, preferencia por soluciones holísticas y el valor de la compasión o fraternidad. Porque la paz no es un mero rol de las instituciones, sino una responsabilidad de todos los seres humanos, individual y colectivamente.

Estamos pasando por una situación compleja, tanto que muchos de nosotros estamos completamente en guerra con nosotros mismos, con la sociedad y con las naciones. A cada momento hay una guerra en nuestra mente, siempre estamos escogiendo ir en una dirección o en otra. Por lo tanto, cuantas veces haya un dilema debemos buscar en la sabiduría, en el bien común, el camino de la rectitud y por esto es esencial que las actividades educativas apunten a desarrollar a un hombre con valores, responsable y sensible, quien creara una sociedad compasiva.

Promoviendo y enseñando la práctica de la no-violencia reduciremos la violencia que consume nuestras Almas, nuestras casas y nuestra sociedad.

Para trabajar por la unidad de nuestro país y el progreso de nuestro gran mundo, dediquémonos a la práctica del humanismo y no permitamos que el odio y la violencia encuentren lugar alguno en nuestros pensamientos, palabras y acciones. Al habernos comprometido solo con el progreso material y bienestar físico hemos descuidado el desarrollo de la paz mental y los aspectos internos de nuestro ser

Somos responsables de reemplazar para el nuevo siglo y el nuevo milenio la cultura pasada de guerra y violencia por una nueva cultura de paz y no-violencia, una cultura de prevención de los conflictos. Necesitamos aproximarnos al nuevo milenio con una visión holística y abierta, para alcanzar un estado de sociedad en la que cada uno de sus miembros viva su vida de acuerdo con una paz aprendida en forma de pensamiento amoroso y rectitud, sistema de valores y modelo de conducta. Es nuestra tarea común de desarrollar formas prácticas que nutran esta cultura e ilustren a cada individuo para que la pueda disfrutar plenamente.

Violencia creciente, corrosión de valores familiares, diseminación del conflicto étnico y religioso, descuido del ambiente natural y vacio interno a pesar de la prosperidad material, han producido ansiedad universal, alienación y fragmentación.

Los esfuerzos para contener estos problemas solo pueden tener éxito a menos que sus causas raizales sean trascendidas por la práctica de los fundamentos espirituales en nuestra vida diaria. El conocimiento de las raíces profundas de la pobreza y la opresión contribuye muy efectivamente a la paz. Así que la pobreza, la enfermedad, la explosión demográfica, la inequidad, la discriminación, la injusticia social, la opresión política, la destrucción del medio ambiente, junto con la guerra y los conflictos armados deben ser nuestro objeto de estudio. No perdamos tiempo participando en juegos de sensiblerías y reuniéndose en espectáculos de paz para ganar el aplauso o el voto de las personas, ya que si no hay una conexión comprometida y un ambiente seguro no podemos movernos adelante hacia un cambio significativo. Una buena educación y un trabajo seguro en la actualidad contribuirían grandemente a nuestra salud física y mental.

El enojo de los oprimidos y la deshonra del opresor son sentimientos naturales, respuestas genuinas a su degradación compartida.

Porque los países en desarrollo están sufriendo demasiado y este dolor está alcanzando al mundo entero, uno debería preguntarse: ¿Cómo puedo contribuir a construir una sociedad secular justa basada en los principios de soberanía, evitando ser víctima de los mercados y el auto- marginamiento por el aislamiento tecnológico? ¿Cómo parar la carrera armamentista y lograr el desarme de todos? ¿Cómo parar la degradación constante del medio ambiente? ¿Cómo lograr que los intereses desorbitados de los industriales no exterminen los valores humanos? Las respuestas las vamos encontrando al asumir una verdad espiritualidad, que no nos coloque a los ciudadanos del mundo unos contra otros sino que nos impulse a construir conjunta y compasivamente un mundo de paz.

El mundo solo será pacifico cuando las personas del mundo sean pacificas y felices. El cambio tiene que empezar con cada individuo. Si la selva esta marchita y queremos restaurarla a la vida, debemos regar cada árbol de esa selva. Si queremos paz mundial. Hemos de aprender cómo ser pacíficos nosotros mismos. Solo entonces podremos traer paz al mundo. Antes que todo, no tratemos de cambiar a la otra persona. Tratemos de cambiarnos a nosotros mismos. Si alguien está tratando de hacernos miserables, lo logra porque reaccionamos con ello.

Pretendemos producir alteraciones mediante sistemas o una revolución en las ideas o en los valores basada en este o aquel método, olvidando que somos nosotros (vosotros y yo) quienes creamos la sociedad y producimos el orden o la confusión con nuestra manera de vivir. Entones, empecemos por lo que está más próximo, por preocuparnos por nuestra existencia diaria, por nuestros actos, pensamientos y sentimientos de todos los días, los cuales se rebelan en el modo de ganarnos la vida y en nuestra relación con las personas, ideas y creencias.

No es por lo mucho que hacemos, sino por cuanto amor ponemos en lo que hacemos. Aunque no podamos hacer grandes cosas, podemos hacer pequeñas cosas con gran amor. Juntos podremos construir una cadena de amor alrededor del mundo. La influencia de un bello, cooperador y esperanzador carácter es contagiosa y puede cambiar una nación entera.

Somos influenciados por las personas alrededor de nosotros y por nuestro ambiente, y nosotros a la vez ejercemos influencia en ellas. Si la mayoría de las personas, por ejemplo, están a favor de la violencia, entonces la guerra, el derramamiento de sangre y la destrucción ocurrirán y causaran sufrimiento a muchos. Pero si las personas empiezan a purificar sus mentes, entonces la violencia no puede ocurrir. La raíz del problema subyace en la mente de cada ser humano individual, porque la sociedad está compuesta de individuos. Si cada persona empieza a cambiar, entonces la sociedad cambiara, y la guerra y destrucción se volverán raros eventos.

Nuestra propia acción mental tiene una influencia en los otros. Si solo generamos negatividad en la mente, esta negatividad tiene un efecto dañino en quienes están en contacto directo con nosotros. Si nosotros llenamos nuestra mente con positivismo, con buenos deseos hacia los otros, ocasionara un efecto de ayuda en los otros. No podemos controlar la acción, el karma de los otros, pero podemos adiestrarnos a nosotros mismos para tener una influencia positiva en quienes están a nuestro alrededor.

Estamos siendo sobresaturados por la cultura de la violencia que se está exportando a todo el mundo, de tal forma que casi todos estamos influenciados, contaminados por ella; se glorifica la violencia en el cine y la televisión y se continua permanentemente, apoyando e involucrándose directamente en guerras para mejorar o mantener el control de la economía y los intereses particulares a través del mundo. Esto es cierto, pero nosotros como ciudadanos del mundo nos debemos preguntar si vamos a continuar como borregos una inclinación y tradición que son claramente aberrantes o si decidimos cambiarla. La violencia y la civilización no van juntas: o somos violentos o somos civilizados; no podemos ser ambos a la vez.

Año tras año aumentan los gastos en defensa en la mayoría de los países del mundo; de ahí que si nosotros estamos para cambiar esta tendencia, consideremos en serio el concepto de no-violencia como expresión física de compasión; y esto requiere trabajar primero en el desarme interior, liberándonos de todas las emociones negativas que produzcan violencia, y luego proceder al desarme externo.

No-violencia no significa no sumisión o aceptación de cualquier clase de injusticia. Significa encontrar una solución inteligente, pacifica, que resuelva el problema. Enfermedades desesperadas llaman remedios desesperados y la no-violencia, la no-cooperación son la única alternativa para la anarquía, la tiranía o cosas peores. No-violencia es una forma de vida y no simplemente una palabra en nuestras bocas; es la manera de que la violencia no conduzca al mundo. Solo si nosotros cambiamos nuestra propia actitud podremos cambiar el mundo.

El desarme externo también debe ser ejecutado gradualmente, paso a paso. Primero debemos trabajar en la abolición total de las armas nucleares y paulatinamente luego para detener el comercio de armas, el cual hoy en día es altamente practicado por ser muy lucrativo, y luego dirigirnos hacia la desmilitarización.

Por supuesto, continuaran los problemas humanos, pero la forma de resolverlos debe ser a través del dialogo profundo y el amor por la paz, más que por la guerra y el derramamiento de sangre.

Siempre que alguien hace algo malo daña a otros y a la vez el se hace daño a sí mismo. Si nosotros le permitimos hacerlo, le estamos animando a que haga el mal. Luego, debemos usar toda nuestra fuerza para detenerlo, pero solo con buena voluntad, compasión y simpatía para esa persona, ya que si actuamos con odio o rabia, agravaremos la situación. No podemos tener buena voluntad para semejante persona a menos que nuestra mente este tranquila y pacífica, así que apliquémonos a desarrollar paz dentro de nosotros para poder resolver el problema.

Si somos desdichados, confusos, caóticos, en nuestro interior, eso lo proyectamos y causamos caos en el mundo, puesto que la sociedad es el producto de la relación entre vosotros y yo, entre mi mismo y los demás. Luego, si nuestra relación es confusa, egocéntrica, estrecha, limitada, nacionalista, así construimos al mundo a imagen de lo que somos.

En cambio el respeto es un elemento de organización social, de aceptación de la vida, de reconocimiento a la importancia de cada ser y de cada elemento en la armonía universal. El respeto es no-violencia, tolerancia y amor.

Recordemos que así como no podemos combatir la oscuridad, no podemos combatir la inconsciencia. En lugar de luchar contra la oscuridad traigamos la luz. En lugar de reaccionar al error, al dolor, observémoslos y miremos a través de ellos, ya que si intentamos combatirlos los polos opuestos se fortalecerán y se encarnaran más profundamente. Al identificarnos con una de las polaridades crearemos un “enemigo” y así seremos arrastrados hacia la inconsciencia. Asegurémonos de que no llevamos resistencia a nuestro interior, ni odio ni negatividad. Amar a nuestros enemigos significa, por supuesto, no tener enemigos. De la atención sostenida y por lo tanto de la aceptación, llega la trasmutación.

Para construir un país hay que construir primero al hombre, al hogar…. Hay que iniciar una educación transformadora…. Primero hagamos de la educación una materia de urgencia global que nos una en una misión y propósito. Es claro que la educación es el pilar de la esperanza, la inclusión y la oportunidad, y necesita de nuestra primerísima atención por encima de todos los demás.

Dado que nuestra educación ha fallado en mejorar el crecimiento económico. En mejorar la calidad de vida en el grueso de nuestra población, en construir una sociedad más igualitaria, justa, fraterna, humanitaria y compasiva que evite el odio, la explotación, el resentimiento y la venganza, nos deberíamos preguntar si nos estamos equivocando con el tipo de ser humano que estamos preparando, o si nos falta fuerza y determinación en lograr la transformación del ser humano, o si será que nuestro disfuncional sistema educativo no ha desarrollado en los estudiantes autoconfianza, creatividad y capacidad de corregir sus deficiencias y de solucionar sus propios problemas, de descubrir su verdadera esencia y misión.

Pongámonos de acuerdo, antes que todo, en que debe haber una distinción entre una cultura de violencia y una cultura de paz; en que las raíces causales del mal como la codicia, la arrogancia, el odio, la ignorancia, la lujuria, el prejuicio y el egoísmo deben ser identificadas y removidas para que los niños puedan ser criados en una educación de paz en la que los valores espirituales sean enseñados.

Bibliografía: Medicina y Espíritu, M.D. Augusto Castro Mejía, páginas 117 a 121.

Las Guerras (1)

Siendo las guerras el resultado de las pasiones e interese de los hombres, se comprende bien que en todo tiempo hayan existido y que no habrá medio fácil de evitar la lucha material entre los pueblos, porque sería preciso para ello que se modificaran las condiciones y maneras de ser de la Humanidad.

Al nacer las pasiones con la existencia del hombre, surgió inmediatamente la guerra, y aunque doloroso, lo cierto es que el primer arte que inventaron los hombres fue el de dañarse. Acaso desde el principio del mundo se combinaron y produjeron más medios para destruir la Humanidad que para obtener su bienestar y progreso pacíficos

No hemos de hacer apología de la guerra, que en el momento de realizarse ocasiona desdichas. Basta, en efecto, considerar la situación de un país afligido por la lucha material entre dos ejércitos, para advertir cuantos y cuan dolorosos son los estragos que produce semejante estado de cosas.

La violencia imponiéndose a la justicia y al derecho; territorios extensos, que se distinguen por su riqueza, desbastados y arruinados; la agricultura, el comercio, la industria completamente paralizados; la masa viril del país entregada en su totalidad a las actividades militares; los recursos del Estado absorbidos por la necesidad de cuidar preferente, sino exclusivamente, de las contingencias de la lucha y de sus innumerables e imperiosas demandas; la sangre derramándose a torrentes por la acción de las terribles maquinas y elementos de guerra, que aumentan de día en día con prodigiosa actividad, y como resultado de tan deplorable situación, el desequilibrio completo por espacio de muchos años en los elementos vitales de un pueblo.

Hay un concepto pesimista, fatalista y equivocado propiciado por el Error: “La guerra es un mal necesario e inevitable. Las guerras como ejemplo máximo de voluntad destructiva del hombre para con sus semejantes, constituyen un absurdo tan grande que solo el conocimiento Espiritual puede darnos una alternativa ante el escepticismo que generan.

Si además consideramos: los cientos, miles o millones de seres que mueren violentamente en estado de rebeldía, los hogares destruidos, familias disgregadas, huérfanos y viudas desamparadas, territorios devastados, economías derruidas, epidemias; en pocas palabras: enfermedad, muerte, dolor, miseria y hambre; llegaremos a la conclusión que la guerra constituye un poderosísimo estimulo a la rebeldía en todas sus formas.

Sabemos que los seres que fomentan o dirigen las guerras, propician las guerras para satisfacer deseos de venganza, revancha, dominio, violencia, destrucción, fines mercantilistas o ideológicos.

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