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JARRON AZUL “NARRACIÓN”


Enviado por   •  24 de Enero de 2016  •  Apuntes  •  1.264 Palabras (6 Páginas)  •  174 Visitas

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JARRON AZUL “NARRACIÓN”

  • Hace casi 20 años, apareció un librito (en inglés) con un título que significa aproximadamente el que se ve arriba, y el cual enseña una gran lección, Cientos de miles y quizá millones de hombres han admirado la anécdota y procurado seguir el ejemplo de héroe de ella, cuyo tema era: “Lo haré”.
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  • Mr. Alden P. Ricks, mejor conocido como “Cappy Ricks”, fue el fundador y el espíritu dirigente de una importante empresa maderera y de vapores. En teoría, ya se había retirado de la dirección activa del negocio, pero en realidad continuaba siendo su principal guía y consejero, rehusando – como él mismo se expresó- a abandonar su actividad mental no obstante haber suspendido su actividad física.
    Los ayudantes y administradores activos de “Cappy” eran: Mr. Skinner, encargado del negocio de maderas, y Matt Peasley, quién dirigía el de vapores. Ambos eran hombres competentes en quienes Cappy tenía plena confianza, aunque a veces le entraban dudas de su buen criterio, especialmente en lo que se refiere a juzgar la capacidad de otros.
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  •  Sin decir otra palabra cappy se reclino en su sillón giratorio y cerró los ojos matt y skinner pero el destino esta vez no dejo en paz a Mr. Ricks es sus reflexiones por mucho tiempo en un momento el teléfono sonaba… ….….  
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  • La secretaria condujo al visitante “PECK” a la oficina frente al escritorio cappy noto que el joven cojeaba un poco y que el brazo izquierdo lo tenía amputado hasta el codo y noto que se trataba de un veterano de guerra.
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  • Sor prendido por la actitud del joven Peck pero disimulando su admiración cappy oprimio un botón de su escritorio y en un momento llego skinner.
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  • A las 12:30 del siguiente día cuando cappy se dirige a  almorzar se topó con peck quien iba cojeando…
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  • Durante 2 meses cappy no volvió a ver a peck el señor skinner lo había mandado a los estados del sur y del este… tan pronto como peck se orientó con los detalles del negocio los precios los pesos tarifas de flete entre otros. De una ciudad telegrafió un pedido de dos furgones de madera; en la siguiente parada de su itinerario, logró que el dueño de una maderería, a quien Mr. Skinner en vano había tratado en años de venderle, conviniera en comprar de prueba un furgón de tablas de abeto fétido, de tamaños y clases surtidas, a un precio más alto del fijado por Mr. Skinner. Mostro su habilidad para vender skinner tuvo que telegrafiar pidiéndole que se calmara un poco en la venta de esa madera por estárseles agotando la existencias, y que se dedicara a vender otras clases.
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  • Entonces Peck regresó a la calle de Sutter y la recorrió de nuevo, por uno y otro lado, sin mejor resultado que la primera vez; luego dobló sobre una de las calles que cruzaba, caminando dos cuadras en una dirección y dos en otra, y así continuó recorriendo todas las calles del barrio, sin vislumbrar en ninguna parte el consabido jarrón azul. No por eso se dio por vencido, sino que emprendió la pesquisa en otra zona comercial; caminó calles y más calles en otras direcciones, sin mejor suerte y como último recurso se dirigió a una cuadra aislada de la calle post - única que no había recorrido – donde recordó que existían dos o tres pequeñas tiendas.
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  • En la guía estaban escritas 19 personas de apellido “Browne”. Entonces pidió en la oficina del hotel un directorio de los habitantes de la ciudad, en el cual halló el número de B. Browne como propietario de un bazar de objetos de arte situado en el establecimiento donde había visto el jarrón azul, pero sin dar la dirección de su residencia particular. Inmediatamente cambió un dólar por níqueles y dirigiéndose de nuevo al teléfono empezó a llamar a cuantas personas que apellidaban Browne que figuraban en la guía telefónica de San Francisco. El resultado fue nulo.
    Prosiguió a consultar las guías de varias poblaciones cercanas donde suelen vivir muchas personas que trabajan o tienen sus negocios en San Francisco y continuó llamando a cuantos Browne encontró. Al llamar al último sin mejor éxito ya le corría el sudor por el cuello.
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  • Eran ya las seis. Peck volvió al bazar, y mirando nuevamente el letrero, notó con gran sorpresa que el apellido del dueño no era “Browne” sino Brown. Esto hacía necesario que volviera al hotel para llamar a todos los “B. Browns” que hubiera en la ciudad. Al cabo de quien sabe cuántas llamadas dio con la residencia del Mr. Brown exacto que buscaba, pero tan solo para que solo un sirviente le informara que su amo había ido a comer a la casa de un tal Mr. Simón en la vecina población de Milly Valley, tres personas de apellido “Simón” aparecían como residentes de Milly Valley y Peck llamó a los tres, preguntando cada vez si Mr. Brown estaba allí. A la tercera llamada le dijeron que sí, preguntándole quién era.
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  • Peck llamó inmediatamente al número que Mr. Brown le dio y preguntó por Mr. Herman Joost. La mamá de este caballero contestó, manifestando que sentía muchísimo que su hijo no estuviera en casa pues había ido a cenar al Country Club. - ¿Cuál Country Club? La buena señora no sabía, así es que Peck pidió en la oficina del hotel una lista de todos los Club de San Francisco y alrededores, y comenzó a llamar por teléfono. Eran ya las 8 y aún no había dado con Mr. Joost; en ningún Club lo conocían.
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  • Ya era de noche, y al pasar de nuevo frente al bazar observó un letrero iluminado sobre la puerta en que el apellido del propietario no decía “Brown” sino “Browne”. Peck fue a donde el taxímetro lo esperaba y se volvió al hotel. Teniendo una de esas almas que no aceptan la derrota fácilmente, volvió a llamar por teléfono al domicilio de Mr. Joost que había regresado. Peck con voz ansiosa, le informo lo que deseaba y de la orden que le había dado Mr. Brown. 
    El cauteloso Joost contestó que primero tendría que hablar por teléfono con Mr. Brown y al confirmarle la orden, el estaría en el bazar antes de las nueve.
    Con la impaciencia que es de suponer, Peck lo aguardaba. Finalmente, a las 9:15 Joost se presentó acompañado de un policía que por precaución había pedido que le acompañara; encendió las luces, abrió la puerta con gran cuidado sacó del escaparate el jarrón azul.
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  • Quince minutos después, con el jarrón azul cuidadosamente empacado Peck entraba a cenar a un restaurant. Al terminar ordenó un taxímetro y a toda velocidad se dirigió al aeródromo.
    Allí se informó de la residencia de su amigo aviador, se comunicó con él, y a media noche ambos y el jarrón azul se perdían en las nubes, rumbo hacia el sur. 
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  • Hora y media más tarde aterrizaron en el valle de Salinas, cerca de la vía del ferrocarril; Peck descendió y el aviador emprendió el vuelo de regreso a San Francisco.
    Peck corrió hacia la vía férrica con un periódico en la mano, y pocos momentos después, cuando vio que el tren en que venía Cappy Ricks se aproximaba, hizo del periódico una antorcha y empezó a hacer señales con ella en medio de la vía. El tren se detuvo, el conductor abrió la puerta de uno de los coches para averiguar qué pasaba, y Peck se metió de un salto.
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