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La Formación Del Docente Universitario, La ética Y Su Influencia En El Mundo Actual Y Contemporáneo


Enviado por   •  17 de Diciembre de 2012  •  2.483 Palabras (10 Páginas)  •  948 Visitas

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La preocupación por la ética es antigua, por ejemplo, los sofistas como Protágoras de Abdera postularon ideas relacionadas con este tema, posteriormente Sócrates plantea que la ética está unida a la noción de virtud, y esta a su vez se entiende como ciencia “pues si el hombre es malo por ignorancia del bien, entonces la ética es objeto pedagógico; se puede enseñar” (Martínez Echeverri, Op. Cit. P. 184).

La ética es la disciplina que estudia las reglas morales como un medio para orientar las acciones a través de la racionalidad de los individuos, es decir, que a través de su estudio las personas pueden aprender a guiar sus actos en función de valores, los cuales, según creencias, se forman en el hogar y durante la infancia, pero esta se prolonga a lo largo de toda la vida, de allí que en su formación juega un papel de primera importancia en la educación formal y por consiguiente puede afirmarse que la adquisición de los valores es un proceso que abarca una porción considerable de la vida de los individuos. Por lo expuesto anteriormente es lógico proponer su inclusión en la formación de los docentes.

Las universidades deben garantizar un espacio autónomo para el ejercicio independiente del pensamiento, por esa razón la formación profesional (entendiéndose como un desarrollo armonioso de las capacidades cognoscitivas, técnicas y morales) que en ellas se desarrolla, debe evitar divagar entre el individualismo que debilita el sentido de la comunidad y la alternativa socialista que cayó en un totalitarismo colectivista. (Barone y Mella, 2003).

El adiestramiento profesional debe atender también los requerimientos derivados de lo que se denomina la sociedad de la información y de las tecnologías; la integración al fenómeno de la globalización y el análisis de su impacto en diversos ámbitos; la atención a la diversidad y la preocupación por alcanzar la excelencia académica.

La formación del docente universitario representa un gran desafío ante un contexto social dominado por la epístola de la globalización (entendida como un proceso fundamentalmente económico), es evidente que sus efectos se manifiestan directa o indirectamente en toda actividad del estado, y la educación superior no es la excepción, por lo que es necesario que el docente se comprometa con una actitud crítica, desde y en su propia formación, la cual, lejos de centrarse solamente en la actualización en los últimos avances del conocimiento de su materia específica, debe ser asumida desde la perspectiva de la formación integral: ética, pedagógica, científica, humanística y tecnológica.

El surgimiento de las instituciones de formación docente en Venezuela, específicamente dirigidas a graduar maestros de educación primaria, se produce a partir del Decreto de Educación Pública, Gratuita y Obligatoria, del 27 de junio de 1870, durante la presidencia de Antonio Guzmán Blanco; hecho trascendental en la historia de la educación venezolana, no sólo por las referencias vinculadas a lo filosófico-conceptual, sino por las implicaciones en el orden organizativo. Aparte de reconocer que todos los ciudadanos “Tienen derecho a participar de los transcendentales beneficios de la instrucción”, también queda expresada la necesidad de la educación para la existencia de la República, pues ella es la vía fundamental tanto para asegurar tanto el ejercicio de los derechos, como el cumplimiento de los deberes ciudadanos. Además, se establece que “Ni la Nación, ni los Estados, ni los Municipios deben considerarse relevados del deber que tienen de fomentar la instrucción primaria”.

En la Ley de Universidades (1970), durante la presidencia de Rafael Caldera, el Congreso de la República define los componentes normativos relacionados con las universidades, concebidas, desde las vertientes del pensamiento moderno, como comunidades de intereses espirituales, cuyos objetivos son la búsqueda de la verdad y el afianzamiento de los valores trascendentales del ser humano. En esa misma línea, la enseñanza universitaria estará inspirada en un espíritu que integre democracia, justicia social y solidaridad, abierta a las diversas corrientes del pensamiento humano.

Aunado a ello, el Ministerio de Educación Superior tiene como responsabilidades: asesorar, formular y ejecutar políticas, planes y proyectos en beneficio de la calidad, la equidad y la pertinencia de la educación superior. Su misión también está dirigida a la búsqueda permanente de la excelencia académica a través de la evaluación continua de sus componentes, la existencia de un personal altamente calificado y una estructura organizativa de alta eficiencia y eficacia. Evaluación que no se realiza y no permite validar la calidad de la enseñanza impartida por el docente universitario, y actualmente está siendo objeto de preocupación y puede afirmarse que es el problema más significativo en el ámbito de los sistemas educativos. La forma en que los educadores han de ser formados (objetivos, métodos, lugar de formación, etc.) está necesariamente marcando el tipo de orientación que ha de configurar en la institución deseada.

Históricamente, cualquier renovación o cambio en la institución educativa se plantea, no solamente desde la preocupación por la transmisión de los conocimientos, sino por su inserción en las estructuras más características de la cultura que sustenta el sistema que se nos muestra como innovador. Este hecho incide de lleno, en los modelos de formación y en las instituciones de formación, que de un modo u otro busca estar en consonancia con la ideología dominante en el momento histórico.

Bourdie (1997), refiriéndose a la formación de los enseñantes nos dice que “es en las instituciones de formación de los enseñantes donde tiene lugar la interiorización por los futuros maestros, de los valores y las normas de una sociedad, que se pondrán de manifiesto posteriormente en la acción educativa”.

La formación del individuo ha sido siempre percibida como una ocasión de hetero-formación, al entender que cada persona no puede formarse por sus propios medios, sino que es fruto de la mediación ejercida, las más de las veces, por profesionales de la educación cuyo ejercicio de la profesión se ha movido entre las coordenadas de la preocupación por la adquisición de los conocimientos y el acompañamiento y la ayuda en las etapas de evolución del individuo. Este modo de situar al educador esta marcando el objetivo de su propia formación, al entenderse que una formación que implica un propio trabajo del educando sobre sí mismo (sobre sus percepciones, sus conductas, etc.) viene a exigir la intervención de un profesional para actuar sobre un orden de cosas y no como una acción que busque imponer.

La formación del educador se ha ido desplazando hacia la consecución

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