METODO CARCELARIO

El método carcelario: el remedio es peor que la enfermedad

Las prisiones han existido durante mucho tiempo; el sistema penitenciario a la par con la ley ha utilizado las prisiones como caldo de cultivo para practicar sus medios de vigilancia represión disfrazados de una “re-socialización y re-educación” de los individuos allí recluidos para su reacomodamiento en la sociedad por medio de los reos “liberados” que sin saberlo ayudan a la vigilancia del Estado para con la sociedad.

En este trabajo quiero dar un vistazo al funcionamiento del sistema penitenciario, como sus medios de “re-socialización” afectan al individuo sometido a él y su repercusión en la sociedad, partiendo del análisis de la cinta cinematográfica “la naranja mecánica”*.

En cada Estado hay prisiones, en cada ciudad hay prisiones, en cada pueblo hay prisiones, pero ¿para que están hechas estas prisiones?, o mejor ¿para qué sirven estas prisiones?, la respuesta común seria que están y sirven para castigar a los individuos sumidos en el delito, pero ¿en realidad ese es su fin o solo su fachada?, opino que es la fachada de un fin siniestro para el manejo del poder por parte del Estado, “vigilar y castigar”.

Pero por qué ¿vigilar y castigar?, porque al realizar estas experiencia en un medio más pequeño pero de igual manera complejo como las cárceles, se puede adecuar a ciertos individuos a ciertas costumbres que después se pueden desplegar en ciertos sectores de la sociedad, y ciertamente sobre los sectores menos ilustrados.

Estas costumbres están predestinadas desde la misma creación de las cárceles, ya que la prisión estuvo, desde sus comienzos, ligada a un proyecto de transformación de los individuos (1), por cuanto que al tener a todos los reos en un solo lugar hace más fácil y maleable la labor de transformarlos, puesto

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• “la naranja mecánica”, Director. Stanley Kubrick, 1971

(1) Foucault Michel, “Estrategia de poder”, Barcelona, E. Pidos, 1994, p.299

que la prisión, lugar de ejecución de la pena, es a la vez lugar de observación de los individuos castigados(2) y esto facilita la tarea de vigilarlos.

Bajo esta premisa cabe preguntarse ¿por qué la cárcel se ha vuelto un lugar de transformación y adaptación de los individuos en vez de ser un lugar para la reeducación y re-socialización?, porque la prisión, en lugar de devolver la libertad a unos individuos corregidos, enjambra en la población unos delincuentes peligrosos, de 7000 personas devueltas cada año a la sociedad…son 7000 principios de crimen o de corrupción esparcidos en el cuerpo social(3), ya que los métodos utilizados dentro de las prisiones sobre los individuos, lejos de reeducar y re-socializar no sirve más que para fabricar nuevos criminales, o para hundirles todavía más en la criminalidad(4). Este fenómeno lo podemos apreciar claramente en la cinta cinematográfica “la naranja mecánica”, donde el autor plantea el problema de que “la cura es peor que la enfermedad”, por cuanto que a Alex él, protagonista de la película es encarcelado por una serie de delitos cometidos. Ya en la cárcel Alex es por así decirlo estirado de su identidad, en la medida de que se le ha asignado un número de serie que lo “distinguirá” de los demás dentro de la cárcel. En su afán de quedar en libertad decide someterse a un nuevo tratamiento impulsado por el gobierno para su reeducación, el llamado “tratamiento Ludovico”, el cual consiste en la administración de droga al paciente, que posteriormente es obligado a ver imágenes terroríficas sangrientas que afectan psicológicamente y lo vuelven esclavo de un sistema al cual desconoce y que no puede infringir. Cuando Alex es puesto en “libertad”, por cosa del destino es rechazado por sus padres, abandonado por el Estado a su suerte sufre las consecuencias de su pasado, sus antiguas victimas lo convierten en víctima y el impotente a actuar por lo menos a defenderse, ve irónicamente coartada su libertad de acción por causa al tratamiento al cual fue sometido.

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(2) Foucault Michel, “Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión”, Buenos Aires, siglo XXI editores, 2002, p.252

(3) Ibid., p.270

(4) Foucault Michel, ob.cit. 1994, p.300

Estos instrumentos improductivos

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