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NIÑOS DE LA CALLE


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2012  •  3.372 Palabras (14 Páginas)  •  358 Visitas

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III. LAS PROBABILIDADES DE UN RECIÉN NACIDO

Se ha calculado que en el año 1999 nació el/la niño/a que elevará a 6.000 millones el total de la población mundial. Carol Bellamy, Directora ejecutiva de UNICEF, ha comentado en un sucinto artículo las probabilidades que enfrenta (UNICEF, 1999a). Para empezar, dicho recién nacido tiene menos de una posibilidad entre 10 de nacer en un hogar relativamente próspero, como el de la mayoría de las familias de los países industrializados o el de la minoría rica de un país en desarrollo. Tiene, en cambio, 3 posibilidades entre 10 de nacer en situación de pobreza extrema, y 4 entre 10 probabilidades de formar parte de una pobreza sólo ligeramente más llevadera. De hecho, «la mitad de los pobres del mundo son niños, y el número de criaturas que nacen actualmente en condiciones de pobreza es mayor que en cualquier época previa. Se trata de un aumento sin precedentes históricos en la cifra total de personas en la pobreza» (Bellamy, op. cit: 1).

¿En qué repercute sobre la infancia este inquietante aumento de la pobreza? Desde luego, la probabilidad de morir antes de los cinco años es muy superior en países menos desarrollados -que acogen al 85% de la población mundial- que en los países avanzados. Si sobreviven a esa edad, sin embargo, es improbable que su estado de salud sea aceptablemente bueno. No sólo escasearán los recursos energéticos, sometidos a una intensa sobreexplotación que acentuará su pobreza futura, sino que se verán expuestos a trastornos causados por la contaminación del agua, el saneamiento deficiente y la degradación del medio ambiente, factores que dañarán gravemente su estado ya valetudinario. También es probable, tanto más si viven en áreas rurales o en los enormes cinturones de miseria de las ciudades del Tercer Mundo, que la desnutrición afecte su desarrollo físico y mental, con pesos y tallas inferiores a la media, y dificultades dramáticas para desarrollar su potencial. Casi 12 millones de niños menores de cinco años mueren todos los años innecesariamente, de enfermedades fácilmente prevenibles (vacunas, atención obstétrica), y más de la mitad de los niños de esa edad en Asia Meridional nacen con un peso inferior al normal, mientras que casi la mitad de los lactantes africanos no han sido inmunizados contra las enfermedades mortales más comunes (UNICEF, 1999a: 9-

15).

Si viven, además, en el África subsahariana, en la India o Camboya, la posibilidad de quedar tempranamente huérfanos a causa del SIDA se incrementará enormemente, así como la posibilidad de morir ellos mismos a causa de esta pandemia (UNICEF, 1999a: 17-25). En África, por ejemplo, el sida ha matado ya a 11 millones de personas, de las que el 25% (2,75 millones) eran niños. Un 64% de los que nazcan en Botsuana en el 2000 morirán de sida antes de cumplir los 5 años, y el número de huérfanos por la misma causa se triplicará por tres en el mismo periodo. Si, de todos modos, sobreviven, su esperanza de vida será sustancialmente inferior a la de los países más avanzados, en una proporción que bien puede ser del doble de años vividos (por ejemplo, entre Japón y Suecia, de un lado, y Malawi y Uganda, en el otro).

La desnutrición, así, incrementa la exposición a las enfermedades, y las enfermedades acentúan la desnutrición, alimentándose recíprocamente en una espiral descendente, configurando una «violación de los derechos humanos tan aborrecible como la tortura, además de constituir una desventaja devastadora para el desarrollo económico de los países» (Bellamy, op. cit.: 3). El desarrollo económico se ve, además, lastrado cuando «cerca de 1.000 millones de personas van a entrar en el siglo XXI sin los conocimientos necesarios para leer un libro o firmar con su nombre, y mucho menos para manejar una computadora o comprender un simple formulario» (UNICEF, 1999b: 7; INTERMON 1999;

Mayor Zaragoza, 2000). En efecto, 855 millones de adultos son analfabetos funcionales - de éstos, 2 de cada 3 mujeres-, y 130 millones de niños crecen sin poder recibir una educación básica, mientras que otros muchos millones de niños languidecen en situaciones donde la enseñanza no alcanza los mínimos requisitos. Las niñas, por otra parte, son las más afectadas por esta situación, representando 3 de cada 5 niños del mundo en desarrollo que no reciben educación primaria (73 de los 130 millones de niños sin escolarizar). Y es que nacer niña, por cierto, sólo incrementará las ya enormes desventajas, tanto peor si, además, se forma parte de un grupo étnico minoritario o de poblaciones indígenas mayoritarias, pero radicalmente excluidas. Las niñas reciben así un trato más negligente y peor alimentación; se verán discriminadas en mayor proporción del acceso al estudio, o interrumpirán antes su escolarización por ahorro de costes o para ocuparse de tareas domésticas en el hogar; sufrirán diversos grados de violencia y abuso, incluyendo la mutilación genital (que es infligida a dos millones de niñas por año), o la prostitución infantil forzosa, que afecta a muchos millones en todo el mundo (Congreso Mundial 1996; UNICEF, 2000); resultarán embarazadas en la adolescencia (como la mitad de las mujeres en África o la tercera parte en América Latina), y se convertirán en madres antes de madurar como mujeres. Si no perecen en el alumbramiento -tienen el doble de posibilidades de perecer en el parto que una mujer adulta-, los hijos de esas niñas pesarán normalmente menos de 2,5 kg., por deficiencias nutricionales de la madre, y su insuficiente desarrollo físico prefigurará una mayor exposición a la enfermedad, dificultades intelectuales y un desempeño escolar deficiente, que lastrará sus oportunidades vitales.

Sin embargo, los beneficios de la educación, al menos de la básica, para el progreso de las naciones, y singularmente de la educación de las niñas, no necesita ser resaltada (Núñez y Tortella, 1993). La educación de las madres reduce la mortalidad de lactantes y niños, y la de las mismas madres en el parto. Los hijos de madres más educadas tienden a estar mejor nutridos, a padecer menos enfermedades, y tienen más probabilidades de recibir educación y alfabetización. Cuantos más años de educación haya recibido una mujer, tanto más tardío será su matrimonio y menor el número de hijos que probablemente tendrá. La educación de las mujeres tiene, en fin, profundos efectos no sólo personales (sobre los propios hijos, o sobre ellas mismas, al incrementar sus oportunidades y opciones, y permitir la evitación de situaciones de opresión y abuso), sino sociales, al incrementar su receptividad e influencia en iniciativas de desarrollo en las que desempeñan un papel tan central como frecuentemente ignorado (Declaración de Beijing y Plataforma para la acción, 1996: 73-89 y 245-261;

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