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Naturaleza- Sociedad


Enviado por   •  22 de Mayo de 2013  •  5.948 Palabras (24 Páginas)  •  636 Visitas

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los investigadores de las ciencias naturales cometen el error de no estudiar la sociedad humana, transformadora en gran medida de la naturaleza, los científicos sociales incurren en un error similar respecto de la naturaleza. El resultado de este parcelamiento en la investigación de la realidad es que todavía no existe una ciencia global capaz de analizar esa totalidad que es el ambiente, es decir la relación naturaleza-sociedad. La sociedad humana está condicionada de modo significativo, aunque no siempre decisivo, por la naturaleza. A su vez, el hombre va modificando en parte y en forma creciente a la naturaleza, a través de la producción. En rigor, la relación entre sociedad y naturaleza está mediada por la producción. Desde la aparición del hombre, hay una naturaleza socialmente mediada por la producción de bienes materiales, distinta a la naturaleza preexistente a la humanidad. Esta “segunda naturaleza” sigue teniendo su dinámica propia, pero cada vez más modificada por la acción de la sociedad. Pablo Gutman señala que en el “proceso de la producción encontramos articulaciones entre componentes naturales y sociales, de los que queremos destacar la apropiación de la naturaleza como base material del proceso productivo, la técnica utilizada para transformar materia natural en mercancías, y la generación de desperdicios. A cada articulación destacada concurren dinámicas naturales y sociales. La ubicación concreta, es decir, histórica, del proceso de producción analizado nos permitirá entonces adelantar una comprensión de estas dinámicas y sus conflictos”.1 Está por investigarse aún la relación que existe entre la ecobase, los niveles de productividad

INTRODUCCIÓN

Es un hecho casi plenamente asumido por los responsables políticos de los países desarrollados que la ciencia y la tecnología son un elemento indispensable para la elaboración de políticas de fomento y desarrollo económico y social. Sin embargo, no existe unanimidad en los distintos países y entre los diferentes gobiernos respecto al grado de asunción de esta verdad. De ahí que se detecten diferencias en lo que concierne a la intensidad del esfuerzo -medido en inputs, tanto económicos como relativos a recursos humanos- que se debe aplicar en la promoción de la ciencia y la tecnología, así como en el modelo organizativo con que se pretenden afrontar estas políticas. Dicho en otras palabras, el reconocimiento de la carta de naturaleza de la política científica y tecnológica durante la segunda mitad de siglo ha venido acompañado por una profunda evolución de los principios que informan tales políticas.

Esta evolución crítica de la acción pública en ciencia y tecnología coincide además con la existencia de profundas convulsiones geopolíticas en la que las referentes han experimentado evidentes alteraciones, lo que ha conducido a una sensación de confusión y conflicto.

MEDIO AMBIENTE Y SOCIEDAD

Existe asimismo una creciente conciencia en las sociedades avanzadas acerca de la necesidad de considerar la conservación del medio ambiente como una gran prioridad política. Este planteamiento ha supuesto la incorporación de las cuestiones ambientales en la agenda política con la articulación de partidos políticos, asociaciones y grupos que enarbolan esta bandera y defienden las cuestiones de conservación y calidad del ambiente como el valor de mayor calado para la adecuada relación entre el hombre y la naturaleza por su incidencia en la calidad de vida de los ciudadanos. Es fundamental poner de relieve que estas posiciones que mueven y atraen una parte importante de las ideas y movimiento progresistas son, paradójicamente, profundamente conservadoras en lo que atañe al progreso en relación con la naturaleza. Prefieren lo que existe, el resultado de cuatro mil años de evolución, en el que han jugado un papel activo algunos de los problemas que denuncian -pero que ya no combaten-, antes que apoyar posibles desarrollos que tienen su raíz en nuevas expectativas tecnológicas. Prima la desconfianza como consecuencia de las negativas experiencias anteriores -catástrofes nucleares y marítimas; las graves repercusiones climáticas del uso de los clorofluorocarbonos y del masivo consumo energético; la acumulación de residuos, muchos de ellos peligrosos y, en todo caso, nocivos para el entorno; el uso indiscriminado de pesticidas-. Esta actitud pesimista penetra a través de todas las posiciones ambientalistas, independientemente de la mayor o menor racionalidad de sus posturas, lo que ha conducido a establecer como gran principio que la implantación de nuevas tecnologías no supone sólo beneficios sino que, por el contrario, puede estar en la base de nuevos -no deseados ni deseables- riesgos y eventuales perjuicios para la calidad de vida de los ciudadanos.

El gran desarrollo de la química durante la "segunda" revolución industrial ha colocado en el mercado casi cien mil productos químicos, cuyos beneficios son indudables, pero también son responsables de algunas de las consecuencias que preocupan socialmente y que ya mencionábamos anteriormente -contaminación del aire y las aguas continentales y marinas; los trastornos generados por accidentes en la fabricación de tales productos y en el transporte de los mismos; las toneladas de residuos abandonados en cementerios, de incomprensible elección en muchos casos para la sociedad y de dudosa seguridad en otros; el deterioro de la capa de ozono-.

Esta constatación ha generado una notable desconfianza social, en general entre colectivos avisados y responsables, en el tecnocientifismo ciego, por una parte, y en el capital inclemente, por otra.

Ello ha llevado a los defensores del ambiente en primer lugar, y a los militantes de las posiciones de izquierda en segundo lugar, a lo que yo estimo es origen de un conflicto entre ideas y praxis, a una situación hasta cierto punto paradójica. Son recolectores de las posiciones de mayor idealismo, pero defienden actuaciones marcadas por un gran pragmatismo. La relación coste/beneficio social que en general ha marcado la defensa de la ciencia y la tecnología por parte de las fuerzas progresistas ya no se tiene en cuenta. Se asume anticipadamente que el coste va a ser excesivamente alto. Mejor es lo que tenemos que lo que puede venir. No se confía en que las soluciones de los problemas globales dependan de las nuevas tecnologías; se piensa, por el contrario, que las mejores posibilidades de encontrar soluciones se encuentran fuera de la gran carrera tecnológica.

POLÍTICA CIENTÍFICA Y TECNOLÓGICA. ¿CONFLICTO CON EL MEDIO AMBIENTE?

En la encrucijada de este conflicto se encuentra, por tanto, la política científica y tecnológica cuya formulación lleva aparejada una necesaria apuesta por el fomento de nuevas tecnologías o tecnología emergentes. No se puede olvidar sin embargo, que la política científica y tecnológica es un área relativamente joven.

Desde la década de los cuarenta hasta la crisis de los setenta, su práctica se había orientado a los problemas de atribución de recursos y a la puesta en marcha de sistemas organizativos, principalmente en los países desarrollados.

Durante este período, el aporte teórico fue relativamente escaso. A lo largo del mismo, proliferó la idea de que la ciencia caía fuera de la gestión política (policy making) por lo que se defendía el principio de una política para la ciencia (politics for science). Como señalaba Arie Rip (1981) hace más de una década al esbozar la necesidad de una aproximación cognitiva a la política científica, "aquella posición estaba legitimada por la idea de que la ciencia, que tiene que ver con el conocimiento, no tiene una relación intrínseca con la política (politics) que concierne al poder".

Sin embargo, en la línea propuesta por Rip, promovida igualmente desde las nuevas concepciones del cambio tecnológico (Nelson and Winter, 1982; Rosenberg 1982), contrastada con las limitaciones en el crecimiento de los recursos destinados a la promoción de la ciencia y con las crecientes necesidades tecnológicas y sociales, se produjo un cambio en la percepción de estos problemas, lo que condujo a una nueva orientación buscando la promoción de una política por la ciencia (politics through science).

Este cambio coincidía con una reorientación en la aproximación a la historia, la sociología y la filosofía de la ciencia y la tecnología con lo que se ponía de manifiesto la necesidad de contemplar conjuntamente los aspectos cognitivos y sociales de la ciencia y la tecnología (Basalla, 1990; Dossi et al., 1988; Bijker et al., 1987).

De esta interacción surgen, entre otros, los estudios sobre ciencia-tecnología y sociedad, tanto en lo que se refiere a los aspectos prospectivos y de valoración social de los avances científicos y técnicos ("technology assessment") como en lo que concierne a la aproximación estratégica a los aspectos específicos de su aplicación y desarrollo como a la evaluación de sus actuaciones y resultados.

Esta orientación que tiene su origen en los Estados Unidos con el desarrollo institucional, por ejemplo con el Office of Technology Assessment (OTA) y con la promoción de actividades académicas y de investigación a través de una gran diversidad de programas en universidades norteamericanas, continúa su progresión en el Reino Unido, Canadá, Australia para recalar finalmente en la Europa continental -Holanda, Francia, Alemania, Austria, Suecia, Noruega. Finalmente la propia Comunidad Europea, que a través de la figura de Ricardo Petrella encabezó una intensa actividad prospectiva a través del Programa FAST (FAST 1 Y FAST 2), articulaba un Programa conocido como MONITOR integrando ese conjunto de actividades. El Parlamento Europeo sensible igualmente a la importancia del tema ha promovido el Programa STOA (Scientific and Technological Options Assessment) con el fin de profundizar en esta línea.

El eventual conflicto desarrollo científico y técnico vs medio ambiente debe encauzarse dentro de la racionalidad instrumental con una participación interdisciplinar e intercolectivos. Bajo esta orientación cabe señalar que iniciativas como las que se acaban de citar me parecen absolutamente necesarias; aunque simplemente sean una base de partida. Su fomento y su utilización son una opción lógica para abordar problemas de gran repercusión social y económica como son las relaciones entre tecnología y medio ambiente.

BIOTECNOLOGÍA, MEDIO AMBIENTE Y PREOCUPACIÓN SOCIAL

La preocupación primaria de los ecologistas (ambientalistas) respecto a la aplicación de la biotecnología parece centrarse en la que hemos dado en llamar nueva biotecnología, es decir en los desarrollos relacionados con la ingeniería genética.

Los ambientalistas, como reconoce Margaret Mellon (1991), se implicaron desde el primer momento en el debate referente a la investigación con organismos obtenidos por recombinación genética. El principal motivo de preocupación pública por la aplicación de la ingeniería genética estriba en la posibilidad de comercializar una gran variedad de organismos modificados genéticamente. Esta posibilidad puede entrañar la liberación de tales organismos en el medio externo, lo que incremente sin duda los riesgos, sobre todo cuando se compara con la investigación confinada en el laboratorio. A este problema primario se une el hecho de que la biotecnología, como paradigma tecnológico, se puede convertir en el soporte de nuevos ingenios e industrias que poseen la potencialidad de transformar amplios sectores de la sociedad y ejercer, consecuentemente, una clara influencia sobre el medio ambiente.

La intensidad de la preocupación de los grupos ambientalistas (ecologistas) por las eventuales aplicaciones de la biotecnología parece depender, por lo tanto, de la naturaleza y espectro de acción de las mismas.

Esta actitud parece lógica en virtud del principio general que hemos reconocido anteriormente de "preferir lo que existe", ya que en esta preferencia deben encuadrarse acciones correspondientes a la biotecnología clásica con las que convivimos -existencia de microorganismos en sus hábitats, desarrollo de fermentaciones encaminadas a la producción de pan, vino, cerveza, yogur, queso, medicamentos-. Esta posición también se compagina con el sentido práctico que M. Mellon atribuye a los grupos pro-medio ambiente. Tal pragmatismo les lleva a comprender la necesidad de explotar la naturaleza con el fin de mantener la vida de los seres humanos, con sus requerimientos y exigencias, así como al papel que la genética ha jugado y juega en la selección artificial de plantas, animales y microorganismos para fines agrícolas, alimenticios y sanitarios.

A pesar de esta perspectiva racional, los grupos ecologistas no predican el abrazo entusiasta de la tecnología. Las experiencias negativas ya mencionadas y los errores de cálculo parecen aconsejar lo contrario. De hecho, en lo que, en mi opinión, es un primer escarceo hacia posiciones poco equilibradas desde un punto científico, los ambientalistas piensan que muchos de los problemas que afligen al mundo pueden encontrar avenidas prometedoras de solución en aproximaciones no-tecnológicas.(3)

Ello supone de nuevo bajo mi visión, ignorar o no reconocer que vivimos en mundo plenamente tecnológico en el que nuestro hábitat domicilio-trabajo está impregnado de dispositivos desde la cama hasta el teléfono que tienen una base científico-tecnológica, sin mencionar los artefactos que facilitan el transporte y la necesaria comunicación, desde la ecológica bicicleta hasta el agresivo automóvil, sobre el que por cierto me gustaría conocer, por amor a la simple curiosidad, si ha sido capaz de aglutinar a grupos o movimientos organizados "anti-automóvil" -un instrumento de gran poder contaminante y de considerable valor mortífero-.(4)

EL DEBATE RACIONAL(5)

He defendido anteriormente la necesidad de encauzar el debate dentro de la racionalidad, por lo que pidiendo excusas por cualquier veleidad irónica en la que pueda haber caído, quiero exponer, a continuación, algunas preocupaciones que con razonable justificación asaltan a los ambientalistas o ecologistas y trataré de ofrecer argumentos en pro o en contra con objeto de promover ese debate.

Voy a entrar, por lo tanto, en el análisis de casos o problemas y seguiré en mi presentación la metodología utilizada hasta ahora, en los apartados anteriores: breve presentación del problema y expresión de mi opinión o comentario personal.

Es evidente que la preocupación que subyace en las inquietudes sociales acerca de la práctica de la nueva biotecnología es el riesgo, derivado del poder de producir combinaciones de genes no presentes en la naturaleza que hoy nos rodea, como el fruto de la evolución.(6)

Por lo tanto, las preocupaciones respecto al ambiente se pueden clasificar en riesgos imaginarios, riesgos específicos y preocupaciones de amplio alcance.

Riesgos imaginarios

Las modernas técnicas de transferencia genética permiten rodear los mecanismos biológicos directos y transferir material genético, que puede ser funcional, a organismos huéspedes diferentes del organismo de origen. Por ejemplo, se pueden transferir genes de animales a organismos vegetales o genes de seres humanos a animales o plantas.

Así crudamente expuesto, es obvio que la imaginación queda abierta a un campo de amplias posibilidades para generar organismos con nuevas propiedades. De hecho, ya se han producido cabras que secretan en su leche proteínas humanas como un modo de fabricar medicamentos naturales, plantas con genes orientados a producir secuestradores de metales con el fin de utilizar como abono lodos contaminados con metales; y plantas de tabaco con genes de luciérnagas que las hacen brillar para ser utilizados como ensayo de marcadores biológicos.

Sin embargo, lo que preocupa al público en lo se refiere a la ingeniería genética no es el presente, sino el futuro. De acuerdo con lo que se acaba de exponer, al poder transferir genes operativos entre cualquier organismo, las potencialidades de la tecnología parecen casi ilimitadas.

En este contexto, no puede sorprender que en el debate sobre la aplicación de la ingeniería genética subyazca la posibilidad de generar monstruos. Este término no se refiere simplemente a organismos peligrosos, aunque en él podríamos incluir a las armas biológicas, sino que va mas allá y se aplica a animales y plantas que además de ser peligrosas poseen características grotescas, antinaturales.

Comentario: Desde el lado científico se presta poca atención a esta preocupación, aunque tenga un notable predicamento entre el público. La razón del menor interés por parte de las científicos estriba en su escasa probabilidad, ya que requeriría en efecto la transferencia de una gran cantidad de genes, muchos de ellos desconocidos hasta ahora y cuya funcionalidad integrada sería además imprevisible.

Aunque tenga una mayor verosimilitud, en el mismo sentido se puede hablar de la aplicación de la biotecnología para la preparación de armas biológicas. Como ya he comentado en otras ocasiones, cabe señalar en primer lugar que la lucha biológica es perfectamente posible sin recurrir a la biotecnología.

Existe un amplio potencial de armas biológicas en toxinas de microorganismos y plantas y en venenos de animales que son habitantes naturales de este mundo en que vivimos como fruto de la evolución, sin ninguna manipulación. La toxina botulínica (producida por la bacteria Clostridum botulinum) o las neurotoxinas presentes en el veneno de serpientes son armas perfectas, difícilmente mejorables.

Las armas biológicas están ahí, han estado ahí, por lo que se podían haber utilizado antes de aparecer la nueva biotecnología. Si no ha sido así, es por la capacidad reflexiva y la voluntad reguladora de los hombres.

Es muy absurdo pensar que la biotecnología se oriente a programas de esta naturaleza. Difícilmente se van a conseguir instrumentos mortíferos más efectivos que la toxina botulínica o más sofisticados que los virus que continuamente nos acechan y atacan.

En este caso no cabe invocar, como ya se ha citado en alguna ocasión, el caso del virus del SIDA. Toda la evidencia científica de que dispone, desde la epidemiología a la biología molecular, apunta a que el virus del SIDA tiene ya una vieja existencia, originado probablemente en África y con un incremento en su transmisión y difusión por mor de cambios en la pauta de actuación de la sociedad desarrollada (turismo hacia África, costumbres sexuales, drogadicción, entre otros).

La biotecnología debe, por el contrario orientarse a combatir estas armas, no a fomentarlas ni crearlas

Riesgos propios

Este ámbito de incertidumbre es, sin duda, el más relevante y complejo en relación con el tema que nos ocupa.

Es evidente que existen riesgos específicos derivados de la modificación genética de organismos, tanto bacterias como plantas o animales superiores, aunque tales riesgos no estén ligados esencialmente a la naturaleza intrínseca del organismo, sino más bien a las propiedades codificadas por los genes que se han incorporado, a las relaciones de estos genes con los constitutivos del organismo en cuestión, configurando una nueva combinación de genes, y al resultado de estas nuevas combinaciones cuando se ponen en contacto con entornos específicos.

La propia complejidad y diversidad de las situaciones que se pueden generar dibujan un panorama pleno de dificultades para acotar los problemas y para establecer, en consecuencia, una taxonomía de casos que facilite la comprensión y el análisis.

A pesar de ello, Margaret Mellon establecía en un artículo reciente una primera separación, como categorías diferentes, entre riesgos propios directos e indirectos. Esta primera división y la descripción de algunos casos que sirvan para ilustrar esos dos grupos, será la metodología seguida en las secciones que a continuación expongo como primera aproximación para progresar por esta senda.

a.- Riesgos directos y agricultura

Dentro de esta categoría, los ambientalistas mencionan el caso de la incorporación en plantas de genes que codifican para la producción de sustancias que tienen carácter tóxico frente a plagas, por ejemplo toxinas bacterianas que actúan contra insectos que atacan a las cosechas. Esta aproximación, internalización, es un paso más en el uso de pesticidas biológicos que se viene fomentando como fruto de las aplicaciones biotecnológicas a la lucha contra las plagas. Los temores radican en la posibilidad de que las toxinas, o las plantas con la toxina, sean nocivas para la salud de los animales o los seres humanos que consuman como alimentos las plantas así tratadas.

Comentario: La lógica para afrontar esta preocupación está bien establecida dentro de los mecanismos racionales de la investigación biológica y farmacológica, e incluso puede ajustarse a regulaciones ya existentes y referentes al campo de la sanidad animal y humana.

Las propiedades eventualmente perjudiciales para hombres y animales de las toxinas se pueden determinar siguiendo protocolos toxicológicos adecuados, sin duda establecidos, para el caso de los pesticidas comúnmente utilizados. Estos protocolos o pautas se aplicarían para determinar la toxicidad del producto original y deberán haber sido seguidos al autorizar su uso, como producto aislado, independientemente de cual sea su origen. Es evidente que puede surgir una preocupación adicional derivada de la posible modificación de las toxinas al ser producidos por un organismo distinto al suyo original. Esta preocupación se puede subsanar recorriendo las mismas pautas analíticas anteriores pero, en este caso, con las toxinas obtenidas a partir de los nuevos portadores del gen, tras su aislamiento y purificación. Existe la posibilidad de introducir un control adicional, que sería hasta excesivo, si se compara con las pautas tradicionales de análisis y seguimiento de las propiedades tóxicas de un producto, efectuando un control de la toxina en presencia de un extracto del organismo, planta normalmente, donde se haya injertado el gen para producir las toxinas.

Por cierto, me parece importante subrayar que esta práctica de comprobar la acción de cualquier pesticida tras su paso por el suelo y las plantas, debería ser de recurso común a los pesticidas de origen químico, ya que estos compuestos presentan riesgos quizá mayores de experimentar cambios y originar nuevos productos tras su paso por las plantas como fruto del lógico proceso de metabolización.

No se puede dejar de lado además que las toxinas biológicas son proteínas y que en pura racionalidad su efecto está ligado a la preservación de su estructura. Cualquier modificación de la misma determinará una modificación, probablemente pérdida, de su actividad.

Este planteamiento se resume en el siguiente esquema:

b.- Riesgos directos y ambiente

El otro gran grupo de riesgo directos abarca a los riesgos ecológicos propiamente dichos, que comprenden los efectos de los organismos modificados genéticamente en conexión con otros organismos. La Sociedad Ecológica de América (ESA) ha hecho referencia a un conjunto de efectos potenciales relacionados con la liberación de organismos que deberían ser tenidos en cuenta para corregir o evitar sus efectos.

Entre ellos cabe mencionar: la creación de nuevas plagas, el daño a especies diferentes de las que están en el objetivo del proceso; los efectos destructores en comunidades biológicas existentes; y los efectos adversos respecto a los procesos que configuran los ecosistemas. Por otro lado, un informe de la Academia de Ciencias (NAS) aparecido en 1987 centraba los riesgos ecológicos y planteaba el caso del posible desplazamiento de especies actuales de peces. La preocupación general tenía sus raíces en la complejidad que informa los efectos ecológicos, ya que son consecuencia de interacciones muy complejas entre organismos, por lo que, en la mayoría de los casos, aparecen de modo inesperado y son, por tanto, difíciles de predecir. Incluso es difícil en muchas ocasiones explicarlas en visión retrospectiva. A ello hay que añadir que los potenciales efectos ecológicos pueden variar notablemente según el organismo de que se trate, planta, animal, microorganismo, de cómo haya sido modificado y de dónde y en qué cantidad vaya a ser liberado.

El ejemplo más directamente examinado es el caso de los peces, ya que estos animales están siendo objeto de continuas manipulaciones genéticas. Entre otros éxitos de la ingeniería genética, se ha logrado introducir en una especie de carpa dos genes, uno que codifica para una hormona de crecimiento; el otro para una proteína "anticongelación" que permitiría al pez sobrevivir en aguas frías. Si este pez, modificado así, fuera introducido, intencionada o accidentalmente, en el entorno natural, cualquiera de estas especies podría desplazar o alterar el equilibrio de las poblaciones nativas: el gen "anticongelación" podría, por ejemplo, permitir a un pez de aguas calientes invadir las aguas frías; el pez modificado con el gen de la hormona de crecimiento podría crecer más rápidamente o desarrollarse más para sobreponerse a la población normal que se vería así con dificultades para seguir el ciclo nutricional ordinario o habitual.

A estos problemas hay que añadir que pueden existir efectos adicionales relacionados con los vectores utilizados para transferir los genes en los peces en cuestión, ya que se trata de retrovirus implicados en el desencadenamiento de los procesos cancerígenos.

Con estas consideraciones parece lógico que se reclame atención antes de liberar un organismo modificado genéticamente ya que no se puede descartar la aparición de riesgos que no son sólo específicos como se acaba de exponer, sino que hay que pensar en los riesgos genéticos de desplazamiento de especies, rotura de equilibrios biológicos y alteraciones de la fauna y flora naturales que son de tal entidad que merecen una cuidadosa reflexión sobre los mismos.

Comentario: Las preocupaciones suscitadas por los riesgos ecológicos me parecen lógicas, aunque piense que están relacionadas fundamentalmente con las dificultades que tiene la ecología para articularse como ciencia experimental, superando la etapa meramente descriptiva u observacional.

Pienso que la experimentación no debe circunscribirse al ámbito del laboratorio, deteniéndose en la modificación genética de los organismos, sino que deben realizarse experimentos en territorios acotados, en campo bajo condiciones de control bien definidas y establecidas.

Comprendo la resistencia de los ecologistas ante el argumento avanzado por los biólogos moleculares de que las especies existentes están tan bien adaptadas, como fruto de la evolución, que difícilmente serían desplazadas por las especies modificadas. Existen suficientes ejemplos acerca de la modificación ambiental introducida por especies extrañas para que el argumento empleado por los científicos "de laboratorio" suscite dudas. Sin embargo, no entendería una iniciativa de protesta o reacción contra experimentos de campo acotados, bien diseñados, en lo que podría asimilarse a pautas de control ecológico, por analogía a los controles que se siguen en la investigación farmacológica o toxicológica. Se trata, por lo tanto, por mi parte de abogar una vez más por la introducción de lo "científico" en toda las disciplinas científicas, valga la paradoja, y de invocar la necesidad de que ello se produzca de modo inmediato en la ecología.

c.- Riesgos indirectos

Es evidente asimismo que la utilización de organismos modificados genéticamente puede generar una serie de efectos indirectos. La propia vaguedad y amplitud de la cuestión determina la dificultad de referirse a casos concretos.

Entre ellos se hace mención al caso de las plantas tolerantes a pesticidas químicos. El desarrollo de plantas modificadas genéticamente para aumentar su tolerancia a pesticidas químicos podría conducir al incremento en cantidad y duración del uso de estas peligrosas sustancias.

Por otro lado, me atrevo a apuntar personalmente a un reciente logro químico-farmacéutico que podría romper, sin embargo, el equilibrio biológico. En efecto, se acaba de conseguir que el alcaloide mortal hiosciamina, producido por la belladona (Atropa belladonna) se convierta, gracias a la inserción de genes adicionales que determinan la incorporación del enzima hidroxilasa, en escopolamina, alcaloide de uso terapéutico. Con ello se incrementa el rendimiento y, por consiguiente, el abaratamiento de la extracción y la separación de este producto, con la consiguiente reducción en costes y precios. Este notable logro puede, como ya se apuntaba anteriormente, romper el equilibrio biológico ya que la producción de alcaloides tóxicos es probablemente un mecanismo de lucha biológica fruto de la evolución. Sin embargo, los beneficios son evidentes y múltiples.

Este ejemplo sirve para sacar a colación una última categoría de riesgos derivados de la manipulación genética y que se puede resumir bajo el epígrafe de "riesgos imprevistos o desconocidos" ya que la modificación de un amplio espectro de entidades autoreplicativas podría determinar consecuencias imprevisibles.

Comentario: Como ya he esbozado, me parece necesario que se reconozca la importancia de estos riesgos y que ello ayude a aumentar las cautelas y el rigor de los controles.

Sin embargo, quisiera hacer dos precisiones. Una de carácter general se refiere a la inadecuación de combatir el progreso bajo la constante invocación a riesgos desconocidos. Con esta actitud catastrofista no se hubiera producido el encuentro entre mundos que hace quinientos años tuvo lugar con el viaje de Colón a las Indias, ni se hubiera descubierto la Antártida ni se habría puesto en marcha la fabricación de la penicilina.

La segunda de carácter particular concierne a los casos específicos que se han expuesto. Me parece que el mayor o menor riesgo de una determinada explotación de descubrimientos va a depender de qué la industria o sector industrial esté detrás de la innovación. La preocupación por el uso desmesurado de pesticidas es lógica si fuera la industria química la que ha desarrollado la modificación de las plantas y -su interés en incrementar beneficios por la venta de pesticidas sería una consecuencia obvia-. Sin embargo, la situación cambiaría si el desarrollo tecnológico fuera promovido por la industria agroalimentaria, cuyo interés comercial radicaría fundamentalmente en la venta de semillas o de los productos resultantes de las cosechas.

COMENTARIOS ADICIONALES PARA CONTRIBUIR AL DEBATE CIENTÍFICO

Me parece lógico insistir en señalar que una de las grandes aspiraciones de los movimientos ambientalistas o grupos ecologistas es mantener la biosfera tal como la tenemos como fruto de 4000 millones de años de evolución.

La opción me parece razonable desde una visión excesivamente simplificadora. Convendría recordar que durante todo este proceso evolutivo han tenido lugar catástrofes, en algunos casos de grandes proporciones, que han conducido a la extinción de especies y a la aparición de otras nuevas.

Es evidente que estas catástrofes no han sido producidas por el hombre y el argumento que pretendo desarrollar no quiere invocar los beneficios de las catástrofes ni animar a que el hombre las provoque. Trato esencialmente de constatar un hecho indiscutible y en relación con él, de manifestar mi perplejidad por la asunción de credos providencialistas o creacionistas por colectivos que recogen posiciones de progreso.

Al mismo tiempo, me gustaría poner de relieve que es la naturaleza tal como hoy la disfrutamos no todo es situación idílica. Coexisten con nosotros animales que tratarían de destrozar al hombre en la lucha por la supervivencia. Convivimos con un gran número de organismos patógenos o transmisores de patología -insectos, parásitos, hongos, bacterias, virus- cuyo mantenimiento a raya con un combate cada vez más inteligente y estratégico es un requisito indispensable para que hombre y animales puedan sobrevivir.

Parece lógico que desde ciertos importantes colectivos se defienda la biodiversidad, o se combata por proteger la vida de las ballenas o de otro animal en vías de extinción. Pero no debemos olvidar que desde hace muchos años millones de seres humanos, habitantes en zonas de subdesarrollo, sufren enfermedades debilitantes, endémicas, que los incapacitan incluso para cultivar las cosechas con que obtener alimentos. Pocas voces militantes se escuchan en pro de una acción solidaria contra estas enfermedades, en las que los intereses del libre mercado encuentran escasos flecos de atracción por razones obvias.

Por último un comentario acerca de la competencia y los ecosistemas naturales. El debate sobre la competencia dura desde hace muchos años. El problema para avanzar en el estudio de estos problemas con el objetivo de sacar conclusiones radica en la propia naturaleza de la investigación sobre ecología. Se aplican a los proyectos parámetros idénticos a los de la investigación en laboratorios tradicionales, períodos cortos de financiación, demanda de resultados inmediatos.

Existe un problema dentro de la comunidad científica de comprensión de la ecología. Sin embargo, cuando se realizan experimentos de esta naturaleza se detecta que la eliminación de una especie genera una dinámica compleja, con efectos en cascada, hasta el punto de que, según parece, hay probablemente que cuestionarse la tesis -recogida en manuales de biología- de que las comunidades ecológicas alcanzan los equilibrios adecuados para su región geográfica. Parece que "la composición de las comunidades varía continuamente a lo largo del tiempo".

Si esto es así, es probablemente inevitable concluir que algunos de los grandes principios de la ecología están todavía por elaborar lo que obliga a insistir en la necesidad de un debate amplio, integrador, científico multidisciplinar, y de gran calado social para alcanzar las conclusiones más razonables, de forma que no creemos con una defensa a ultranza, no racional, del medio ambiente reacciones que marquen otra vez cambio pendulares, en los que el hombre, animal testarudo si los hay, tropieza siempre regularmente.

LA NECESIDAD DE REGULAR Y DEMOCRATIZAR EL DEBATE

Parafraseando a Churchill se debe insistir en la idea de que el desafío es demasiado importante para dejarlo en manos únicamente de los científicos y de los intereses económicos. De aquí que se detecte un amplio consenso acerca de la necesidad de regular las aplicaciones de la biotecnología en función de sus riesgos ambientales.

Es importante poner de relieve que las regulaciones deben contemplarse desde una perspectiva diferente a los planteamientos y actitudes que han informado las regulaciones de productos químicos. Convendría diseñar sistemas específicos en lugar de tratar de adoptar y adaptar normas aplicadas a regular la industria tradicional. En cualquier caso y sea cual sea la opción que se tome, la regulación es inevitable. Una actuación creíble y eficiente en este sentido ayudará, y no retrasará, el progreso de la industria basada en esta tecnología.

El público, la sociedad debe intervenir en este proceso de desarrollo. Se necesita fomentar la educación en estas cuestiones y aspectos relacionados para que desde organizaciones y colectivos se pueda participar racionalmente en la evaluación de los riesgos y en las decisiones sobre las eventuales aplicaciones. En el caso de la agricultura, por ejemplo M. Mellon apunta el efecto positivo que la biotecnología puede ejercer para una deseable transición hacia la agricultura de protección ambiental, pero, añade, siempre que se subordine, en la línea que he expuesto repetidamente, al desarrollo de escasos aportes químicos y de viabilidad biológica.

Hay que desarrollar mecanismos e instituciones que permitan aprender a evaluar, a valorar las tecnologías, y, donde sea adecuado, decir sí y, donde sea inadecuado, a decir no.(8)

¡He aquí un reto adicional con el que nos enfrenta la biotecnología!.

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NOTAS

(1) Trabajo del Grupo ESFERAS (Estudios Sociales Filosóficos y Económicos Relacionados con el Ambiente y la Salud). El autor, único responsable, agradece las críticas, sugerencias y comentarios de José Luis Luján y Daniel Borrillo, integrantes del Grupo ESFERAS.

(2) De hecho se podría decir, parafraseando a Ebbinghaus, refiriéndose a la psicología científica, que la biotecnología posee un largo pasado y una corta historia.

(3) D. Borrillo me ha comentado que los ecologistas cuestionan la racionalidad misma pues es ella quien está en la base del paradigma del hombre "señor-dueño" de la naturaleza.

(4) Es cierto, sin embargo, que con carácter anecdótico empiezan a elevarse voces de defensa de los ciudadanos ante los coches o de crítica hacia el carácter individual y agresivo para el ambiente de este medio de transporte (en España, el boletín informativo ong de marzo 1993; en Alemania, Holanda y Francia empieza a aflorar pegatinas y folletos con "slogans" anti-automóvil).

(5) Alain Touraine previene en su "Critique de la modernité" acerca de los peligros posibles de abandonar la idea de sujeto para volver al ser o a la naturaleza (comentario D. Borrillo).

(6) Los ecologistas franceses cuestionan incluso el término "environnement" ya que el mismo refuerza el carácter antropocéntrico del universo (comentario de D. Borrillo).

(7) Término que encuentro muy sugerente y que aparece en el título de un artículo de Bernand Dixon (Bio/Tecnology, Enero 1993) "Who's Who in European Antibiotech".

(8) Sería más correcto, dejando licencias estilísticas aparte, proponer que la valoración de las tecnologías conduzca a modular posiciones, propuestas y diseños, de forma que se arbitren soluciones que optimicen los objetivos y los recursos.

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