Sociedad Y Corrupción

SOCIEDAD Y CORRUPCION

Por: Ronald Cárdenas Krenz

La corrupción es un serio problema que afecta a la sociedad, no cabe duda; pero algo peor ocurre todavía cuando una sociedad se acostumbra a ella, pasando de la indignación a la indiferencia, de la indiferencia a la tolerancia, de la tolerancia a la aprobación, y de allí al oprobioso aplauso.

Lo más grave entonces de la corrupción hoy en día no es que sea un problema de muchas sociedades, sino que más bien ha terminado siendo parte de ellas.

Claro que siempre despiertan atención los escándalos políticos, pero dícese igual al rato "no importa si roba, con tal que haga obra".

Adicionalmente, es de advertir que en nuestro tiempo, poco queda para la reflexión pública cuando más pueden preocupar a las mayorías las noticias de la farándula, los deportes o las últimas novedades de la moda. La noticia parece estar más en los “ricos y famosos”, pues los pobres y anónimos, de serlo tanto y tantos, ya no son noticia.

Por ello, lo más delicado de la crisis moral de nuestro tiempo no está en lo político, sino en un ámbito más sensible, como es el seno de nuestra sociedad.

Así, resulta significativo que, para muchas personas, sobre todo en países subdesarrollados (o acaso precisamente por serlo) sea aceptable o muy tolerable viajar de pavo, quedarse con el vuelto recibido demás, o entrar a un concierto sin pagar.

Empero, a nivel mundial, se dice que la corrupción de una sociedad no se mide, realmente, por los grandes escándalos, sino en sus pequeños detalles, en esas minúsculas conductas del quehacer diario que evidencian la falta de valores de sus ciudadanos: Como el abogado que se aprovecha de la ignorancia del mecánico para cobrarle lo que quiera por llevarle un caso; o el mecánico que en callada revancha se aprovecha de la ignorancia del abogado para cobrarle lo que quiera por arreglar su auto.

Criticamos el nepotismo de los políticos, pero basta que cualquier mortal asuma un cargo para que los parientes lejanos se vuelvan cercanos y que, antes de terminar de cantar la canción de Roberto Carlos, se encuentre uno con que de pronto tiene ya un millón de amigos.

Está mal la piratería, pero igual se vende y compra videos, libros, programas y juegos “piratas”, colonias “alternativas”, polos de marcas falsas y hasta medicamentos (¡) “bambas”. El contrabando es un delito, pero igual le estamos prestos. Ni qué decir de los congresistas que piratean leyes o que pagan sus gastos personales con dinero del Estado, de los políticos que trasladan enfermos para inaugurar un hospital inconcluso o de aquellos presidentes que cambian la Constitución para seguir gobernando.

Si le roban a uno alguna parte del auto, la víctima recurre entonces al mercado informal, en donde terminará comprando de repente la misma pieza que le robaron, convirtiéndose

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