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Biologia Primer Grado


Enviado por   •  24 de Febrero de 2015  •  2.185 Palabras (9 Páginas)  •  346 Visitas

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A ORILLAS DEL LAGO

Despertó atontada, como le sucedía desde hacía varios meses, al abrir los ojos inclusive quien era y donde estaba eran datos difíciles de saber. Luego de unos minutos, la realidad la golpeaba como un látigo y deseaba sumirse en el letargo de la inconsciencia. Desde hacía tiempo, debía tomar pastillas para dormir, las cuales robó del botiquín de su madre. A esto atribuía sus lagunas mentales, los largos ratos de desorientación, e inclusive la amnesia que últimamente estaba teniendo.

Salió de la casa y comenzó a caminar hacia el muelle, le gustaba mucho sentarse ahí completamente sola y tratar de olvidar eso que tanto la lastimaba, al grado de no permitirle respirar. Tenía la sensación de que se ahogaba, necesitaba escapar del dolor como le fuera posible.

Intentó distraerse y volteó hacia su casa, era muy hermosa, rodeada por árboles frutales, buganvilias y rosales, con acabados de madera y hermosas ventanas de piso a techo que casi se cubrían con espesas enredaderas. Desde la orilla del muelle podía observar cada detalle de la hermosa casa y al mismo tiempo ver el lago que se encontraba a sus pies, con el agua azul oscuro y las hojas de los árboles flotando apaciblemente sobre él. En aquél lago era en donde antes pescaba con su padre. En el muelle a orillas del lago era su lugar favorito porque amaba aquellos recuerdos, siempre lograban traerle un poco de paz.

De pronto se dio cuenta de que Román estaba ahí, él comenzó a hablarle sobre la noche anterior, de la cual ella no recordaba nada. Le habló sobre el auto, aquel hombre, toda la sangre… Verónica no quiso oír más. Se levantó lentamente y abandonó el muelle.

Al llegar a su casa decidió preparar el desayuno para Anna, sabía que se molestaría con ella si al despertar no lo encontraba listo, así que sacó una sartén y lo puso al fuego con un poco de aceite. Román entró a la cocina, tenía un cuchillo en la mano, pero Verónica decidió no hacer caso de su presencia, se dirigió al refrigerador a sacar un par de huevos y un poco de tocino.

Román clavó el cuchillo en la mesa, el ruido asustó a Verónica, pero ni siquiera volteó a verlo. Él se sentó a la mesa y se dispuso a terminar la historia que comenzó en el muelle. Le contó de nuevo sobre el auto, sobre aquel hombre, toda la sangre... Se sentía aterrorizada al escuchar semejante historia, pero lo que más la asustaba era que Román le decía que estaba con él cuando sucedieron las cosas y ella no recordaba nada. La única forma que encontraba de eludirlo era dejarlo hablando solo en la cocina, abandonó el desayuno y subió rápidamente las escaleras. Quería alejarse lo más posible de Román o por lo menos hasta la noche, cuando sabía que sería imposible.

Abrió la puerta de su cuarto y ahí estaba Jo, llorando de nuevo. Ella siempre estaba llorando ahora que lo pensaba. No quiso interrumpir, así que cerró la puerta y se dirigió al cuarto de sus padres, volvió a sentir un golpe de dolor al entrar y verlo, pulcramente ordenado, tal como le gustaba tenerlo a su madre, pero carente del calor y la felicidad que existían cuando ella estaba en él. Hacía seis meses ya que estaba así, frío, solo, deprimente, desde que sus padres tuvieron aquel horrible accidente en que su auto se salió del camino y murieron. Se echó en la cama y tomó el libro que se encontraba en la mesa de noche, “Cumbres Borrascosas” se leía en la tapa.

Anna entró al cuarto, la rubia de ojos azules y labios color carmín se veía molesta; Verónica se quedó observando su mirada de odio, pero luego se distrajo por las vendas que rodeaban sus brazos; sabía perfectamente lo que significaba, seguramente encontró las navajas que ella escondió debajo de los tablones del suelo y se había cortado de nuevo.

De pronto Anna comenzó a gritarle, tenía hambre, y cuando bajó, lo único que encontró fue a Román con un cuchillo ensangrentado y la sartén con aceite.

Verónica decidió ignorar sus gritos y bajó las escaleras, se dirigió a la cocina y termino de preparar el desayuno, esta vez, ignorando completamente a Román.

Anna se sentó a la mesa y comenzó a desayunar, Verónica se quedó a observarla comer, las dos intentaron ignorar al despeinado sujeto sentado a su lado que jugaba despreocupadamente con un arma homicida.

Ya eran las once de la mañana, seguramente Jo ya habría dejado de llorar, así que Verónica se levantó de la mesa y fue hacia su cuarto, con la esperanza de que estuviera en otro lado.

Al llegar a la puerta del cuarto, se detuvo para abrir silenciosamente. No había nadie adentro así que se apresuró a sacar un par de cosas que necesitaba, de pronto vio por el rabillo del ojo y ahí estaba Jo. Sostenía un oso de felpa y tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Pasó junto a ella y le pegó en el estómago, el sonido fue sordo y fuerte, Verónica cayó al suelo y comenzó a arrastrarse lentamente hacía el pasillo, a pesar de que apenas podía respirar hizo el esfuerzo, pues sabía que si se quedaba, la seguiría golpeando. Una vez en el pasillo escuchó como Jo azotó la puerta, no podría sacar sus cosas, pero al menos se sentía a salvo.

Luego de un rato tirada en el pasillo logró incorporarse, se dirigió al piso de abajo y recogió la lista del súper que Anna le dejó en la mesa. No tenía ganas de ir hasta el pueblo en este momento, pero hacían falta varias cosas para hacer la cena y ya le era suficiente la violencia de Jo, no necesitaba aparte los gritos de Anna.

Se subió a su bicicleta y comenzó a pedalear hacia el pueblo. Como deseaba cumplir 18 y obtener su permiso para conducir, así no tendría que gastar una hora de su vida pedaleando esa estúpida bicicleta que tanto odiaba, podía en cambio, usar el auto de su madre, ese hermoso Mustang 68 color negro que tanto le gustaba. Solo faltaba un año, no tendría que pedalear mucho más.

Al llegar a la tienda entró rápidamente como siempre lo hacía, puso todo lo de su lista en una de las canastillas que ofrecían en la entrada y se formó en la caja, cuando fue su turno, le dio un billete a la señora detrás del mostrador y en cuanto le regresó

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