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Pachamama


Enviado por   •  30 de Julio de 2014  •  1.313 Palabras (6 Páginas)  •  223 Visitas

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Toño y Pachamama (Cuento infantil)

Toño terminó de comer su helado y abrió la ventana del bus en que viajaba. Cuando se disponía a lanzar la envoltura a la calle, la voz de su mamá sonó enérgica:

- ¡Nooo!

- ¿Qué pasa, ma? –preguntó Toño extrañado.

- ¿Qué es lo que pretendes hacer, hijo?

- Voy a botar la envoltura del helado porque ya acabé de comerlo.

- ¿En la calle? Toño, ¿cuándo nos has visto a tu padre o a mí botar basura en la calle?

- A ustedes nunca, pero a otros adultos sí y a cada rato. Y no solo botan basura, también escupen.

- Que lo hagan muchos no quiere decir que esté bien. Cuando termines de comer y te encuentres en la calle, debes guardar las envolturas hasta que halles un tacho o llegues a la casa.

- Ay, mamá, qué fastidio estar con la envoltura en el bolsillo.

- Sé que no es muy cómodo, pero ensuciar las calles es peor.

Y así era siempre: “Toño, cierra el caño mientras te cepillas”, “Toño, cierra la ducha mientras te jabonas”; “Toño, nada de jugar carnavales, el agua no está para desperdiciarse”; “Toño, apaga la luz si no estás utilizándola”, etc, etc, etc…

Toño no entendía por qué sus papás estaban tan obsesionados por no ensuciar las calles, ahorrar la electricidad, reutilizar cosas como botellas de vidrio y papel de regalo, y, sobre todo, cuidar el agua… ¡Si había tanta! ¡Todos los mares, ríos y lagos del mundo estaban llenos de ella! Era imposible siquiera pensar que se acabaría un día.

Así que cuando sus papás no estaban, nuestro amigo Toño tenía encendidos al mismo tiempo la computadora, el televisor y todos los focos de la casa; no se preocupaba por cerrar el caño ni la ducha mientras se aseaba y, en fin, hacía aquello que sus papás le pedían que no hiciese. Incluso jugaba carnavales con sus amigos del barrio en febrero.

Precisamente una noche de verano en la que se había ido a la cama enojado con sus padres porque se negaron a comprarle una bolsa de globos de aquellos que se llenan de agua y se hacen explotar en el cuerpo de la gente, Toño tuvo un sueño… O tal vez no fue un sueño…

Abrió los ojos y, parada al pie de su cama, vio a una mujer mayor, diríase que de la edad de su abuelita, muy hermosa; su piel tenía el color de la tierra mojada, su cabello y ojos eran muy negros y estos últimos relucían como dos estrellas. Estaba cubierta por un gran manto verde que parecía hecho de hojas y pasto.

El miedo lo sobrecogió al inicio, pero al percatarse de la expresión tristísima con que la mujer lo miraba, la compasión lo invadió y preguntó:

- ¿Quién es usted?

- Soy Pachamama, querido hijo.

- ¿Hijo??

- Sí, eres mi hijo, yo soy la madre de toda la humanidad. Soy la Madre Tierra. Soy los árboles, los lagos, los mares, los ríos, los desiertos, los animales, las flores y las montañas.

- ¿Por qué está triste?

- Porque muchos de mis hijos me maltratan, no me quieren ni me cuidan. Mira. –y le mostró a Toño sus brazos llenos de moretones y cortes. Tenía, además, en la cara, varias rasgaduras.

- ¿Quién le hizo todo eso? – interrogó Toño muy indignado.

- Ustedes. ¿Ves esta herida de aquí?

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