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Songuirirongi


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2012  •  1.630 Palabras (7 Páginas)  •  306 Visitas

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Los vemos todos los días, en el centro, en las avenidas, en las calles, en la ciudad de la cual somos parte, o en ciudades que visitamos, en las plazas, afuera de los comercios.

Caminamos y pasamos a un lado suyo, sin darnos cuenta de que están ahí; si acaso los notamos, hacemos de cuenta que no están ahí, o comenzamos a juzgarlos, a preguntar “por qué no hacen nada de su vida” o decimos “están fuertes, aún pueden trabajar”… jamás nos preguntamos cómo llegaron ahí, quiénes son, de dónde son, qué sienten y por qué están ahí.

Así es, me refiero a los vagabundos, a personas indigentes que por alguna u otra razón han llegado ahí. Pasamos a su lado, los vemos y ni una ayuda les damos. Los miramos con pena, lastima y algunas veces con temor, sin saber que más que dinero o apoyo material, buscan un amigo, una plática.

Les negamos nuestra compañía, porque somos incapaces de empatizar con ellos, les tememos por no saber que hay detrás de esa persona que anda sucia o huele mal.

No sabemos si en algún momento aquel hombre que vemos a diario en la esquina pidiendo dinero hace años tuvo dinero y fue rico, o si fue un funcionario público con buenas ganancias económicas y por alguna u otra razón lo perdió todo.

La vida da muchas vueltas, lo material viene, llega y se va en algún momento de nuestras vidas.

Cuando llega somos felices, porque creemos lo tenemos todo, cuando se va somos tan infelices e incrédulos, que hasta renegamos y reprochamos a espíritus o entes sobrenaturales o en otros casos divinidades preguntándoles por qué a nosotros, o por qué nos pasa tal cosa, sin ponerse a pensar que somos nosotros mismos los causante de nuestras desgracias y nosotros mismos los que nos quitamos las cosas materiales de una manera u otra, y somos nosotros mismos quienes nos devastamos por si solos cuando perdemos tales cosas, porque nos acostumbramos tanto a la vida material que cuando lo perdemos, no sabemos qué hacer y creemos que todo está perdido.

Dicen por ahí, tristemente, que cuando lo tenemos todo, tenemos muchos amigos y familia y cuando lo perdemos todo, en su mayoría se va todo, tanto bienes materiales como amigos y hasta familia.

Pues bien, así es como comienza la historia de Marcial, quien hace ya muchos años cuando era muy joven, tenía un buen trabajo, así también sus hermanos y familia en general, todo marchaba muy bien.

U n día inesperadamente su trabajo de funcionario en el gobierno, terminó, sin más ni menos, lo despidieron (como es muy normal en ese tipo de trabajos), poco a poco lo fue perdiendo todo, parecía que como dicen le llovía sobre mojado, no sólo había perdido el trabajo, un accidente le provoco quemaduras en gran parte de su cuerpo y no podía conseguir dinero, así fue como sin dinero ni un lugar donde vivir fue de ciudad en ciudad buscando a su familia para pedirle un poco de apoyo, pero todos le dieron la espalda.

Marcial desde sus 20 años de edad es hipertenso, así que no sólo comida buscaba conseguir, sino medicamentos para su enfermedad, así como un techo en donde dormir.

Iba a instituciones típicas que presumen de altruismo, pero siempre le negaban comida o medicinas debido a que él no tenía ni 3 pesos para pagar siquiera sus medicinas, jamás creían que él no tenía dinero, debido a que acostumbraba pedir el baño a los bomberos para tomarse una ducha, siempre andaba limpio.

Sin comida ni siquiera un vaso de agua que beber iba vagando de ciudad en ciudad; cuenta Marcial, que un día llego con una señora a un puesto de aguas frescas y pidió un poco de agua y comida, la señora muy amable le dio agua para beber y para llevar así como un poco de comida.

Cuando buscaba dormir en las calles, lo corrían de las calles, cuando buscaba una banca de algún parque para dormir, policías le quitaban lo poco que tenía y después lo corrían del lugar, así fue como decidió ir a dormir debajo de los puentes.

En los puentes, Marcial platica, fue donde conoció más personas como él, y de los cuales se hizo muy amigo; personas alcoholizadas, drogadictos, con problemas mentales, etc.

Duró un año viviendo así, poco a poco fue saliendo de ese bache en el que había caído, de alguna forma logró salir por completo, consiguió un seguro por enfermedad, consiguió ser pensionado y esa pensión es de la cual vive hoy en día junto con su familia.

Marcial y Lucy, su esposa, un día mientras se encontraban en un parque, recién pensionados los dos vieron a un hombre sacar de un bote de basura comida y agua, para comer un poco.

Ambos se cuestionaron y se preguntaron qué hacer con el dinero que ellos tenían, les movió por completo a los dos, en especial a Marcial esa escena que habían visto de aquel hombre hurgando en la basura en búsqueda de algo de comida.

Así fue como un día sin pensarlo, cuando volvieron a ver a un hombre buscando comida, le ofrecieron ir a comer a su hogar.

El hombre fue e invito a más personas como él, que no tenían donde comer, personas de la calle. Y poco a poco fueron pasando la voz, de voz en voz fueron llenando ese hogar, hasta que ya no cabían y cambiaron a otro lugar para así pudieran ir cada vez más personas que no tenían dinero con el cual comer.

Así es como fue creciendo poco a poco ésta asociación que formaron con su dinero propio, sin que nadie se los pidiera a Marcial y a Lucy, y como cada vez eran más tuvieron que buscar un nuevo lugar mucho más grande; hoy día el comedero está ubicado en Lerdo, Durango.

Asisten a personas de la tercera edad, diario les dan de almorzar, comer y cenar. Proporcionan comida y ropa a ellos, sin pedirles ni un peso por dicho apoyo. Ellos y su hijo desde siempre han apoyado la causa, no buscan nada de nadie sólo creen en la vida digna para todos, y no para unos pocos.

Marcial cree firmemente en que todas las personas, con o sin dinero tienen el derecho a comer la misma comida, con el mismo placer, y no sólo los que tienen dinero o los que visten bien o huelen bien.

Que tanto el rico como el pobre tienen el derecho de sentarse a comer en una mesa de un plato, mínimo las tres comidas diarias que se deben hacer, que está sociedad a la cual él la llama “la sociedad silenciosa” merece ser parte también de la sociedad y no se le vea como un problema social, sino como personas que también merecen respeto, que merecen ser escuchados por todos.

Que ellos merecen también de alguien que los escuche, que se ponga a platicar con ellos; algunas veces ellos más que dinero quieren alguien con quien hablar, platicar lo que les pasa, cómo se sienten y por qué están ahí.

Detrás de todos los que han ido a ese comedero, hay una familia que no les hace caso, que los sienta a la mesa, les da su comida y los deja solos, que no los atienden, y no son de preguntarles cómo se sienten o qué es lo que quieren.

Algunas personas juzgan a Marcial por la vida que lleva, por la forma tan digna en que cuida a estos ancianos; algunos, dice Marcial, no les gusta la comida con chile o con cebolla y él y su esposa o las mujeres que le ayudan con el comedero, les preparan la comida sin cebolla o sin chile, la gente le crítica del por qué hace eso, y Marcial únicamente responde “imagina que a tu padre o a tu madre no les gusta la cebolla o el chile, les obligarías a comer algo que no les gusta?”, “claro que no!, así como no lo harías con tus padres, tampoco con ellos, todos tenemos el derecho a comer lo que nos gusta y a rechazar lo que nos desagrada, no es un lujo sino es un gusto de cada persona” “no por ser más pobre, por no bañarse todos los días, los vamos a tratar como animales”, cuenta Marcial.

Enojado, triste, y sobre todo con una gran desesperación, nos cuenta cómo es que cuando estas personas más necesitan un apoyo, parece realmente que están solos que no tienen nada ni nadie, y justo cuando ellos los sacan del bache es cuando aparece toda la familia preguntando “cómo están?”

Un ejemplo es el día en que una mujer ya grande se puso muy mala, tenía cáncer, y tiempo después murió, tristemente con su muerte, se dio cuenta de que tenía mucha familia, la cual toda le fue a llorar al velorio, le llevo muchas flores y demás, y él se pregunta, porque en lugar de comprarles flores, no le dieron para pagar un cuarto en lugar de permitir que durmiera en la calle o no comiera por días.

Otra historia más que nos cuenta es la de Inés, un hombre que tiene problemas mentales, que perdía la noción del tiempo y un día sin más cuando ya no podían más con él porque necesitaba ayuda más especializada tuvieron que buscar un asilo en donde meterlo, cabe resaltar el hecho de que ningún asilo es gratuito, así que tuvieron que conseguir el dinero para meterlo ahí; hoy en día Inés ha perdido parte de la vista, y su sobrina de vez en cuando va con Marcial (en lugar de ir al asilo) para preguntar por su tío Inés.

Por mencionar unos ejemplos de los tantos que existen hoy en día en este comedero creado por una familia humilde, altruista, que no pide nada más que cambiar la vida de personas que no tiene absolutamente nada.

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