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TRADICIONES DE LA FORMACION DE LOS DOCENTES Y SUS PRESENCIAS ACTUALES.


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2013  •  9.182 Palabras (37 Páginas)  •  1.019 Visitas

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TRADICIONES DE LA FORMACION DE LOS DOCENTES

Y SUS PRESENCIAS ACTUALES.

No hay ya más caminos seguros. Sólo hay

posibilidades efímeras Para que pensemos a

través del pasado, para que examinemos las

historias sedimentadas que constituyen

lo que somos y nos podamos

Insertar en el presente para luchar

por una sociedad mejor.

Henry Giroux, 1992, pag.18

Los debates y las propuestas en torno a la formación de los docentes y a su perfeccionamiento tienden a emerger con fuerza en los momentos más críticos, sea por la insatisfacción respeto de los logros de la escuela, sea por procesos de cambio político.

En cualquiera de los casos y de los proyectos, los debates tienden, a lo largo de la historia, a concretar procesos reformistas en el sistema, pretendiendo inaugurar una nueva etapa.

En algún momento los docentes han participado activamente de estos movimientos, a través de organizaciones de clase, de asociaciones o grupos comunitarios; en otros, han asistido a las reformas.

Más bien en posición de espectadores. Pero en cualquier situación, los docentes son actores directos en la escuela, lo que viabiliza asumir comportamientos de sumisión o de autonomía, expresados a veces en resistencia pasiva.

Sin embargo, estos movimientos hacia los cambios operan sobre tradiciones anteriores, encarnadas en los sujetos y en las instituciones, que muchas veces las nuevas reformas acaban reforzando. No es cierto que no haya “nada nuevo bajo el sol”, pero tampoco es verdad que cada proyecto instaure el nacimiento de lo nuevo.

Comprender estas tradiciones, sus conflictos y sus reformulaciones, insertas en nuevas situaciones, permitiría adoptar criterios más claros y distintos. Se trata, entonces, de comprender el presente a través de un rastreo del pasado.

Entendemos por tradiciones en la formación de los docentes a configuraciones de pensamiento y de acción que, constituidas históricamente, se mantienen a lo largo del tiempo, en cuanto están institucionalizadas, incorporadas a las prácticas y a la conciencia de los sujetos. Esto es que, más allá del momento histórico que como matriz de origen las acuñó, sobreviven actualmente en la organización, en el currículo, en las prácticas y en los modos de percibir de los sujetos, orientando toda una gama de acciones.

Producto de intereses sociales y políticos y de pujas en la interior de los grupos, las diversas tradiciones conviven en el presente expresando acuerdos y desacuerdos intereses mutuos, conflictos latentes o expresados en debates “racionales”. Pero su supervivencia se manifiesta en su forma de persistir en las imágenes sociales de la docencia y en las prácticas escolares.

Si bien algunas tradiciones han sido prototípicas respecto de la formación de docentes para un determinado nivel de enseñanza (maestros de enseñanza básica o profesores), ello no ha impedido que sus postulados estén presentes en la formación para los otros niveles.

Junto a ellas, pueden identificarse otras tendencias que no han llegado a consolidar en tradiciones ni materializarse en formas institucionales y curriculares de formación. Estas circulan entre los docentes a nivel del discurso, y tienen mucha dificultad para orientar las prácticas, absorbidas por la fuerza de las tradiciones.

Reflexionar sobre estas tradiciones es un ejercicio útil para comprende donde estamos situados e identificar nuestras propias argumentaciones y nuestros propios compromisos. También para comprender los procesos de reforma y nuestra acción en ellos.

LA TRADICION NORMALIADORA- DISCIPLINADORA:

EL BUEN MAESTRO

Si bien siempre hubo personas dedicadas a las tareas de enseñar, el origen histórico de los programas de formación de los docentes está unido a la conformación y el desarrollo de los sistemas educativos modernos. La organización de la escuela de masa, coherente y necesaria para la consolidación de las naciones modernas y de los proyectos político-económico y sociales de sus dirigentes, requirió de la preparación del personal idóneo que condujese la acción escolar.

En Europa y Estados Unidos este proceso fue resultante del desarrollo de la incipiente industrialización y sus correlatos de olas migratorias del ámbito rural a las ciudades. Los bolsones de miseria urbana que fueron formándose, los profundos cambios en las costumbres o en los procesos de trabajo y aún los problemas desalad pública fueron modificando de manera profunda la cultura y las relaciones sociales. Cuando la filantropía del siglo XIX descubrió la miseria indiferenciada de la ciudad, la marginalidad y los comportamientos “disolutos”, introdujo la maquinaria pedagógica con el fin de “normalizarla” (Jones, 1993).

Al principio fue el sistema lancasteriano, con “monitores-instructores” que enseñaban “a los gritos” en las fábricas, luchando contra el ruido de las maquinas. Posteriormente, el “buen maestro” como ejemplo moral para estas masas “díscolas”.

En la Argentina, el Estado fue el encargado de crear las condiciones de “homogeneidad” para que la sociedad civil se conformarse. Asumiendo la posición de “Estado educador”, actuó en función del proyecto y bajo la conducción de las elites agraria y urbana responsables de la integración económica del país al capitalismo, a través de la agroexportación (Halperin Donghi,1986; Puiggrós, 1990; Braslavky, 1986).

En este marco, la conformación del sistema educativo y la preparación de sus articulares- los docentes- representaron instrumentos privilegiados. El proyecto educativo liberal se centró, así, en la formación del “ciudadano” con misión de neto corte civilizador, no sólo respecto de la “barbarie” autóctona sino también de la presencia de trabajadores inmigrantes extranjeros.

La empresa educativa se orientó, desde entonces, mucho más hacia el disciplinario de la conducta y la homogeneización ideológica de grandes masas poblacionales que a la formación de habilidades o al desarrollo del pensamiento o del conocimiento.

La investigación de Alliaud (1993) muestra que, si bien se insistió en la imagen del docente como difusor de la cultura, cabe

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