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Marcelino José


Enviado por   •  24 de Abril de 2024  •  Reseñas  •  4.576 Palabras (19 Páginas)  •  24 Visitas

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MARCELINO JOSÉ

Marcelino fue mi alumno en la escuela básica. Cuando estaba en quinto, era compañero de curso de mi hijo Nelson, aunque era, por lo menos, tres años mayor que él. Ese año le fue mal, quedó repitiendo y una de las asignaturas que reprobó fue matemática, de la cual, yo era su profesor.

Como ya era un joven grande y fuerte, estaba en edad para trabajar. En compañía de otros vecinos viajó a Rancagua, para trabajar como temporero. Después contó que se pasaba las noches enteras sin dormir ni un poquito, pensando en cómo podía hacerlo para ganar dinero, pues quería hacerse rico. Esa falta de sueño le pasó la cuenta.

Una tarde iba yo cruzando el patio de la escuela y otra vecina hacía lo mismo, haciendo cruz con mi propia trayectoria.

-Voy a ver al Marcelito-, dijo. –Llegó ayer de Rancagua y está bastante mal, el pobrecito-.

Me invitó y terminé yendo yo también.

Varias personas habían acudido a ver al enfermo. Se había instalado una gran carpa y en su interior los visitantes departían en pequeños grupos. El Marcelino se paseaba entre ellos, con aire ausente, pues era ese su mal.

En un momento, su padre se allegó a mí y me pidió si era posible trasladar al enfermo en mi automóvil hasta el hospital. Pero al Marcelino, que escuchaba con atención, no le gustó nada la idea. Y en lugar de reclamarle a su padre, que era el absoluto promotor de la idea, las emprendió contra mí. Cuando se puso grosero, me mandé a cambiar.

Es cosa de considerar muy bien, eso de subir a un enajenado mental al vehículo que vas manejando.  Aunque él tenía diagnóstico de depresión endógena, solía reaccionar con violencia. Y yendo a tu lado o detrás de ti, te puede atacar directamente o provocar algún accidente en el que puedes perder fuerte.

Pero él llegó a manos de un médico especialista y terminó repuesto y calmado. Aunque es sabido que eses enfermedades son cíclicas y es cosa de tiempo para que vuelvan.

Y cuando el auxiliar de nuestro establecimiento renunció a su cargo, comenzó a vérsele diariamente rondando la escuela. Atendía diversos mandados del Director, llegaba con envases llenos de leche y otros regalos. No extrañó a nadie que él se quedara con el trabajo. Hacía los aseos, juego en la mañana, abría y cerraba las puertas el local y tocaba las campanas.

Hasta que volvió a tener una nueva crisis: Salía a la calle con una garrocha y golpeaba a la gente que pasaba, iba adonde se agrupaba gente como ser a las iglesias del sector y así. Pero quienes peor la pasaron fueron una de mis hijas y mi esposa. Llegaron hasta su casa para pedirle llave para poder ingresar a los computadores de la escuela. A la hija la agarró por el cuello con un cinturón y no había nadie que ayudara. Por suerte no apretó, pues bien pudo haberla matado. Aun así, ssiguió trabajando en la escuela.

Sucedió que en ese tiempo estábamos redactando una revista con participamos en la Primera Muestra Literaria para Escuelas Rurales que se llevó a cabo en Paihuano, específicamente en el pueblito donde se encuentra la tumba y la escuela donde estudió y trabajó Gabriela Mistral. Cinco alumnos bajo mi liderazgo creamos una revista de 16 páginas donde se incluían temas locales y varios se trataron en forma de entrevistas. Teníamos la exclusiva representación de la Región de la Araucanía. Una de las personas que habíamos considerado incluir, era el papá del Marcelino, Don Juan Calfumil, pues ocupaba un cargo de líder durante la realización del nguillatum. El motivo de su presencia acá, era que se había conseguido hora médico para el Marcelo y estaban esperando que llagara la ambulancia.

Todos los alumnos conocían a don Juan, pero había uno que no. Justamente el más involucrado en eso de redactar y sacar nuestro proyecto adelante. Y yo lo llamé para indicarle la buena oportunidad para comprometerlo que nos regalase un poco de su tiempo y nos dijese cuándo.

En eso estábamos cuando llegó Marcelo a integrársenos. Vino desde lejos y echó una larga resbalada sobre el piso de piedras y se detuvo justo frente a mí.

-Me voy, pues don Bertoldo. Me van a llevar al hospital-.

Le dije que lo encontraba bien y quise despachar al alumno para seguir conversando con él.

-Ese es don Juan-., le dije a alumno.

-¿Y por qué?-. Preguntó Marcelino.

-Por un trabajo que vamos a hacer-.

No sé si Marcelino se sintió amenazado por su propio trabajo, considerando que él no se sentía bien. Entendió la palabra “trabajo” en otro sentido o algo así. Lo cierto es que ahí mismo se me fue encima y comenzó a lanzarme golpes de pie y mano. Yo lo sujeté de sus ropas altas y con eso pude amenguar la fuerza de sus golpes haciendo movimientos de jalar y empujar. Me dejó mis piernas todas llagadas a fuerza de patadas y no se detuvo hasta que se cansó.

Yo vestía un pantalón de buzo azul y nunca entenderé como ocurrió: al final, tenía mi eslipe en sus manos, digo, me sacó los eslipes que yo tenía puestos. Y para eso era necesario que se rompieran al menos en dos lados o incluso tres. Y después, se dio el trabajo de doblarlos con todo cuidado y plancharlos aplastándolos con ambas manos. Les dio unos varios besos. Digo, besó mis espipes y después se los entregó a su papá.

La expectación que se creó por esto, acabó cuando llegó la ambulancia y se lo llevó.

Si algo me quedó claro, es que me quería golpear en los genitales. Nunca pudo llegar tan arriba, pues yo aplicaba un tirón a su chomba. A eso, y al beso de mis calzoncillos, yo le atribuí algún tipo de componente sexual o algo así.

Es que un día que caminaba con rumbo norte, me encontré al Marcelino afirmado en una estaca del cerco de la calle, conversando con alguien. Al llegar, puede ver que era con una exalumna que estaba, a unos cuatro metros de distancia, lavando ropa en el Estero Quetroco.

Entonces yo lancé una de mis notables bromas que pocos entienden y nadie disfruta:

-Voy a correr este cerco hasta este otro lado para que tengas que pasar bien lejos de donde estás-. E indicaba al lado que no existía cerco porque era usado como bebedero de animales.

Y algo debe haber pasado. Capaz él hizo una propuesta, lo rechazaron y relacionó eso con conmigo.

Era complicadísimo que alguna muchacha quisiera relacionarse afectivamente con él, pues fue creándose una fama de violento y eso seguramente complicaría enormemente la perspectiva de una chica que lo supiera ya.

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