Sinopsis De La Novela Ninguna Eternidad Como La Mia

NINGUNA ETERNIDAD COMO LA MIA.

Ninguna eternidad como la mía es un libro que nos narra la historia de Isabel Arango, una joven nacida en México pero con padres asturianos, es la quinta hija de este matrimonio. Aprendió lo básico en la escuela en la que estuvo en la cual recibió un certificado por sus estudios. Después Isabel conoció a una bailarina rusa la cual la vio en el baile y le ayudo a colocarse ante la sociedad para que reconocieran su talento como bailarina. Le llevo mucho tiempo convencer a sus padres de que la dejaran ir a la Cd. México a seguir creciendo como bailarina, sus padres le dieron el permiso, ellos conocían a una persona que vivía en la ciudad y la señora le permitió quedarse a Isabel, durante el recorrido a la ciudad conoció los volcanes Popocatépetl y el Ixtalzihuatl, al llegar a la ciudad, fue a la academia de baile y madan Alice observó el potencial de Isabel y sabía que llegaría a ser una gran bailarina, también en la academia conoció a Pablo un chico gay el cual se convirtió en su consejero.

Cuando Isabel ya tenía 20 años presentó una coreografía a la cual asistió Javier Corzas, un poeta y telegrafista, Javier e Isabel comenzaron a salir, se convirtieron en novios y vivieron muchas experiencias juntos, hasta que un día Javier le dice a Isabel que se tenía que ir a España porque le ofrecieron un trabajo, Isabel se quedó paralizada por un momento y por la noticia, las preguntas de Isabel eran inútiles ya que él sínicamente las contestaba, ella estaba desecha. Al llegar a su casa la señora Prudencia la apoyo en ese momento. Al día siguiente en la academia llegó Javier y se fueron los dos juntos, pasó una semana y estaban juntos hasta que un día Isabel se despierta y observa la cama vacía, se dirigió a la mesa en la que Corzas solía pasar horas leyendo y observó una caja con recuerdos y una carta, leyó la carta, tomó la caja y se fue a su casa. Prudencia Migoya estaba ahí de nuevo esperándola platicaron sobre lo ocurrido con Corzas aunque ella seguía en depresión. Un día doña Prudencia y ella fueron a contemplar los volcanes y juntas observaron que ningún dolor puede ser eterno. Y así Isabel dijo que los volcanes eran testigos de su amor y que ninguna eternidad sería como la suya.

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