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El elogio de lo elemental


Enviado por   •  3 de Marzo de 2020  •  Ensayo  •  847 Palabras (4 Páginas)  •  138 Visitas

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ELOGIO DE LO ELEMENTAL

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(Palabras para presentar la nueva colección de “Adolfo, el pájaro poeta”, editada por Edilux)

Quizás a veces el tráfago de la ciudad, con sus angustias de esquina, su muerte en la cuneta, su afán de plusvalía, no nos permite defendernos a pensar el abrazo, a degustar una caricia, a sentir una palabra de afecto.  Es posible que  estemos a punto de deshumanizarnos, o de creernos muy trascendentales.  Por eso tal vez casa día nos tornamos más robots, vamos cogiendo cara de adustez, o cara de tumba, de muda lápida.  Y no nos damos cuenta de que, en el fondo, somos seres nacidos no solo para el sufrimiento tan necesario, sino para el ejercicio del amor.  Necesitamos querer nuestro entorno, la puerta que todos los días se nos abre con una sonrisa (a veces con un regaño).  Necesitamos querer el cielo del barrio, la tiendecita donde se reproduce la economía cotidiana y en la cual es posible padecer las medidas del Ministro de Hacienda.

        Necesitamos sentir el calor de una mano, la voz del vecino cuando saluda.  Necesitamos oír el llanto reciente del niño y ver correr a los muchachos tras un balón de asfalto.  ¿Quién que es no ha requerido nunca el intercambio de palabras festivas que hablan de asuntos queridos, como un amanecer con más pájaros, como una canción que se oye en el traganíquel e un viejo bar?.

        ¿Quién que es no ha añorado aquella banca del parque, donde alguna vez hubo una muchacha dispuesta a las sorpresas del querer? A veces  por  creernos tan seriotes, nos avergonzamos de hablar del vuelo de la paloma, ave muy desprestigiada en abundantes “comisiones de paz”; o de la parejita que, andando de la mano, cree ver al mundo como un tarro de mermelada; o del sonido de las campanas, que no siempre doblan muertos.  En fin.  Nos avergonzamos de tantas cosas elementales, como el correr de una quebrada, o como la luz de los arreboles (hubo un poeta que quería tener una fábrica de atardeceres con arreboles) o como la música de la lluvia en el entejado.

        Es decir, fuerzas de la oscuridad no quieren que nos sensibilicemos, que pensemos.  Sólo desean tenernos como bueyes, o, lo que es peor,  como esclavos que, de tanta enajenación, van tomándole amor a sus cadenas.

        Necesitamos a veces, aunque para muchos pueda ser un ejercicio inútil, mirar el cielo nocturno para contar estrellas, o para tratar de observar el vuelo centelleante de algún dragón.  Necesitamos a veces, ¿o será siempre? Tocar el vientre de la amada, oler los cabellos del hijo, sentir el aroma de la madre, palpar la mano del amigo.  Todo eso también es la v ida.

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