Evaluacion. LA BALANZA

LA BALANZA

La evaluación tradicional hace énfasis en una sola construcción de pensamiento, nos iguala, no hay peor error que considerarnos iguales, como si fuésemos objetos fabricados del mismo tamaño y para el mismo fin. En los reactivos que el alumno tiene que contestar para poder acreditar, no toman en cuenta su contexto, solo el resultado final; y si el niño está mal, si no comprendió lo que el maestro y la política educativa querían que comprendiera, lo etiquetamos, se convierte en un retrasado del grupo, haciéndole cada vez más desagradable su estancia en la escuela.

La situación actual de la evaluación realmente es preocupante, no debe ser cuantitativa, no se trata de ponerles un 5 o un 10 a los alumnos, que los logros sean para el maestro y los errores del niño. Debemos aplicar una evaluación cualitativa, que los resultados sean el producto de un trabajo conjunto en donde todo tiene que ser compartido, desde el discurso político educativo hasta los padres de familia. Es necesario cambiar la figura de la evaluación, de lo contrario, el sistema educativo no mejorará, debemos evaluar todo el tiempo para hacer juicios de valor constantes de acuerdo a las situaciones contextuales, lo que nos permitirá hacer un reajuste de la situación educativa y abrirá paso a una nueva intervención, más completa y por consecuencia con mejores resultados. La evaluación es un espiral en la que el cierre de una etapa significa la apertura de otra.

Evaluar es un poco difícil y hasta cierto punto laborioso, y sobre todo la lectura, debido a la complejidad que representa la escuela, cada niños es un pequeño mundo con contextos e intereses diferente, y la lectura permite que la significación del texto pueda ser distinta entre todos. No es como las matemáticas en que los resultados tienen que ser los mismos sin importar el camino que se tome para llegar al objetivo. Sin embargo, en la lectura puedo interpretar las cosas de distinta manera o como lo hacen los demás; y aunque se defina un objetivo para leer, al abrir la maravillosa puerta de la lectura se es libre de tomar lo que más interese. Y si el niño no sabe leer, uno debe identificar estrategias que te permitan yegar a ellos, puede ser una lectura en voz alta, ya que me pude dar cuenta de que al leerles a los niños en voz alta, estos identificaban dónde había una exclamación, un punto o una coma y como debería leerse, comenzaban a reflexionar sobre su propia lectura. Este tipo de lectura, fue sin duda muy buena y estoy totalmente en desacuerdo con Solé cuando afirma que “no tiene sentido leerles en voz alta cuando los niños tienen la oportunidad de leer el texto” ya que uno debe buscar la forma de cómo el niño se adentre al mundo del saber, del conocimiento. Esto siento yo te hace un profesor que se preocupa porque sus niños comprendan y reflexionen sobre la importancia que es leer, también puedo reafirmar

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