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La Vendedora De fósforos


Enviado por   •  30 de Julio de 2014  •  708 Palabras (3 Páginas)  •  286 Visitas

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Era casi de noche y hacía un frío horrible; estaba empezando a nevar. Faltaban unas pocas horas para el Año Nuevo.

En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña caminaba a pie desnudo y sin abrigo por las solitarias calles. ¡Cómo tiritaba!

En uno de los bolsillos de su gastado delantal llevaba varias cajitas de fósforos. Con una mano sostenía una de ellas, lista para ofrecérsela a algún posible comprador. Hasta ese momento no había podido vender ninguna. Y nadie se había compadecido tampoco de su desgracia ni de su hambre ni de su cuerpecito helado y tembloroso.

La nieve caía sobre sus cabellos, mientras más allá, en las tibias y confortables casas, sus habitantes bebían y comían alegremente, olvidados de los pobres que, como ella, se guarecían en las calles.

"Esta noche –pensó la niña–, los pobres no tendremos ni alegría ni una exquisita comida".

La pequeña vendedora de fósforos se sentó, como mejor pudo, en la escalera de un edificio, tratando de abrigar sus pies descalzos con el calor de su cuerpo. Pensó por un momento volver a casa, pero... ¿y su padre? Si ella volvía sin haber vendido al menos una caja de fósforos, él le daría unos cuantos golpes. Además, en casa hacía tanto frío como allí.

La niña tenía las manos heladas. "¡Ah, Dios mío! ¿Y si encendiera un fósforo? –pensó–... Talvez conseguiría entrar en calor..."

Incapaz de seguir soportando la horrible temperatura, prendió un fósforo. Entonces surgió una tibia y brillante llamita. La niña notó inmediatamente el calorcillo y extendió sus manitas entumecidas sobre la llama del fósforo.

"¡Cuánto me gustaría calentarme junto a una gran chimenea, como la gente de esas lindas casas!", pensó tristemente.

De pronto, el fósforo se apagó. Pero ella tenía más cajas de fósforos en el bolsillo. Entonces encendió otro. De nuevo quedó brillando una llamita que, al proyectarse en la pared, le dio una transparencia que permitió a la niña ver el interior de la casa en cuyo muro estaba apoyada.

Era una casa rica, confortable, donde había una mesa llena de botellas y de finos platos con apetitosas comidas. ¡Oh! En el centro de la mesa había ¡un pavo!, enorme, jugoso y humeante aún. Entonces ocurrió algo inesperado: el pavo dio un salto y voló hacia la vendedora de fósforos, la que lo tomó con sus frías manitas. Pero justo en ese momento el fósforo se apagó, dejándola en la oscuridad y con más frío aún.

La niña sacó otro fósforo y lo encendió. Entonces se pudo ver a sí misma sentada ante un precioso árbol de Navidad repleto de cosas maravillosas: muñecas, viejitos pascueros, botitas...

La niña tendió sus manos hacia esas maravillas, con unas ganas enormes de acariciarlas...

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