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Mateo El Papi


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2014  •  5.743 Palabras (23 Páginas)  •  294 Visitas

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BAROJA, Pío

Camino de Perfección

Ed. Caro Raggio, Madrid 1972.

INTRODUCCIÓN

La fecha de publicación de Camino de perfección no es indiferente. En 1902 Baroja tiene treinta años y mantiene una amistad, que nunca se interrumpió, con Azorín, quien ese mismo año publica La Voluntad. Ambas novelas, nacidas de un mismo fondo ideológico, tienen tanto en común que se las considera gemelas. Ambas reflejan el problema íntimo de toda una generación y, a la vez, cada una es fruto de la crisis que experimenta su autor en el momento de crearla.

Si bien se considera que con esta obra Baroja alcanza su madurez como novelista —Azorín la consideró en algún momento su obra maestra—, su autor la repudiaría años más tarde por considerarla expresión de unas inquietudes de tipo religioso que nunca más volvió a experimentar. En este sentido podemos hablar de novela autobiográfica, aunque también cabe entenderla "como la guía de conciencia colectiva de cierto grupo de escritores y artistas que vivieron juntos durante unos pocos años decisivos, más que un texto clave sobre la conciencia individual de Baroja, el cual, pasados los años, veía esta obra desde lejos como algo un poco ajeno a su propio yo, incluso en el estilo"[1]. En efecto, ese mismo año de 1902 vieron la luz Amor y pedagogía, de Unamuno y Sonata de Otoño, de Valle Inclán, que unidas a las de Azorín y Baroja determinan un cambio de rumbo en la novela española.

Camino de perfección es una novela de tesis, la cual se condensa en el título. Significativamente esta novela forma parte de la trilogía que Baroja tituló La vida fantástica, junto a las Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox y Paradox rey.

CONTENIDO

La obra, que consta de LX capítulos intitulados, tiene una estructura lineal, en consonancia con el tema del "camino", al que responde su contenido. El elemento de unidad es el personaje del protagonista, Fernando Ossorio.

No obstante, si atendemos a quién es el narrador, podemos hablar de tres puntos de vista en la novela, aunque también en perfecta adecuación de fondo y forma.

Los dos primeros capítulos son narrados en primera persona por un antiguo compañero de Fernando en la Facultad de Medicina de Madrid. Es la narración objetivada de un testigo que ha conocido personalmente al protagonista.

De un modo casi insensible este amigo de Fernando se va diluyendo en un narrador impersonal y omnisciente, que conoce el alma de Fernando mejor que Fernando mismo. A cargo de este narrador corre el relato hasta que al comenzar el capítulo XLVI el lector sufre un sobresalto al leer: "¿Fue manuscrito o colección de cartas? No sé; después de todo ¿qué importa? En el cuaderno de donde yo copio esto, la narración continúa, sólo que el narrador parece ser en las páginas siguientes el mismo personaje" (p. 277). Esta incursión directa del autor en la novela da paso a los capítulos en los que es Fernando Ossorio quien, en primera persona, cuenta la última etapa de su camino de perfección. Los tres últimos capítulos de la novela, que vienen a constituir un epílogo, aunque no se le llame así, están de nuevo en boca del narrador omnisciente que relató la mayor parte de la historia.

La trama

Fernando Ossorio es un estudiante de Medicina "extraño y digno de observación". Era "un muchacho alto, moreno, silencioso, de ojos intranquilos y expresión melancólica", que pronto se manifiesta como un inadaptado, a causa de la herencia y de la educación que ha recibido. Niño precoz, "a los ocho años dibujaba y tocaba el piano (...) todos se hacían lenguas de mi talento menos mis padres, que no me querían" (p. 9). Educado desde los diez años en casa de un abuelo "volteriano convencido, de esos que creen que la religión es una mala farsa", se encontraba combatido entre las ideas de éste y las de su nodriza, "fanática como nadie" (p. 10), a la que quería más que a su madre.

Cuando Fernando está terminando el bachillerato muere su abuelo y lo envían, interno, al colegio de los Escolapios de la "levítica" ciudad de Yécora. Vuelve a Madrid cuando muere su padre, y a los dieciocho años empieza sus estudios universitarios. Cuando Fernando relata estos antecedentes al amigo que narra los primeros capítulos, concluye que "gracias a mi educación han hecho de mí un degenerado" (p. 11).

Pero por otra parte está la herencia familiar: "la influencia histérica se marca con facilidad en mi familia. La hermana de mi padre, loca; un primo, suicida; un hermano de mi madre, imbécil en un manicomio; un tío, alcoholizado. Es tremendo, tremendo" (p. 18).

Descrito como poseedor de una especial sensibilidad, que raya en lo anormal, que le inclina hacia lo artístico y lo religioso, todos los rasgos que aparecen en la novela lo señalan como un neurótico que "a veces sentía un aurea epiléptica" (p. 53), era sonámbulo (p. 61), tenía una imaginación excitada, y el miedo había sido "un huésped continuo de su alma" (p. 62).

Después de abandonar la carrera de Medicina y de dedicarse, sin éxito, a la pintura, se ve dueño de cierta fortuna por el fallecimiento de un pariente a quien no conocía, y "aunque la herencia de su tío-abuelo le daba medios para vivir con cierta independencia (...), como no tenía deseos ni voluntad, ni fuerza para nada, se dejó llevar por la corriente" (p. 35) y se trasladó a vivir con dos tías suyas solteras, a la calle del Sacramento.

Las relaciones que mantiene durante tres meses con una de sus tías, Laura, son "de un erotismo bestial", en palabras del propio narrador, y dan lugar a varios capítulos inconvenientes.

Después de esa temporada la situación de Fernando es aún más lamentable, si cabe. "Intimamente su miedo era creer que los fenómenos que experimentaba eran única y exclusivamente síntomas de locura o de anemia cerebral.

Al mismo tiempo sentía una gran opresión en la columna vertebral, y vértigos y zumbidos, y la tierra le parecía como si estuviera algodonada.

Un día que encontró a un antiguo condiscípulo suyo, le explicó lo que tenía y le pregunto después:—

_ ¿qué haría yo?

_ Sal de Madrid.

_ ¿Adónde?

_ A cualquier parte. Por los caminos, a pie, por donde tengas que sufrir incomodidades, molestias, dolores..."(p. 63).

Así es como, en el capítulo IX, Fernando inicia su camino de perfección. El itinerario, desde que sale de Madrid por la carretera de Fuencarral, pasa por Colmenar, Manzanares, Rascafría, El Paular, Cercedilla y Segovia. Ahí se detiene algún tiempo y, después de visitar La Granja, regresa desde Segovia

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