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Resumen Condores No Entierran Todos Los Dias


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2014  •  3.964 Palabras (16 Páginas)  •  635 Visitas

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INTRODUCCION

El libro “Cóndores no entierran todos los días”, nace del realismo vivido por el autor Gustavo Álvarez Gardeazabal; el mismo refiere que recreo sus recuerdos dolorosos de la infancia al narrar en forma de novela los hechos que tuvo que vivir en su infancia cuando en el país se desato una era de violencia a causa del enfrentamiento de los dos partidos políticos de la época, liberales y conservadores, siendo el partido conservador el que mayores violencias e injusticias produjo, después de “el bogotazo”, suceso en el que fue asesinado el caudillo Jorge Eliecer Gaitán.  

BIOGRAFIA DEL AUTOR

(Tuluá, Valle del Cauca, 1945) Narrador y ensayista colombiano. Vivió su infancia en un hogar católico y rígido, si bien su madre era de ideas liberales. Ideológicamente se adscribió en su juventud conservadurismo del aspirante a la presidencia Belisario Betancur, en cuya campaña electoral tomó parte activa mientras concluía sus estudios en la Universidad del Valle, donde se licenció en Letras con una tesis sobre la novelística de la violencia en Colombia (1970). Posteriormente iría acercándose a partidos de signo liberal. Profesor durante años en la Universidad del Valle, por su trayectoria literaria fue becario de la Fundación Guggenheim en 1984 y ha sido dos veces gobernador del Valle del Cauca por elección popular.

Su obra se caracteriza por su gran fuerza descriptiva y su estilo directo y carente de casticismo retórico. Sus palabras desnudas y escuetas muestran la realidad de las cosas y los vicios que corrompen a la sociedad colombiana, rasgo que lo ha convertido en uno de los autores preferidos del público.

El universo de su narrativa se centra en su tierra natal, con ramificaciones al Valle del Cauca, y sus temas recurrentes son la extensión de la violencia indiscriminada, la superchería milagrera en que se sustenta el conservadurismo religioso hispanoamericano, el poder omnímodo de los grandes terratenientes, las nuevas bolsas de riqueza generadas por la expansión del narcotráfico, la corrupción generada por el sistema caciquil de los gamonales y las crisis ideológicas de los sectores progresistas.

Ha sido premiado en España por sus cuentos "Ana María Torrentes", "Donaldo Arrieta" y "El día que volvió León María", así como en Cuba por el libro Cuentos del parque Boyacá (1978, premio Casa de las Américas). De sus nueve novelas, cuatro han sido galardonadas:

Cóndores no entierran todos los días (1976), premio Macanor de España en 1974, quizá su obra más importante; La boba y el buda (1972), premio Ciudad de Salamanca 1970; Dabeiba (1972), segundo premio Nadal en 1972, y Los míos (1982), segundo premio Plaza y Janés 1981. En 1977 publicó El titiritero.

MARCO LITERARIO

Esta novela fue escrita en el año 1971 en Toro bajo, según lo afirma el mismo autor, Gustavo Álvarez Gardeazábal, al final de la obra. El libro cuenta la historia del grupo conservador que se formó en Tuluá en los años 50. Eran llamados Los pájaros, y el cabecilla era apodado “Cóndor”. El final de la obra le da el nombre al libro. Como se puede intuir: si el cabecilla era León María, que fue apodado, el Cóndor, pues lógicamente es él quien muere y es enterrado.

La obra se desarrolla en la época de la violencia en Colombia; específicamente en Tuluá hacia el año 1953, aunque hay hechos que suceden antes y después de esta fecha. La novela parte de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán y sus consecuencias sociales y políticas en la tierra de donde es oriundo el autor. Todas las acciones giran en torno a León María, un conservador perfectamente caracterizado por Álvarez Gardeazábal: celoso con su mujer y con su partido político, con comportamientos y pensamientos radicales y con dos nombres que se contraponen entre sí, pero que lo describen: León, que es el fuerte, el devorador y rey de una selva que se pierde entre los límites de la mala política y de los conflictos sociales; María, por su parte, representa la parte frágil, la enfermedad de asma, la constante amenaza de muerte, lo vulnerable que resultaba al fin y al cabo. Desde un principio defiende el colegio de los salesianos que iba a ser derrumbado por los liberales furiosos a causa de la muerte de Gaitán. Luego, hace tratos con algunos conservadores de regiones cercanas para consolidar la defensa conservadora en Tuluá y manejó armas con un grupo criminal y de ideologías radicales, como lo afirma Sebastián Brito Cardona:

La novela Cóndores no Entierran Todos los Días que nos describe un problema ideológico entre sus personajes, un riguroso conflicto social, como el resultado de una permanente disputa bipartidista, manifestado en hechos violentos. Hace, genera en la secuencia de la novela, una circularidad colectiva, una permanente relación grupal entre sus personajes, que son los actores y seres activos de una manifestación que fundamenta y caracteriza un ideal cultural como sociedad implicada en el desarrollo y la extensión de la violencia, una comunidad que pensó egoístamente en sus propios intereses sin pensar en el daño que le harían y el horror que causó a otros.

Hubo intentos de respuestas a los hechos trágicos que se iban presentando en Tuluá, como los muertos que aparecían en los ríos, o en las calles, o en las puertas de sus casas, pero con una característica en común: sin documentos, y partidarios liberales, sin ninguna duda, cosa que se comprobó mientras se iban desarrollando los hechos. Incluso intentaron envenenar a León María, pero no lo lograron. Lo que sí es cierto es que fue una mujer, Gertrudis Potes, la que se puso los pantalones para enfrentársele al Cóndor, denunciado el asesinato del locutor de la emisora que ya había sido censurado en varias ocasiones. La carta que aquella mujer mandó a El Tiempo fue firmada por nueve celebridades liberales de Tuluá, que fueron muriendo poco a poco a manos de los hombres del Cóndor. Cuando hubo, al fin, cambio de poder y León María fue exiliado de su tierra, murió como se lo habían predestinado: en la calle y tras un ataque de asma, al parecer asesinado por Simeón Torrente. Esta obra es el punto máximo y, al mismo tiempo, la desintegración de una ideología radical entendida en su tiempo y en su espacio, en aquellos crudos años de la violencia en Colombia.

“Cóndores no entierran todos los días” es tal vez la novela cumbre de la época de la violencia en Colombia. Si bien es cierto, y lo ha afirmado el mismo Gustavo Álvarez Gardeazábal, que no se ha hecho una novela de esa época que presente una elaboración estética digna de reconocimiento, también lo es que Cóndores no entierran todos los días cumple con dicha característica,

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