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ENSAYO RUY PEREZ TAMAYO


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2013  •  3.436 Palabras (14 Páginas)  •  636 Visitas

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La condición humana en la obra de Ruy Pérez Tamayo Zenón Cuero Cera Ruy Pérez Tamayo, nació el 8 de noviembre de 1924, en la ciudad de Tampico, Tamaulipas, México. Médico cirujano por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), posgraduado en la Universidad de Washington (1951-1952), en el Hospital General de México (1965-1967), y durante 10 años en el Departamento de Patología del Instituto Nacional de la Nutrición de 1974 a 1983. Se desempeña como profesor de la misma área en la Facultad de Medicina desde hace más de 50 años, actualmente es profesor emérito de la UNAM y jefe de Departamento de Medicina en el Hospital General de México. Ha sido profesor visitante en las Universidades de Harvard, Yale, Johns Hopkins, Minesota y Galveston, así como en Costa Rica, San Salvador, Panamá, Venezuela, Colombia, Chile, Argentina, Madrid, Tel Aviv y Lisboa. Becario de la fundación Kellogs y de la fundación Guggenheim (Estados Unidos). De 1950 a la fecha ha publicado 33 libros y más de 150 artículos científicos en revistas especializadas, así como numerosos trabajos de divulgación de la ciencia en revistas generales y periódicos tanto nacionales y extranjeras, tales los casos de la Academia de la Investigación Científica de México (1960), de la Asociación Mexicana de la Medicina (1966), es miembro de El Colegio Nacional desde el 27 de noviembre de 1980, de la Academia Mexicana de la Lengua (1987), de la American Associatión of Pathologist (1987), del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, del Consejo Académico de la Universidad de las Américas, del Consejo de Salud de la Universidad Iberoamericana, del Seminario de problemas científicos y filosóficos de la UNAM, y de la Comisión Nacional de Arbitraje Médico. Es investigador nacional emérito nivel III del Sistema Nacional de Investigadores y desempeña una cátedra patrimonial de excelencia nivel I. Ha recibido el Premio Nacional de Ciencias (1974), el Premio Luis Elizondo del Instituto

Tecnológico de Monterrey (1977), el Premio Miguel Otero (1979), el Premio Aida Weis (1985), el Premio Rohrer, el Premio a la excelencia medica de la SSA, y el Premio nacional de historia y filosofía de la medicina. Es doctor Honoris causa de las Universidades Autónomas de Yucatán, Colima, y Puebla. En México, como en el resto de los países de América Latina, el medio académico y cultural más elevado es la universidad y en ella la comunicación entre científicos y humanistas es inexistente, cada uno reitera sus opciones inexpugnables y con ello rechaza el deseo espontáneo de contemplar el mundo a través de los ojos del otro. Lo anterior demuestra que hemos perdido la pretensión de poseer una cultura común, las personas educadas con la mayor especialización ya no pueden comunicarse unas con otras en el plano de sus principales intereses intelectuales. Esto es grave para nuestra vida creativa, intelectual y especialmente moral. La falta de comunicación nos está llevando a interpretar mal el pasado, a equivocar el presente y a descartar nuestras esperanzas en el futuro de nuestros países: “... mi postulado –afirma- será que la ciencia es una actividad humanista por excelencia que en la medida en que este postulado se acepte tanto la ciencia como las humanidades se enriquecerán, y en la medida en que se rechacen... Todas se empobrecerán” [Pérez Tamayo, 2000: 357]. Ruy Pérez Tamayo está convencido de que la cultura no es sólo una, y que en la medida en que los intelectuales latinoamericanos se esfuerzan por cruzar las barreras que artificialmente los separan en distintas especialidades y tratan de traducir nuestro diferentes idiomas a uno solo, creando un lenguaje común, es como se sustenta el progreso cultural. Cuando la ciencia se incorpora al humanismo y forma parte integrante de la cultura, cuando en lugar de contraponer a las ciencias y a las humanidades, insistiendo en sus diferencias y soslayando sus semejanzas, se considera a todas como actividades culturales, dirigidas a mejorar el conocimiento y la comprensión que el hombre tiene su mundo, de su historia y de sí mismo, el resultado lo es el ensanchamiento espiritual y la madurez intelectual. El científico mexicano afirma que el hombre de ciencia al igual que el campesino, el obrero, el ferrocarrilero y el artista es un ser humano, posee tres dimensiones, está repleto de sueños y ambiciones, fuerzas y debilidades, libertad y compromiso, en todo esto el hombre de ciencia es mucho más hombre que ciencia. La ciencia, para Ruy Pérez Tamayo, es una manera de vivir, es una forma de comportamiento, que no es algo que el científico hace en su laboratorio y, cuando sale de él, lo abandona. En esto se asemeja a la actividad del filósofo. La función más importante de la ciencia, para nuestro autor, es contribuir a reforzar la identidad nacional de los pueblos de América Latina, y que tanto la necesitan para superar la dependencia que las ha caracterizado a lo largo de más de quinientos años. A través de la ciencia el hombre se conoce mejor a sí mismo y a los demás

seres humanos, se libera de las ataduras sociales y políticas, es capaz de modelar su vida de acuerdo con sus aspiraciones e intereses y puede enfrentarse con mayor eficiencia a sus propios problemas nacionales: El hombre forma parte de la naturaleza, por lo que en la medida que conozca mejor también se conocerá mejor a sí mismo. El objetivo no es ni debe ser dominar a la naturaleza para explotarla en nuestro provecho, sino más bien entenderla mejor para integrarnos de manera más racional e inteligente a ella. La naturaleza incluye a nuestros semejantes, por lo que es de esperarse que con mayor conocimiento de sus características humanas podemos relacionarnos con ellos en forma más constructiva. En ese sentido, la ciencia es un instrumento de convivencia humana [Pérez Tamayo, 2000-10: 308]. El hombre culto, como bien afirma Ruy Pérez Tamayo; no aprovecha ni explota su cultura, simplemente porque tiene conciencia de que tal tesoro trasciende las equívocas pretensiones de los que la simulan pero no la poseen, y la pobreza de la vida de los que no la poseen y ni siquiera lo saben. Aquí está el hombre de ciencia hablando con honestidad sobre el oficio de generar conocimientos, la voz que escuchamos es la del artesano de la ciencia que con las manos sucias y cierta impaciencia nos dice que para describir, pero sobre todo para entender, lo que él hace todos los días en su laboratorio es indispensable la vivencia personal. El hombre de ciencia requiere capacidad de comunicación interpersonal amplia y flexible, memoria individual y colectiva, adaptación al medio que le rodea y mecanismos culturales. Naturalmente, el hombre no es sólo ciencia, o sólo medio ambiente, o sólo cultura. El hombre para Ruy Pérez Tamayo es todo eso y mucho más. El único término que para nuestro autor incluye toda la riqueza humana

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