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Reflexión Filosófica Sobre El Arte


Enviado por   •  12 de Marzo de 2014  •  7.822 Palabras (32 Páginas)  •  426 Visitas

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UNA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE EL ARTE

1. ¿Qué es el arte?; Una valoración filosófica.

Este escrito tiene como objetivo fundamental realizar una reflexión de carácter

general, enfocada desde la filosofía, sobre los elementos fundamentales que componen el

arte. De esta manera se analizará la dimensión subjetiva (el artista), la dimensión objetiva

(la realidad), la conjunción entre ambas (la creación) y el resultado (la obra de arte).

Pero antes de llevar a cabo esta labor será necesario que comencemos nuestra investigación

con una breve reflexión sobre el arte entendido como actividad humana esencial.

Debe quedar claro desde el principio que nuestra pretensión no es la de hacer una

historia del concepto de arte, sino que el propósito principal de este estudio es el de

interrogarnos sobre qué sea el arte tal y como hoy lo entendemos, algo que no se queda en

una reducción del término sino que abarca la totalidad del mismo, ya que como se irá

mostrando a lo largo del texto el concepto fundamental de arte no varía con el paso del

tiempo. Este concepto general al que estamos aludiendo se manifiesta tan claramente en

el Doríforo de Policleto, aunque los griegos no consideraran a la escultura arte en el mismo

sentido que nosotros la consideramos hoy, como en Las majas de Goya o en El Guernica de

Picasso. En cualquier caso, esto es algo que se podrá ir vislumbrando poco a poco a lo largo

de este estudio.

El arte es algo que no puede ser encerrado en una definición o abarcado desde una

mirada global que pretenda explicar su totalidad; es por ello por lo que pienso que lo más

adecuado para acercarnos a esta materia es llevar a cabo una descripción de sus elementos

que nos sirva como puente para avistar una comprensión global suficiente. De esta manera

profundizaremos más en el arte que si nos pusiéramos, cual investigadores positivistas, a

intentar buscar una definición en la que se describiese su esencia. La esencia de cualquier

ente es «inapresable» y más si tenemos entre manos algo tan complicado como es el arte.

Para aproximarnos conceptualmente a nuestro objetivo utilizaremos una serie de

«ideas-guías» que nos irán acercando lentamente a la aclaración intelectual que buscamos

acerca de la idea de arte.

Para ello acudiremos en primer lugar a Hegel, filósofo de grandísima lucidez que

penetró como pocos en la espiritualidad de la realidad; y ya que el arte es una actividad

espiritual, aunque finalmente para su realización tenga que ser plasmada en el material

Thémata. Revista de Filosofía. 240 Número 36, 2006

24 Hegel, G. W. F. Introducción a la estética. Barcelona. Península. 1997 (pág. 17)

25 Hegel, G. W. F.: op. cit., pág. 128

26 Heidegger, M. Arte y poesía. Argentina. F. C. E. 1988 (pág. 63)

sensible, considero que es más que acertado para nuestra indagación poner los ojos en

algunas de las apreciaciones de dicho pensador en torno al arte.

Hegel sostiene: «El arte es una forma particular bajo la cual el espíritu se manifiesta»24.

En esta afirmación encontramos la idea del arte como manifestación del espíritu; pero

como una manifestación del espíritu que se produce de «una forma particular». Esta

particularidad a la que alude Hegel no es ningún asunto menor, puesto que nos introduce

en la complejidad del asunto.

La mencionada cita no llega de por sí a la esencia del arte, pero sí nos adentra directamente

en su problemática.

Desde la interioridad del asunto a la que nos ha conducido la afirmación anterior,

Hegel levanta otra tesis fundamental: «La tarea del arte consiste en hacer que la idea sea

accesible a nuestra contemplación bajo una forma sensible»25.

En esta otra idea de Hegel se muestra que el arte es expresión sensible de la idea, algo

que ya nos acerca más directamente a la esencia de esta actividad humana.

Recapitulando lo dicho, podemos decir que de la mano de Hegel hemos conseguido

saber que el arte es una manifestación del espíritu que se produce de «una forma particular

» y que es expresión sensible de la idea.

Una vez que hemos partido de Hegel, pasaremos ahora al que quizás ha sido el

último gran metafísico de occidente, Martin Heidegger, el cual dedicó toda su producción

filosófica a esclarecer el sentido del ser, por lo que tuvo necesariamente que entrar en el

terreno de la estética y con ello en el del arte.

Heidegger afirma en una de sus conferencias: «La esencia del arte sería, pues, ésta: el

ponerse en operación la verdad del ente.»26

Esta «descripción» heideggeriana puede ser enlazada con lo dicho anteriormente por

Hegel, pero la verdad es que si nos fijamos bien en las palabras del autor de El ser y el

tiempo nos damos cuenta que de ellas se puede inferir que el arte además de consistir en la

manifestación de la verdad, es esa actividad humana que nos sitúa en el modo de la

plenitud ante la mismidad de lo expresado o representado. «El ponerse en operación la

verdad del ente», nos dice Heidegger.

Con estas apreciaciones filosóficas acerca del arte, en cierto modo ya nos hemos

adentrado en su esencia.

Podría haber empezado este artículo aludiendo a típicas definiciones: «el arte es

aquella actividad humana que produce belleza», «que representa o reproduce la realidad»,

«que crea formas», «que expresa», «que produce experiencia estética» o «que produce un

choque», como dirían los teóricos de las vanguardias. Pero, sin embargo, he preferido

empezar intentando llevar a cabo una dilucidación filosófica con la finalidad de profundizar

en su concepto, ya que considero que esto es lo más adecuado de cara a la finalidad de

esta investigación.

Con esto, no se está afirmando que estas definiciones no sean válidas, todo lo contrario,

incluso nos valdremos de ellas para nuestro estudio; lo que sí hay que dejar claro desde

un principio es que este trabajo es un estudio de carácter filosófico y no de historiografía o

teoría del arte.

Thémata. Revista de Filosofía. Número 36, 2006 241

Con mucha prudencia y muchos matices, ya que estamos aún en el inicio de la

investigación, se podría decir que el arte es un «lenguaje» con el que el hombre expresa la

realidad humana física y espiritual captando lo exterior e interiorizándolo, para luego

devolverlo a la exterioridad desde la libertad creadora del artista.

Lo que ha de quedar claro en estos primeros tanteos es que desde nuestro posicionamiento

filosófico el arte es contemplado como una actividad humana que expresa el

espíritu de la realidad misma a través de un material sensible, ya sea un lienzo, una

catedral o una escultura; lo cual se produce a través de cuatro componentes sin los que no

habría arte: «el artista», que es el creador; «la realidad», que es la objetividad que se

expresa; «la conjunción», que es la creación artística y «el resultado», que es la obra de arte.

El análisis más detallado de estos cuatro elementos es lo que pasaremos a estudiar en la

parte central de nuestra investigación.

De esta manera damos por terminada esta breve reflexión, que como se puede apreciar

es ante todo una introducción que intenta servir de punto de lanzamiento y de apoyo al

lector.

2. ¿Necesidad o lujo?

¿Es el arte una necesidad o un lujo? Esta cuestión es una de las interrogantes que más

han sido destacadas en lo que respecta a las polémicas habituales acerca del arte. Verdaderamente

¿el arte se puede considerar una necesidad del ser humano o es simplemente un

lujo con el que éste adorna su vida?

De entrada hay que decir que parece claro que el arte es algo que pertenece a la

esencia misma del hombre, ya que éste desde sus comienzos se ha visto «forzado» por su

propia interioridad a representar o expresar algo, ya sea lo exterior que le rodea o ha

rodeado o lo interior sentido en ciertos momentos concretos de la historia.

Si por necesidad entendemos «algo» sin lo cual otro «algo» no sería posible; y por lujo

entendemos «algo» que es superfluo y que sólo sirve para agradar más la realidad o la vida,

queda claro que el arte es una necesidad del ser humano.

¿Qué sería el hombre sin el arte? Habría que plantearse seriamente esta cuestión y

pensar si la humanidad sería la misma sin el arte. ¿Sería España la misma sin El Quijote?,

¿sería Italia, Italia sin Dante?, ¿qué sería de Inglaterra sin Shakespeare o de Grecia sin

Homero? Esto es algo que habría que pensar muy seriamente; y no se trata de decir que

hay que leer, ver u oír todas las obras que han hecho de la humanidad lo que hoy es, sino

de comprender que la esencia, por ejemplo, de España y del español está planteada en esa

grandísima obra de la literatura universal que es Don Quijote de la Mancha; que el siglo

XVII se encuentra reflejado en Las Meninas o que el espíritu de la Europa de la época

habita en Carlos V en la batalla de Mühlberg de Tiziano.

¿Acaso no es cierto que Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare, Velázquez, Goethe,

Mozart, Beethoven... han sido los grandes creadores y los que mejor han sabido expresar

la espiritualidad más propia de Europa?, ¿sería Europa lo que hoy es sin ellos? Es llevando

hasta sus últimas consecuencias estas cuestiones como verdaderamente tomamos conciencia

de la trascendentalidad e importancia del arte.

El arte recoge el presente para el futuro y queda como pasado.

Es obvio, pues, que el arte es una necesidad total y absoluta del ser humano. ¿Existe

el arte desde que hay hombre?; o quizás sería mejor preguntarse: ¿existe el hombre desde

que hay arte? Interroguémonos en serio sobre estas cuestiones.

Thémata. Revista de Filosofía. 242 Número 36, 2006

27 Hegel, G. W. F. Introducción a la estética. Barcelona. Península. 1997 (pág. 65)

28 Hegel, G. W. F.: op. cit., pág. 67

El arte nos lleva a una dimensión de trascendencia que es necesaria para el ser humano

y que no podemos alcanzar en esa modalidad de ninguna otra manera. Ya sea a través

de la literatura en general, de la arquitectura, de la pintura, de la escultura o de la música

el hombre desde que es hombre se ha visto forzado a crear artísticamente. Y algo que viene

impuesto desde dentro como un mandato, tal y como diría Kant, es sin lugar a dudas una

necesidad.

Otra cosa es que el arte no tenga un sentido práctico tal y como nosotros, hombres del

siglo XXI envueltos en un mundo casi plenamente tecnológico, entendemos ese concepto

al igual que le sucede a otras actividades como por ejemplo la filosofía. Pero es eso precisamente

lo que hace que estas creaciones del ser humano tengan más valor, porque eso

quiere decir que existen porque valen por sí mismas, en ellas reside su valor y no necesitan

de nada exterior a ellas o de una finalidad práctica que les otorgue un sentido.

Para darle más consistencia intelectual a nuestras aportaciones acudiremos de nuevo

a Hegel, el cual sostiene que «La obra de arte persigue un fin particular que es inmanente

en ella.»27

El arte o, por ejemplo, la filosofía sí que son «algo» práctico, ya que sirven para

conocer lo que es el hombre y lo que es y ha sido el mundo; lo que sucede es que para eso

hay que elevarse a una categoría de comprensión a la que hoy día prácticamente nadie está

dispuesto a remontarse. De ahí las famosas frases: «La filosofía, ¿y eso para qué sirve?»,

«¿Qué estudias, arte, y eso para qué?»; pero bueno, así están las cosas y adentrarnos ahora

de lleno a desentrañar y esclarecer este problema sería pasarnos a otra cuestión distinta de

la que nos ocupa en estos momentos.

Por lo tanto, sólo nos queda a modo de conclusión señalar que el arte, como espero

haya quedado claro después de lo dicho, es una necesidad ineludible del ser humano que

pertenece a la esencia de éste y que le ayuda a comprender mejor la realidad.

3. La subjetividad (el artista).

Ahora pasaremos a analizar el primer punto nodal de este estudio: el artista.

El artista es la subjetividad creadora que realiza la obra de arte. Intentar llegar a una

comprensión profunda de este componente del arte supone el fijar la vista en muchos

elementos decisivos que se dan en el artista y le conducen a la creación. El artista es esa

subjetividad creadora que es capaz de crear (arte) desde sí mismo.

Un primer elemento a destacar en el análisis del artista es «la inspiración», el cual es

el estado en el que éste se encuentra cuando se siente empujado a crear. Hegel afirma al

respecto: «La producción artística se convierte así en un estado al que se da el nombre de

inspiración.»28

Por su parte Schopenhauer, que no se caracterizaba por ser un gran amigo de Hegel

ni por compartir sus ideas, pensaba:

«La invención de la melodía, el descubrimiento de todos los más hondos secretos de

la voluntad y de la sensibilidad humana, esto es obra del genio. La acción del genio...

Thémata. Revista de Filosofía. Número 36, 2006 243

29 Schopenhauer, A. El amor y otras pasiones. Madrid. Alba. 1998 (pág. 81)

30 Hernández-Pacheco, J. La conciencia romántica. Madrid. Tecnos. 1995 (pp. 136-137)

31 Kandinsky, V. De lo espiritual en el arte. Barcelona. Paidós. 1996 (pág. 67)

32 Valéry, P. Teoría poética y estética. Madrid. La balsa de la Medusa.1998 (pág. 62 y 102)

33 Kandinsky, V. La gramática de la creación. El futuro de la pintura. Barcelona. Paidós. 1996 (pág. 59)

es una verdadera inspiración.»29

De esta forma vemos que el auténtico artista es el genio, el cual cuando alcanza el

estado de inspiración es capaz de expresar lo más esencial de las cosas.

«A partir de lo dicho podemos ahora entender lo que es el «Genio». No es otra cosa

que lo que ya Platón denominó «demon», como la subjetividad ideal de todas las cosas

que, más allá de su determinación y límite empírico, media entre ellas y su origen

absoluto. (...) «El «genio» es esa característica absoluta de las cosas, lo que hay en ellas

de definitivo y oculto, más allá de su forma empírica, porque está en el origen de todas

ellas.»30

Una vez aclarado qué es el genio y qué es la inspiración, pasamos ahora al fenómeno

de «la necesidad interior», el cual se manifiesta a través de lo que Heidegger llamó en Sein

und Zeit «la voz de la conciencia», que bien podría ser llamado por nosotros aquí «la voz

de la creación».

Todo artista siente a la hora de crear esa necesidad interior que le empuja a realizar la

obra y le indica cómo ha de actuar. Oigamos al abanderado del movimiento pictórico

abstracto, Vasili Kandinsky, el cual afirma lo siguiente: «La ineludible voluntad de

expresión de lo objetivo es la fuerza que aquí llamamos necesidad interior y que hoy pide

una forma general y mañana otra.»31

Con esta confesión de uno de los grandes artistas del siglo XX queda de manifiesto la

presencia de esa necesidad interior en el genio a la hora de crear.

Paul Valéry, por su parte, afirma:

«El artista vive en la intimidad de su arbitrariedad y en la espera de su necesidad.» (...)

«... unas veces es una voluntad de expresión la que comienza la partida, una necesidad

de traducir lo que se siente...»32

Como ya se ha señalado antes esta «necesidad interior» se hace presente a través de

una «misteriosa voz» que lleva a crear. Respecto a esta voz, Kandinsky apunta:

«El artista no trabaja para merecer elogios o admiración, o para evitar la censura y el

odio, sino obedeciendo a la voz que le gobierna con autoridad, a la voz del maestro

ante el cual debe inclinarse, y del cual es esclavo.»33

Y no es sólo Kandinsky el que se refiere a esta experiencia primaria de todo artista,

sino que esto es afirmado por muchos otros, como por ejemplo, el decisivo músico del siglo

XX, Igor Strawinsky:

«A la voz que me ordena crear respondo con temor, pero en seguida me tranquilizo al

Thémata. Revista de Filosofía. 244 Número 36, 2006

34 Strawinsky, I. Poética musical. Madrid. Taurus. 1977 (pág. 68)

35 Valéry, P. Teoría poética y estética. Madrid. La balsa de la Medusa. 1998 (pág. 98)

36 Kandinsky, V. La gramática de la creación. De lo espiritual en el arte. Barcelona. Paidós. 1996 (pág. 123)

37 Kandinsky, V.: op. cit., pág. 147

38 Heidegger, M. El ser y el tiempo. Madrid. F.C.E. 2000 (pp. 295, 297 y 298)

tomar como armas las cosas que participan en la creación...»34

También el poeta y crítico de arte Paul Valéry, ya citado anteriormente, dice:

«...ese poeta que se limita a transmitir lo que recibe, a entregar a desconocidos lo que

posee de lo desconocido, no tiene ninguna necesidad de comprender lo que escribe,

dictado por una voz misteriosa.»35

Para profundizar más en este fenómeno tan importante de la necesidad interior,

tenemos que señalar que cuando creadores como Kandinsky realizan afirmaciones como

las que serán citadas a continuación, se están refiriendo a un fenómeno ontológico que

Martin Heidegger señaló y describió con gran exactitud en su obra cumbre El ser y el

tiempo (parágrafos 56-58 fundamentalmente) y que llamó «voz de la conciencia».

«Al hacer un cuadro el pintor «escucha» siempre una «voz» que le dice sencillamente:

«!Exacto!» o «!Falso!»36 o «Los artistas conocen bien esta «voz misteriosa» que guía su

pincel y «mide» el dibujo y el color.»37

Heidegger afirma en la obra referida: «A la vocación no le es esencial la fonación», «la

vocación alcanza al «ser ahí»«. Incluso Heidegger al igual que Kandinsky habla de «voz

misteriosa»38.

Aunque Martin Heidegger está apelando a la «voz de la conciencia» para un análisis

muy distinto al nuestro, su análisis ontológico coincide en gran parte con lo que nosotros

hemos denominado como la «voz misteriosa» que llama al artista a la creación.

Tras este esbozo de la interioridad del artista en el que se ha hablado de la necesidad

interior, de la voz misteriosa que empuja a crear o de la inspiración, pasamos ahora a

señalar dos elementos que también influyen en el proceso de creación, aunque se den

desde «fuera» de la subjetividad creadora.

Uno de estos elementos decisivos es el de «la dimensión de trabajo». Indudablemente

cuando hablamos del artista creador se está hablando de una subjetividad especial que es

capaz de captar y expresar lo que el resto de las personas no son capaces ni tan siquiera de

percibir —esto es debido también a la «intuición», otro elemento decisivo en nuestro

tema—, pero esto no quiere decir que el artista sea una especie de figura privilegiada por

un talento que le permita esperar a que llegue ese «gran momento» que le dicte al oído su

obra; sino que detrás de todo proceso creativo hay muchas horas de trabajo que son las que

hacen que el artista obtenga sus frutos. Así, sólo hay que recordar la frase de Pablo Picasso,

uno sino el más grande de los genios artísticos del siglo XX, en la que decía: «Si la inspiración

baja, que me coja trabajando».

«...si el tiempo de composición de un poema incluso muy corto puede consumir años,

la acción del poema sobre el lector se realizará en unos minutos. En unos minutos

Thémata. Revista de Filosofía. Número 36, 2006 245

39 Valéry, P. Teoría poética y estética. Madrid. La balsa de la Medusa. 1998 (pág. 101)

40 Kandinsky, V. De lo espiritual en el arte. Barcelona. Paidós. 1996 (pág. 65)

41 Kandinsky, V. La gramática de la creación. El futuro de la pintura. Barcelona. Paidós. 1996 (pág. 114)

recibirá ese lector el choque de hallazgos, comparaciones, vislumbres de expresión

acumulados durante meses de investigación, de espera, de paciencia y de impaciencia.

»39

Para que la obra surja hace falta mucho trabajo, y que nadie piense que el artista es un

ser privilegiado al que todo le viene dado. El artista además de poseer un talento innato es

alguien que dedica su vida por completo a su obra, pudiendo incluso esto llevarle a la

locura.

Dentro de las cualidades y características propias del artista también hay que señalar

que éste refleja de una forma o de otra, ya sea directa o indirectamente, consciente o

inconscientemente, el espíritu de su época y esto es algo que se produce porque el artista

al igual que todo hombre se encuentra determinado por su contexto histórico. Nadie puede

saltar por encima del periodo temporal que le ha tocado vivir.

Es por ello por lo que el artista se tiene necesariamente que nutrir del «mundo exterior

» para plasmar éste en sus obras. El mismo Kandinsky, al que ya se ha aludido antes,

sostiene esta idea:

«Todo artista, como hijo de su época, ha de expresar lo que le es propio a esa época»40;

«Toda la naturaleza, la vida y todo lo que rodea al artista, y la vida de su alma, son la

única fuente de cada arte.»41

Hemos aludido, pues, a lo que según nosotros son los elementos más destacados de la

dimensión subjetiva del arte (el artista): el «genio» (ser especial que capta la esencia del

mundo); la «inspiración» (estado ideal que conduce al genio a crear); la «necesidad interior

» (fenómeno que va unido a la «voz misteriosa») que impulsa a crear; la «dimensión de

trabajo» y la influencia del «mundo exterior».

Soy consciente que con esta breve tipología no hemos hecho, ni mucho menos, una

descripción totalmente completa del creador artístico, pero espero haber realizado con ello

una labor bastante detallada en la que se ha intentado de una manera o de otra aludir a los

componentes más importantes que se dan en todo artista.

La literatura estética sobre este tema es tan extensa que aunque quisiéramos no

tendríamos tiempo dentro de los límites impuestos a este escrito de aludir a todas las piezas

necesarias, debido también en parte a la complejidad del tema.

4. La objetividad (la realidad).

A continuación analizaremos el otro polo de la creación artística: la realidad, lo

objetivo. Aquí aparecen problemas fundamentales como el de la belleza y la captación de

la misma o el de si el arte, en cuanto captación de esa belleza o realidad, es algo objetivo o

simplemente depende de lo que el artista quiera, es decir, de su voluntad libre y caprichosa.

Nosotros de entrada rechazamos esa típica definición de arte como «aquella actividad

humana que trata de reflejar belleza», ya que consideramos que quedarnos en esa concepThémata.

Revista de Filosofía. 246 Número 36, 2006

42 Kandinsky, V. La gramática de la creación. El futuro de la pintura. Barcelona. Paidós. 1996 (pp. 115-116)

ción tan simplista del término supone inculcarle al mismo una reducción brutal. Ésa no es

la esencia del arte, es uno de sus aspectos

La expresión de belleza en una creación artística es algo «secundario» que puede ir

añadido a la obra. El arte no trata principalmente de reflejar belleza, sino de reflejar la

esencia de la realidad misma, el misterio, a través del artista de forma que sea reconocida

como propia por todos los receptores. Así, por ejemplo, hay creaciones que sin ser bellas

son auténticas obras de arte.

Bien es verdad que en gran parte de las verdaderas obras artísticas las cosas son

reflejadas de tal forma que aunque lo que se muestre en ello sea feo, normalmente nos

produce una impresión bella.

El enfoque ontológico tradicional en lo que a nuestro posicionamiento respecto de la

realidad se refiere consiste en pensar que nosotros somos un sujeto frente a un mundo que

está «ahí» fuera, algo heredado de la modernidad y la filosofía cartesiana principalmente;

lo que sucede es que si verdaderamente nos paramos a pensar ese enfoque nos damos

cuenta de que no somos sencillamente unos sujetos enfrentados a la realidad, sino que

nosotros mismos ya somos parte de esa realidad, somos si se quiere, los ojos con los que la

realidad se mira a sí misma; pero somos ante todo, y eso que quede claro, realidad.

Ahora bien, ¿cómo afrontar este problema desde la reflexión sobre el arte?, ¿qué es la

realidad para el artista?, ¿es esa realidad una objetividad que quede como tal plasmada en

la obra de arte, o por el contrario queda en ella deformada?

La realidad para el artista es «eso» en que él está y le sirve para llenarse como condición

previa a la expresión que será plasmada en la obra.

«...el pintor abstracto no recibe su «impulso» de un trozo cualquiera de naturaleza,

sino de la totalidad de la naturaleza, en sus aspectos más diversos, que llegan a sumarse

en él para conducirlo a crear una obra.»42

La realidad es la fuente de donde bebe el artista para poder posteriormente hacer su

obra.

La realidad es algo objetivo, es lo que está de por sí y no depende de una subjetividad

para ser, y ahí es donde reside la «sustancia» de la que el artista se nutre para su creación.

Pero ¿cómo acceder a ella? El artista accede a la «sustancia» de la realidad mediante

la intuición y la refleja a través de la creación artística.

Que la realidad es objetiva es evidente, lo que no parece tan claro es si el arte es o no

objetivo, gran debate de la estética del siglo XX.

Nosotros sostenemos que el arte es objetivo, prueba evidente de ello es que toda

actividad realizada por un artista no tiene porqué responder al concepto de arte, problema

fundamental de las vanguardias. Esta idea queda precisada con la distinción categorial

entre «obras maestras» y «obras de arte», lo cual hace ver que ambos modos de creación

pertenecen a categorías distintas.

No tiene el mismo valor una «obra maestra» que una «obra de arte», ya que una «obra

de arte» puede ser cualquier obra de un creador poiético que se ajuste a los cánones de un

determinado arte; mientras que una «obra maestra» es una obra artística de tales dimensiones

que supera en demasía al conjunto de obras artísticas en general, debido a una serie de

Thémata. Revista de Filosofía. Número 36, 2006 247

43 C. Danto, A.; H. Belting, W. S. ; M. Hanasmann, J. G. ; MacGregor, N.; Waschek, M. ¿Qué es una obra

maestra? Barcelona. Crítica. 2000 (pp. 7 y 21)

elementos constitutivos propios de la obra que sólo residen en ella y precisamente por ello

dicha creación pasa a ser catalogada como «obra maestra», motivado por sus dimensiones

de expresión y captación de lo real. Así, La Gioconda de Leonardo da Vinci o Los Girasoles

de Van Gogh están consideradas como obras muy superiores a otras creaciones de dichos

artistas.

«Se llama «obra maestra», estrictamente hablando a «todo lo perfecto dentro de su

género.»» (...) «... las obras maestras son «los guardianes silenciosos del misterio del

arte». No se puede decir nada; son pasmosas.»43

La objetividad del arte reside en la presencia «real», en la proximidad con el ser, que

se consiga en los resultados de las creaciones de los artistas; así, por ejemplo, El entierro del

Conde de Orgaz del Greco es una «obra maestra» porque en ella se produce la manifestación

del ser, o lo que es lo mismo, una expresión plena de realidad que expresa en perfecta

armonía la conjunción entre un hombre y su mundo.

Retomando el tema específico de este apartado podemos decir, pues, que la realidad

para el sujeto creador artístico es «eso» que le rodea y que le sirve de fuente de conocimientos,

experiencias, sentimientos... para luego a través de su talento innato poder producir

arte.

En cierto modo la realidad es para el artista aquello que le inspira y le sirve de manantial

de experiencias para la creación. Es tanto «el camino» como la base o fuente de todo

crear.

Por lo tanto, la realidad es un aspecto decisivo para el artista, puesto que la esencia de

la auténtica obra de arte reside en la capacidad de su creador para captar lo más íntimo de

la realidad y expresarlo desde su interioridad en la obra.

Así, por ejemplo, Goya expresa magníficamente en sus cuadros los desastres y sufrimientos

de la guerra; Shakespeare expresa como nadie a través de la tragedia los sentimientos

universales del ser humano, algo que hace también en su género Miguel Ángel

con la escultura; o qué decir de los versos de Bécquer, en donde la experiencia del amor se

siente de una manera tan primaria que llega a lo más profundo del ser, por no hablar de la

pasión con que Beethoven manifestó su época en sus sinfonías.

En definitiva, queda claro que toda gran obra de arte es un cúmulo de circunstancias

en donde resaltan el alma del artista y el mundo que le rodea, el cual le hace sentir experiencias

que le llevan a dicha obra.

Otra cuestión es cómo sea después plasmado «eso» en la creación poiética. En las

esculturas de los antiguos griegos hay una gran idealización del cuerpo humano, idealización

que muestra por otro lado el poder de los dioses; en las catedrales góticas hay una

exaltación vertical que marcha hacia el cielo para buscar la unión con Dios; en los cuadros

de Velázquez se ve una realidad fielmente retratada, que si bien después es analizada se

puede comprobar que no es tan «realista» como parece, ya que el impresionante pintor

sevillano hace bello lo que «realmente» no lo es (cuadros de bufones, retratos, etc.)... así

podríamos seguir enumerando artistas y obras que muestran que la realidad prácticamente

nunca es reflejada tal cual. ¿Y esto a qué se debe? Pues la causa es que el artista siempre

Thémata. Revista de Filosofía. 248 Número 36, 2006

44 Bécquer, G. A. Rimas. Madrid. Edaf. 1999. (pág. 49; rima XXI)

reproduce desde su libertad personal y creadora lo que la naturaleza hace por necesidad,

llegando de esta forma a mejorar lo que se ha sacado de la misma naturaleza. «La naturaleza

imita al arte», decía Oscar Wilde.

Según lo dicho, podemos pensar que el arte existe debido a la fuerte impresión que lo

real, lo objetivo, produce en el artista, ya que la tarea de éste no es otra que la de llevar a

cabo una obra en la que se muestre a través de su perspectiva artística la intimidad más

plena de las cosas.

De esta manera el arte aparece como algo objetivo que se muestra de «una forma

particular», tal y como decía la cita de Hegel empleada al principio del trabajo.

La realidad es lo objetivo que el artista plasma «subjetivamente» y luego refleja «objetivamente

» para el receptor. En el arte el «subjeto» se objetiviza y la objetividad se subjetiviza.

De ahí que todo el mundo sienta la experiencia de la tristeza al escuchar el adagio de

Albinoni o Barber; el dolor de la guerra al ver ciertos cuadros de Goya o la experiencia

primigenia del amor al leer los versos de Bécquer.

¿Qué es poesía?—dices mientras clavas

En mi pupila tu pupila azul—.

¿Qué es poesía?¿Y tú me lo preguntas?

Poesía... eres tú.44

No se trata entonces de reflejar las cosas tal como son, sino de hacerlo de una manera

que nos hagan sentir las experiencias primarias universales. Así, aunque la realidad no esté

plasmada tal cual en El Guernica de Picasso, al contemplarlo todo el mundo siente el

horror y la dureza de la guerra en esa construcción deformadora y a la vez real del mundo

en un estado semejante.

Como decíamos al principio, con Hegel, «El arte es una forma particular bajo la cual

el espíritu se manifiesta», eso sí, desde una experiencia personal con la realidad que a través

de la creación llega a la obra de arte en expresión universal.

Por lo tanto, podemos decir a modo de resumen, que la realidad es el marco en donde

se produce la existencia del hombre y en la cual el artista debe bañarse para acumular una

serie de experiencias que le conduzcan posteriormente a la creación, consiguiendo con ello

«personalizar» la realidad y «objetivar» el sujeto. La realidad es, pues, lo que le da al artista

los materiales para crear y lo que a la postre se representa o expresa como resultado de toda

una ejecución artística. Tan sólo hay que ver un cuadro, escuchar una obra musical,

contemplar una escultura y leer un poema o una novela para alcanzar un grado de

comprensión más alto de la realidad.

5. La conjunción (la poiesis).

Anteriormente hemos tratado la dimensión subjetiva y objetiva del arte; ahora pasaremos

a la dimensión intermedia (la poiesis, la creación artística), en la cual se unen el

hombre y su mundo.

Primero y ante todo hay que matizar que al hablar de creación, en sentido general, se

puede pensar en varios ámbitos distintos donde la creación es posible. La creación no es

Thémata. Revista de Filosofía. Número 36, 2006 249

45 Strawinsky, I. Poética musical. Madrid. Taurus. 1977 (pág. 53)

46 Tatarkiewicz, W. Historia de seis ideas. Madrid. Tecnos. 1997 (pág. 279)

algo exclusivo del arte. Así, por ejemplo, podríamos diferenciar entre la creación noética y

la creación poiética.

La creación noética consiste en aquel tipo de creación que expresa en sus resultados

contenidos noemáticos, es decir, pensamientos que normalmente son fruto de costosas

investigaciones intelectuales que tienen como objetivo primordial la búsqueda de la

verdad. Por ejemplo, la Crítica de la razón pura de Kant o la Ciencia de la lógica de Hegel

son creaciones noéticas que tienen unos caracteres muy definidos que las hacen bien

distintas de una creación poiética como pudiera ser un cuadro de Rubens o una escultura

de Rodin.

La creación poiética, por su parte, es aquella que expresa contenidos artísticos. Se

puede decir, por lo tanto y de un modo general, que la creación noética expresa «verdades»,

que en su ejecución «des-vela» la verdad; mientras que la creación poiética expresa belleza,

«des-vela» lo bello. Ambas expresan a su manera la realidad, una desde la perspectiva

epistémica (científica) y otra desde la poiética (artística).

Pero lo que aquí realmente nos interesa es la creación poiética, que es la que pasaremos

a estudiar a continuación.

¿Qué es la creación artística?, ¿por qué la llamamos «conjunción»?

La creación artística o poiesis, aquí usaremos indistintamente ambos términos, es ese

punto en donde el sujeto y la realidad confluyen para dar lugar a la obra de arte, y es por

ello por lo que hemos decidido llamarla «conjunción».

Precisamente por este motivo, ser el punto de unión entre dos elementos distantes,

puede que la poiesis sea dentro del esquema seguido por nosotros el objeto de estudio más

complicado, ya que es el nexo donde «subjetividad» y «objetividad» coinciden.

Para Igor Strawinsky: «El estudio del proceso creador es de los más delicados. Es

imposible, en efecto, observar desde afuera el desarrollo íntimo de tal proceso.»45

Primeramente y para allanar el camino de nuestra reflexión haremos una breve

alusión a la evolución conceptual de la idea de creación artística, ya que el arte no ha sido

siempre ni mucho menos, como se verá a continuación, considerado como un ejercicio

creador.

Desde un punto de vista histórico se puede comprobar que ha sido muy recientemente

cuando el artista ha pasado a ser considerado como un creador.

«...el concepto de creador y de creatividad implica la libertad de acción, mientras que

el concepto griego de artista y de las artes presuponía una sujeción a una serie de leyes

y normas.»46

Vemos, pues, cómo para los griegos el arte consistía en una reproducción de la naturaleza

según leyes, en donde la libertad individual del hombre (elemento decisivo para

hablar de «creación») quedaba excluida. Desde este enfoque era imposible para los griegos

concebir el arte como creación. Para ellos tan sólo la poesía estaba considerada como una

actividad creadora, lo que sucede es que para los antiguos la poesía no entraba incluida

dentro del concepto de arte.

Así, pues, podemos decir que el concepto de creación artística no aparecerá hasta el

Thémata. Revista de Filosofía. 250 Número 36, 2006

Renacimiento, y será a partir de entonces cuando pasará a formar parte de la teoría del arte.

Para el hombre del Renacimiento estaba claro que el artista era una individualidad independiente,

libre y con creatividad propia. Desde entonces y a través de una evolución

bastante lenta, hoy día el arte ha llegado a ser considerado prácticamente como una

actividad humana cuya característica primordial es la creación. Se ha pasado, pues, de

pensar en el arte como algo no creador a considerarlo casi exclusivamente como una

actividad creadora.

Después de este paréntesis histórico, que consideramos necesario para tomar conciencia

de la relativa novedad de la concepción del arte como actividad creadora, volvemos

ahora al enfoque filosófico propio de este estudio.

La creación artística es un misterio de la condición humana que se manifiesta de una

manera muy destacada en el artista. Todos podemos ser creadores, pero está claro que ésta

es una característica que se suele dar de una manera más incisiva en el artista.

¿Qué es la creación artística?, ¿cómo sucede?, ¿de dónde viene ese impulso?, ¿hay

alguna explicación racional posible para ello?... éstas y muchas otras interrogantes se nos

vienen a la cabeza en cuanto nos situamos frente a este maravilloso misterio que se da en

el ser humano.

En parte, a lo largo de lo dicho hasta aquí ya hemos respondido a algunas de estas

preguntas. Ya se ha señalado que la creación es una «conjunción» entre dos polos, artista

(subjetividad) y realidad (objetividad), que viene guiada por una «voz misteriosa» que hace

que surja en el artista una «necesidad interior» que impulsa a éste a crear.

Respecto a la pregunta de si hay una explicación filosófica posible para este fenómeno,

trataremos de ver a continuación qué posibles soluciones se nos ofrecen.

Aunque el propio Pablo Picasso afirmase:

«Lo que más me sorprende es que tanta gente tenga la pretensión de comprender el

arte. Me pregunto: ¿tiene sentido intentar comprender el canto de los ruiseñores?,

¿tiene sentido querer penetrar el misterio de la noche, de las flores, de las cosas bellas

que nos rodean y que amamos? Sin embargo, cuando le toca al arte la gente pretende

comprenderlo. ¿Por qué? Yo creo que la única cosa que la gente debe comprender es

que el artista crea porque debe crear, porque posee su arte. El artista es solamente una

pequeña, una pequeñísima parte del universo, y no merece más atención que los otros

elementos que componen el universo, y que, como la obra de arte, proporcionan

alegría, consuelo, emoción, paz.»

Nosotros, en principio, le llevaremos la contraria a este gran genio de la pintura

intentando alcanzar un cierto grado de comprensión del arte.

Para Picasso, «el artista crea porque debe crear»; pero ¿por qué? nos preguntamos

nosotros. El arte a primera vista nos puede parecer irracional, ya que nace de un brote

creador guiado por la intuición y la voluntad libre e individual del sujeto.

Ya sabemos que la creación es una experiencia primaria que se da en el artista en el

modo de un mandato. Pero, ¿hasta dónde es posible profundizar en este asunto?

La creación es un arte de conocimiento, es la forma en que el artista conoce la realidad

y a sí mismo, es pues, la forma en la que el artista refleja su verdad, que es la verdad que

se le impone como una obligación desde la llamada interior de la «voz misteriosa»,

fenómeno universal y absoluto que hace al artista crear de una manera verdadera.

En la creación el artista es guiado hacia la verdad más profunda de las cosas llegando

Thémata. Revista de Filosofía. Número 36, 2006 251

47 Villalobos, J. «La creación poiética de Velázquez»; en Cuadernos sobre Vico 11 - 12 (1999-2000). Sevilla.

Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla. 2000 (pág. 272)

48 Villalobos, J.: op. cit., pág. 282

49 Scharfstein, B-A. Los filósofos y sus vidas. Madrid. Cátedra. 1996 (pág. 112)

a conseguir la expresión plena de la realidad, o lo que es lo mismo, la expresión en

manifestación radical del ser.

Así, la creación se nos presenta como un «mirar hacia atrás» y retroceder hacia la raíz

misma de la existencia para desde ella expresar lo más hondo de nuestro ser.

«La creación... es llegar a lo más hondo, a su raíz, a lo más radical y originario del

hombre, dejando a un lado las adherencias superficiales de su hacer frente a la desnudez

de su ser.»47; «La creación (poiesis) es expresión del ser en plenitud y por ello

podemos pensar que está en relación con el concepto trascendental de verdad...»48

La creación nace del espíritu, es éste el que crea la obra. Al encontrarse la creación

dentro del terreno que pertenece a lo más propiamente espiritual del hombre nos damos

cuenta que la creación es un fenómeno ontológico que rebasa los límites de lo meramente

empírico y que como tal debe ser tratado desde la filosofía. Como diría Heidegger, nos

encontramos en un «plano ontológico».

De un modo genérico, podemos decir que la creación artística es un proceso humano

que se da en el sujeto de una forma inesperada, pero que el artista debe saber esperar y

buscar. La creación viene impulsada por la necesidad interior y se origina a través de la

recepción que el artista efectúa del mundo exterior e interioriza según su individualidad

propia.

La creación es una «mediación» entre la vida interior y exterior del artista, entre el

alma y la naturaleza, entre el artista y la verdad; por ello cuando esta mediación se produce

el artista se remonta al origen más radical de la existencia para dar expresión plena del ser.

La creación artística consiste en esa conjunción que une subjetividad (artista) y

objetividad (realidad), hombre y mundo para conseguir un resultado como es el de la obra

de arte, en la cual se muestra un determinado enfoque de la realidad que se manifiesta de

forma plena y ofrece el ser en manifestación.

La creación en su carácter de necesidad remite al origen, y es en el resultado de la

expresión que ésta produce en donde se ven atisbos de esta creación.

La creación remite a la condición abismática del hombre. Decía San Agustín que «El

hombre es un abismo profundo». Con dicha metáfora se hace alusión a la idea de que el

hombre es un ser insondable, ni él mismo se conoce. A veces, como también decía el

mismo San Agustín en sus Confesiones, hacemos cosas que no queremos hacer y otras veces

no hacemos cosas que sí queremos hacer. La creación alude directamente a esta condición

abismática de hombre, ya que en ella el creador con su acción se remite a dicho abismo,

residencia de la libertad. Libertad, abismo, creación... todo va relacionado.

Esta referencia directa que se manifiesta en el proceso de creación a ese abismo tan

profundo que somos cada uno de nosotros hace patente igualmente un anhelo de perfección

que también es propio del hombre. «La creatividad es, por tanto, el resultado de la

Perfección misma o de su deseo.»49

En la creatividad vemos el deseo de infinitud de un ser finito como es el hombre.

Con esto quedan expuestos algunos de los elementos más importantes en lo que se

Thémata. Revista de Filosofía. 252 Número 36, 2006

50 Heidegger, M. Arte y poesía. Buenos Aires. F. C. E. 1992 (pág. 66)

51 Heidegger, M.: op. cit., pág. 63

52 Heidegger, M.: op. cit., pág. 74

refiere a la constitución «ontológica» del ser humano, elementos que salen a la luz si

observamos con mirada intensa el fenómeno de la creación; de ahí su importancia.

La creación, pues, alude a ese abismo profundo e inexplicable que es el hombre, donde

residen su libertad, su anhelo de perfección, su sed de infinitud...

En la creación son descubiertos «nuevos mundos» por parte del artista.

La creación es el arte de conocimiento del artista.

6. El resultado (la obra de arte).

El último apartado de este trabajo se centrará exclusivamente sobre la obra de arte.

La obra de arte es el resultado que se obtiene al final de todo el proceso artístico; es lo

que queda.

Lo que nosotros realmente queremos saber es en qué consiste la interioridad de este

producto humano, su dimensión ontológica; aquí no queremos llevar a cabo un análisis de

los elementos pictóricos o de la época histórica en que fue realizada tal o cual obra, sino

que lo que nos interesa es la dimensión de trascendencia que podemos encontrar en la

obra de arte. Por ello nos preguntamos: ¿qué es verdaderamente la obra de arte desde un

punto de vista profundo?

La obra de arte es el producto que obtiene el artista en su trabajo, a través del cual éste

nos expresa la totalidad desde ella. De esta manera, nos damos cuenta de que la obra es

aquello que intenta mostrar de una manera o de otra, sea desde el arte que sea, la realidad

en su forma más plena. Por ello se dice que la obra de arte es esa creación que nos deja sin

palabras, debido a que cuando nos situamos ante un producto de semejantes dimensiones

y lo contemplamos con detenimiento nuestro ser queda «apabullado» por tal expresión de

realidad en un «lugar» tan reducido; ¿qué nos queda por decir cuando nos situamos frente

al Partenón griego o frente a una escultura de Donatello?

La obra de arte es el «lugar» donde queda recogida la esencia más íntima de la realidad,

y donde se expresa de una forma total y grandiosa el ser en plenitud.

Como prueba de la idea apuntada, decir que el propio Martin Heidegger en su

conferencia «El origen de la obra de arte» afirma:

«... en la obra de arte no se trata de la reproducción de los entes singulares existentes,

sino al contrario de la reproducción de la esencia general de las cosas.»50

«Si lo que pasa en la obra de arte es un hacer patente los entes, lo que son y cómo son,

entonces hay en ella un acontecer de la verdad.»

«En la obra de arte se ha puesto en operación la verdad del ente. «Poner» quiere decir

aquí: asentar establemente.»51

Unas páginas más adelante Heidegger sostiene: «Ser obra significa establecer un

mundo»52.

Thémata. Revista de Filosofía. Número 36, 2006 253

53 Heidegger, M.: op. cit., pág. 110

54 Kandinsky, V. De lo espiritual en el arte. Barcelona. Paidós. 1996 (pág. 101)

55 Kandinsky, V. La gramática de la creación. El futuro de la pintura. Barcelona. Paidós. 1996 (pág. 41)

56 Kandinsky, V.: Op. cit., pág. 42

57 Kandinsky, V.: Op. cit., pág. 157.

El artista con su labor «des-cubre» y «crea». «Des-cubre» lo más intimo y profundo de

la realidad, hace que el espectador perciba lo imperceptible, pero al mismo tiempo también

«crea» «nuevos mundos», ya que con la obra se establecen marcos de referencia de la

totalidad hasta entonces inexistentes.

Por otro lado, Heidegger dice en este mismo escrito: «... el arte es la fijación de la

verdad que se establece en la forma.»53

Esta tesis ya había sido desarrollada largamente por Hegel cuando éste explicaba que

la forma y el contenido siempre se dan unidos. La belleza, como cualquier trascendental,

es la unión armónica de forma y contenido.

Pasemos ahora de un filósofo a un artista, Vasili Kandinsky, pintor que tiene unos

escritos sobre arte realmente reveladores y por lo cual está siendo tomado como referencia

constante en muchos aspectos de este trabajo. Dejemos hablar al fantástico pintor abstracto:

«La verdadera obra de arte nace misteriosamente del artista por vía mística. Separada

de él, adquiere vida propia, se convierte en una personalidad, un sujeto independiente

que respira individualmente y que tiene una vida material real. No es pues un

fenómeno indiferente y casual que permanece indiferente en el mundo espiritual, sino

que posee como todo ente fuerzas activas y creativas. La obra de arte vive y actúa,

colabora en la creación de la atmósfera espiritual.»54

«La obra es pues la forma material exterior que posibilita la comunicación del contenido

inmaterial, el lenguaje de alma a alma que habla de emoción.»55

«La obra es de este modo la fusión inevitable e indisoluble del elemento interior y del

elemento exterior, es decir, del contenido y de la forma.»56

«El Arte es el arte de producir obras de arte. Una obra de arte es un objeto material

que tiene otro valor que el que tiene o podría tener el mismo objeto si no fuera una

obra de arte.»57

Con estas espléndidas palabras de Kandinsky nos acercamos mucho más a nuestro

propósito de comprender la obra de arte como producto del ser humano.

La obra de arte no es por lo tanto un mero lienzo con trazos (cuadro), una simple

piedra con forma (escultura), una creación de espacios sin más (arquitectura), unos

sonidos encadenados (música) o una sucesión de palabras que parecen decir algo (poesía

o literatura en general), sino que la obra de arte es un objeto material a través del cual el

artista ha sido capaz de mostrarnos lo auténticamente decisivo de lo real.

Nadie es el mismo después de ver las obras de Leonardo o Rembrandt, de escuchar la

música de Bach o Vivaldi o después de entrar en una majestuosa catedral gótica.

El arte es algo que nos marca y nos marca porque es esencial al hombre, es propiaThémata.

Revista de Filosofía. 254 Número 36, 2006

mente humano, es, como ya se dijo al principio, una necesidad humana. Y la obra de arte

es el producto que nos conduce a esa situación exclusiva.

También hay que dejar muy claro que cualquier producto de un artista que pretenda

ser arte no es una obra de arte, ya que la categoría de «obra maestra», tal y como se dijo

anteriormente, está reservada para aquellas obras que realmente son capaces de expresar

el ser en plenitud. Así, no todas las creaciones poiéticas de Rafael, Verdi o Renoir son obras

del mismo calibre artístico.

Obras de arte hay muchas, pero no cualquier obra es «obra maestra», algo que se

puede comprobar yendo a un museo, en donde hay muchas «obras de arte» y no tantas

«obras maestras»... no es lo mismo.

Recapitulando y a modo de conclusión, podemos afirmar que la obra de arte es el

producto final al que nos conduce la actividad humana llamada arte; es el «lugar» donde

se expresa lo inmaterial de la realidad, la esencia de ésta, el ser en plenitud; es el «desvelamiento

» del Mundo, la expresión del todo, la «creación» de nuevos mundos, la comunicación

de belleza a través de las almas... es, en definitiva, un maravilloso misterio y a la

vez un maravilloso aspecto de la condición de ser humano.

* * *

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