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WALTER BENJAMIN EL AUTOR COMO PRODUCTOR


Enviado por   •  7 de Marzo de 2014  •  6.990 Palabras (28 Páginas)  •  213 Visitas

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Traducción: Bolívar Echeverría

“Se trata de ganar a los intelectuales para la causa obrera, haciéndoles tomar conciencia de la identidad que hay entre su quehacer espiritual y su condición de productores ”. Ramón Fernández.

Ustedes recuerdan cómo procede Platón con los poetas en el proyecto de su

Estado. Les prohíbe permanecer en él, en interés de la comunidad. Platón

tenía un concepto elevado del poder de la poesía. Pero la consideraba

dañina, superflua: en una comunidad perfecta, se entiende. Desde entonces,

la cuestión acerca del derecho de existencia del poeta 1

no ha sido planteada

frecuentemente con igual énfasis. Ahora vuelve a plantearse, aunque sólo

rara vez en esa forma. Y a todos nos es más o menos conocida como

cuestión acerca de la autonomía del poeta: de su libertad para escribir lo

que quiera. Ustedes no se sienten inclinados a reconocerle esta autonomía;

piensan que la situación social presente le fuerza a decidir al servicio de

quien quiere poner su actividad. El escritor burgués de literatura para el

entretenimiento no reconoce esta alternativa. Ustedes le comprueban que,

aunque no lo acepte, trabaja al servicio de determinados intereses de clase.

Un tipo más avanzado de escritor reconoce esta alternativa. Al ponerse de

parte de proletariado, toma su decisión con base en la lucha de clases. Y se

acaba entonces su autonomía. Su actividad se orienta por aquello que es útil

1

Dichter. Significa, en general: “creador literario”al proletariado en la lucha de clases. Como suele decirse, se vuelve un

escritor de tendencia.

He aquí la frase en torno a la cual giró desde hace algún tiempo un debate

que a ustedes les es familiar y del que saben, precisamente porque les es

familiar, que ha resultado estéril. En efecto, no ha podido liberarse del

aburrido “por un lado..., pero por otro...” Por un lado, del rendimiento del

poeta debe exigirse que presente la tendencia correcta; por otro lado, se

está en el derecho de esperar que tal rendimiento sea de calidad. Como es

evidente, se trata de una fórmula que seguirá siendo insuficiente mientras

no se comprenda cuál es la relación que existe entre los dos factores:

tendencia y calidad. Por supuesto, la relación puede ser establecida por

decreto. Puede declararse: una obra que presente la tendencia correcta no

necesita poseer ninguna otra calidad. Puede también decretarse: una obra

que presente la tendencia correcta debe necesariamente poseer toda otra

calidad.

Esta segunda formulación no deja de ser interesante; aún más, es correcta.

La suscribo como propia. Pero, al hacerlo, me niego a decretarla. Es una

afirmación que debe ser demostrada. Si ocupo la atención de ustedes, es

para intentar comprobarla. Ustedes objetarán tal vez: se trata de un temor

por demás especial, incluso ajeno. ¿Con esa demostración quiere usted

impulsar el estudio del fascismo?”.

Efectivamente, esa es mi intención. Pues espero poderles mostrar que el

concepto de tendencia, en la forma sumaria en que se encuentra

generalmente en el debate mencionado, es un instrumento completamente

inadecuado para la crítica política de la literatura. Quisiera mostrarles que

la tendencia de una obra sólo puede ser acertada cuando es también

literariamente acertada. Es decir, que la tendencia política correcta incluye

una tendencia literaria. Y, para completarlo de una vez: que es esta

tendencia literaria –contenida implícita o explícitamente en toda tendencia

política correcta--, y no otra cosa, lo que da calidad a la obra. La tendencia política correcta implica la calidad literaria de una obra porque incluye su

tendencia literaria.

Permítanme prometerles que esta afirmación se aclarará más adelante. Por

el momento quisiera intercalar lo siguiente: mis consideraciones pueden

tener un punto de partida diferente. Partí del debate estéril acerca de la

relación en que están la tendencia y la calidad de la creación literaria. Pero

pude haber partido de un debate más antiguo, aunque menos estéril: el que

trata de la relación en que están el contenido y la forma, en especial en la

literatura política. Es una problemática que se encuentra desacreditada, y

con razón. Se la toma como ejemplo escolar para ilustrar el intento no

dialéctico de abordar los problemas literarios sirviéndose de clichés. Está

bien. ¿Pero qué decir del tratamiento dialéctico de esa misma cuestión?

El tratamiento dialéctico de esta cuestión –y con esto entro propiamente en

asunto-- no puede detenerse de ninguna manera en la cosa estática aislada

(obra, novela, libro). Necesita

...

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