ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Apuntes Sobre Las Meditaciones Metafísicas De Descartes.


Enviado por   •  23 de Agosto de 2014  •  2.562 Palabras (11 Páginas)  •  314 Visitas

Página 1 de 11

Apuntes sobre las Meditaciones Metafísicas de Descartes.

1. La duda metódica.

Para Descartes el conocimiento se asemeja a un edificio en el que unas verdades se sostienen sobre otras. Por ello es necesario encontrar una verdad que sirva de base y fundamento a todo el edificio. Esta primera verdad debe ser lo suficientemente sólida como para asegurar la estabilidad del resto. En este caso la ‘solidez’ significa evidencia. Se trata, pues, de encontrar una verdad tan evidente que no pueda ser falsa.

En nuestra vida diaria aceptamos muchas opiniones que no son en absoluto evidentes. Aceptar creencias dudosas en la vida diaria es algo inevitable. Pero el científico debe poner todos los medios a su alcance para evitar que se le 'cuelen' (escapen) creencias falsas. Pero ¿cómo garantizar que las creencias que admitimos son verdaderas? El método que nos propone Descartes consiste, ante todo, en someter todas esas creencias a una duda implacable y sólo aceptar aquellas creencias que no puedan ser puestas en duda sin contradicción. Esta duda que nos propone Descartes es una duda metódica porque no se duda por dudar o por fastidiar, sino que se duda para encontrar alguna afirmación indudable y, por lo tanto, verdadera. El punto de partida del científico será, para Descartes, la duda metódica.

Hay que advertir que del hecho de que algo sea dudoso no se sigue que sea falso. Podría ser que aceptáramos una opinión dudosa y que resultara verdadera. En ciencia, sin embargo, no se debe, según Descartes, aceptar riesgo alguno, por ello las opiniones dudosas, aun pudiendo ser verdaderas, serán rechazadas sistemáticamente. Para Descartes, si no somos capaces de encontrar una afirmación indudable, tendríamos que admitir que no sabemos nada.

Hay que deshacerse, pues, de todas nuestras opiniones dudosas. Sin embargo parece una tarea ciertamente difícil, diríamos hasta imposible, hacer un listado de todas nuestras creencias para ir rechazándolas una por una. Por ello Descartes elabora una serie de argumentos para mostrar el carácter dudoso de todas nuestras creencias de forma general. En las Meditaciones Metafísicas Descartes propone tres argumentos:

a. La falibilidad de los sentidos. Según este argumento, debemos rechazar como si fueran falsas todas las creencias que procedan de nuestros sentidos. La razón es que no parece prudente confiar en quien nos ha engañado alguna vez, y nuestros sentidos nos engañan de vez en cuando. Dado que no queremos correr ningún riesgo a la hora de decidir cuál es la verdad sobre la que edificamos la ciencia, lo mejor parece ser rechazar los sentidos como fuente de conocimiento.

b. La dificultad para distinguir la vigilia del sueño. Aunque lo sentidos nos engañen a veces en cosas concretas, podríamos afirmar, sin embargo, que no nos engañan en cosas más generales como que estamos donde creemos estar ahora, por ejemplo. Pero Descartes advierte que no hay, en mi experiencia actual, nada que pudiera estar soñando. Todo lo que me pasa estando despierto, me puede pasar estando dormido.

Por lo que tengo que concluir que no sé si estoy despierto o dormido y por lo tanto tampoco sé si estoy ahora aquí o estoy durmiendo en cama. De nuevo hay que advertir que Descartes no afirma que estemos durmiendo ahora, sino que si estuviéramos durmiendo, no podríamos saberlo, y por lo tanto debemos rechazar como si fueran falsas todas aquellas creencias cuya verdad dependa de que sepamos que estamos durmiendo o no.

c. La hipótesis del genio maligno. Sin embargo, aun estando durmiendo podríamos resolver una ecuación matemática, por ejemplo, y esta ecuación podría ser correcta independientemente de que estemos en un sueño o no. De modo que aunque durmamos todavía podemos afirmar que sabemos que dos y dos son cuatro o que la suma de los ángulos de un triángulo es 180º. Pero Descartes encuentra una endemoniada manera de poner en cuestión incluso esas afirmaciones tan aparentemente claras. Descartes imagina que podría existir un ser muy poderoso y malvado, un genio maligno, que se dedicara a engañarnos sistemáticamente en todo, de forma que, aun estando completa y absolutamente seguros de algo, pudiera ser que esa certeza fuera provocada en nosotros por dicho genio de forma falaz. Quizás al afirmar que dos y dos son cuatro y pensar que es una verdad completamente cierta, estamos siendo engañados por ese malvado genio. La hipótesis es descabellada, y nadie sensato creería en la existencia de ese genio pero ¿podemos afirmar que no existe? Aun siendo muy, pero que muy improbable que exista, es, sin embargo, posible, y como no queremos correr riesgo alguno, tenemos que tener en cuenta esa posibilidad y dudar ahora de todas nuestras creencias, incluidas las matemáticas. Hay que advertir, de nuevo, que Descartes no está afirmando que ese genio maligno existe y que nos engaña, sino que no tenemos forma alguna de descartar su existencia.

2. La primera verdad: Yo soy, yo existo.

Tras considerar los tres argumentos precedentes, hay pocas creencias que se resistan a la duda. Sin embargo Descartes se da cuenta de que si está dudando es porque piensa y si piensa, necesariamente existe. Llega entonces a la famosa afirmación 'Cogito, ergo sum' (Pienso, luego existo, o como dice en el texto de las Meditaciones, 'Yo soy, yo existo'). Esta afirmación tiene que ser necesariamente verdadera pues es imposible ponerla en duda. Aunque existiera efectivamente un genio maligno empeñado en engañarnos sistemáticamente en todo, no podría hacernos creer que existimos si no existimos realmente. De modo que hemos llegado a una verdad evidente que puede funcionar como fundamento del conocimiento.

Del examen de esta primera verdad (Cogito, ergo sum) podemos extraer las siguientes conclusiones:

a. La afirmación 'Cogito, ergo sum' no convence más que al que la pronuncia. Por mucho que Descartes me diga que él existe, para mí sigue siendo dudoso que eso sea verdad, pues podría estar soñando que Descartes me dice que existe o el Genio Maligno me podría estar engañando. Lo único que sé es que yo existo, pero no estoy seguro de nada más. Si no puedo demostrar que existe otra cosa distinta de mí mismo, entonces estoy condenado al solipsismo, que es como se llama a la creencia según la cual sólo existiría yo, y el resto de cosas y personas no serían sino productos de mi mente.

b. La conciencia de que existo no la obtengo de los sentidos, sino que en cierto modo es una capacidad que reside en mi propia mente, para la cual no necesito de la ayuda de nada externo a mí.

c. El punto de apoyo de todo el conocimiento científico está en el sujeto, en la conciencia

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (15.4 Kb)  
Leer 10 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com