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EL MUNDO Y SUS DEMONIOS


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2014  •  11.616 Palabras (47 Páginas)  •  195 Visitas

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CAPÍTULO 5

ARGUCIAS

Y

SECRETOS

_____ Confíe en un testigo en todo

aquello en lo que no esté

fuertemente involucrado ni su

propio interés, ni sus pasiones, ni

sus prejuicios, ni su amor por lo

maravilloso. Si lo están, exija una

prueba que lo corrobore en

proporción exacta a la

contravención de la probabilidad

por la cosa atestiguada.

THOMAS HENRY HUXLEY

(1825-1895) Cuando se informó a la madre del célebre abducido Travis Walton de

que un ovni había fulminado a su hijo con un rayo y luego se lo había llevado

al espacio, contestó con poca curiosidad: «Bueno, así es como ocurren las

cosas.» ¿Es así?

Aceptar que en nuestros cielos hay ovnis no es comprometerse a

mucho: la palabra «ovni» son las siglas de «objeto volador no identificado».

Es un término que incluye algo más que «platillo volante». Que haya cosas

que el observador ordinario, o incluso el experto, no entiende, es inevitable.

Pero ¿por qué, si vemos algo que no reconocemos, llegamos a la conclusión

de que es una nave de las estrellas? Se nos presenta una gran variedad de

posibilidades más prosaicas.

Una vez eliminados de la serie de datos los fenómenos naturales, los

engaños y las aberraciones psicológicas, ¿queda algún residuo de casos muy

creíbles pero extremadamente raros, sobre todo casos sustentados por pruebas

físicas? ¿Hay una «señal» oculta en todo este alboroto? Desde mi punto de

vista, no se ha detectado ninguna. Hay casos de los que se informa con

fiabilidad que no son raros, y casos raros que no son fiables. No hay ningún

caso —a pesar de más de un millón de denuncias de ovnis desde 1947— en

que la declaración de algo extraño que sólo puede ser una aeronave espacial

sea tan fidedigna que permita excluir con seguridad una mala interpretación,

tergiversación o alucinación. Todavía hay una parte de mí que dice: «Qué

lástima.»

Se nos bombardea regularmente con extravagantes declaraciones

sobre ovnis que nos venden en porciones digeribles, pero muy rara vez

llegamos a oír algo de su resultado. No es difícil de entender: ¿qué vende más

periódicos y libros, qué alcanza una mayor valoración, qué es más divertido

de creer, qué es más acorde con los tormentos de nuestra época: un accidente

de naves extraterrestres, estafadores experimentados que se aprovechan de

los crédulos, extraterrestres de poderes inmensos que juegan con la especie

humana o las declaraciones que derivan de la debilidad y la imperfección

humana? A lo largo de los años he dedicado mucho tiempo al problema de los

ovnis. Recibo muchas cartas al respecto, a menudo con relatos detallados de

primera mano. A veces, el escritor de la carta me promete revelaciones

trascendentales si le llamo. Después de dar una conferencia —casi sobre

cualquier tema— se me pregunta a menudo: «¿Cree en los ovnis?» Siempre

me sorprende la manera de plantear la pregunta, la sugerencia de que se trata

de un asunto de fe y no de pruebas. Casi nunca me preguntan: «¿Hasta qué

punto son fiables las pruebas de que los ovnis son naves espaciales

extraterrestres?»

Por lo que he visto, la manera de proceder de mucha gente está

altamente predeterminada. Algunos están convencidos de que el testimonio

de un testigo ocular es fiable, que la gente no inventa cosas, que las

alucinaciones o tergiversaciones a esta escala son imposibles, y que debe de

haber una vieja conspiración gubernamental de alto nivel para ocultamos la

verdad a los demás. La credibilidad en el tema de los ovnis prospera cuando

aumenta la desconfianza en el gobierno, que se produce de forma natural en

todas aquellas circunstancias en que —en la tensión entre bienestar público y

«seguridad nacional»— el gobierno miente. Como se han revelado engaños y

conspiraciones de silencio del gobierno en tantos otros asuntos, es difícil

argumentar que sería imposible encubrir un tema tan extraño, que el gobierno

nunca ocultaría información importante a sus ciudadanos. Una explicación

común de la razón de tal encubrimiento es evitar el pánico a nivel mundial o

la erosión de la confianza en el gobierno.

Yo fui miembro del comité del Consejo Asesor Científico de las

Fuerzas Aéreas de Estados Unidos que investigó el estudio de los ovnis

llamado «Proyecto Libro Azul», aunque antes, significativamente, se había

llamado «Proyecto Grudge [Fastidio]». Nos encontramos con que el esfuerzo

que se estaba realizando era desganado y desechable. A mediados de la

década de los sesenta, el cuartel general del «Proyecto Libro Azul» se

encontraba en la base de las Fuerzas Aéreas Wright-Patterson de Ohio, donde

también estaba la base de la «Inteligencia Técnica Extranjera» (dedicada

principalmente a averiguar qué armas nuevas tenían los soviéticos). Contaban

con una sofisticada tecnología para la consulta de expedientes. Uno

preguntaba por un incidente de ovnis determinado y, como si se tratara de

jerseys y trajes de la lavandería, le iban pasando resmas de expedientes por

delante hasta que la máquina se paraba al llegar ante el demandante el

expediente solicitado.

Pero lo que había en esos expedientes no tenía gran valor. Por

ejemplo, ciudadanos respetables declaraban haber visto flotar luces sobre una

pequeña ciudad de New Hampshire durante más de una hora, y la explicación

del caso era que había una escuadrilla de bombarderos estratégicos de una base cercana de las Fuerzas Aéreas en ejercicios de instrucción. ¿Podían

tardar una hora en atravesar la ciudad los bombarderos? No. ¿Sobrevolaban

los bombarderos la ciudad en el momento en que se decía que habían

aparecido los ovnis? No. ¿Nos puede explicar, coronel, cómo puede ser que

se describa que los bombarderos estratégicos «flotaban»? No. Las negligentes

investigaciones del Libro Azul tenían un papel poco científico, pero servían

para el importante propósito burocrático de convencer a gran parte del

público de que las Fuerzas Aéreas se aplicaban a la tarea y que quizá no había

nada tras las denuncias de ovnis.

Desde

...

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