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Edad Media


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2013  •  7.282 Palabras (30 Páginas)  •  269 Visitas

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La Edad Media

... recorrer una parte del camino no significa equivocarse de

camino...

Transcurrió una semana sin que Sofía supiera nada más de Alberto

Knox. Tampoco recibió más postales del Líbano, pero hablaba

constantemente con Jorunn de las que habían encontrado en la

Cabaña del Mayor. Jorunn estaba muy nerviosa, pero al no suceder

nada más, el susto iba quedando olvidado entre los deberes y el badmington.

Sofía repasó las cartas de Alberto muchas veces para ver si

encontraba algo que pudiera arrojar alguna luz sobre Hilde y todo

lo que tenía que ver con ella. De esa forma también tuvo la

oportunidad de digerir la filosofía de la Antigüedad. Ya no le

costaba ningún trabajo distinguir entre Demócrito y Sócrates,

Platón y Aristóteles.

El viernes 25 de mayo estaba en la cocina haciendo la comida para

su madre, a punto de volver del trabajo. Eso era lo acordado para

los viernes. Ese día preparaba una sopa de sobre de pescado, con

albóndigas y zanahorias. Muy sencillo.

Había empezado a soplar el viento. Mientras removía la sopa, Sofía

se volvió hacia la ventana y miró fuera. Los abedules se

balanceaban como espigas de trigo.

De repente algo golpeó el cristal de la ventana. Sofía se volvió de

nuevo y descubrió un trozo de cartón pegado en el vidrio.

Se acercó a la ventana y vio que era una postal. A través del cristal

pudo leer: “Hilde Møller Knag c/o Sofía Amundsen... “

Justo lo que había pensado. Abrió la ventana y recogió la postal.

¿Habría llegado volando desde el Líbano?

También esta postal tenía fecha del viernes 15 de junio..

Sofía quitó la cacerola de la placa y se sentó junto a la mesa de la

cocina. La postal decía:

Querida Hilde. No sé si esta postal te llegará el día de tu

cumpleaños. Espero que así sea o que si no, al menos, no hayan

transcurrido demasiados días. Que transcurra una semana o dos

para Sofía no significa necesariamente que transcurra tanto

tiempo para nosotros. Yo volveré a casa la víspera de San Juan.

Entonces nos sentaremos juntos en el balancín mirando al mar,

Hilde. Tenemos tantas cosas de qué hablar.

Abrazos de tu papá, que a veces se deprime por ese conflicto de

mil años entre judíos, cristianos y musulmanes: constantemente me

obligo a mi mismo a recordar que estas tres religiones tienen sus

raíces en Abraham. ¿Rezarán entonces al mismo Dios? Pues no.

En este sitio Caín y Abel aún no han terminado su pelea.

P. D. ¿Puedo acaso decirte que des recuerdos a Sofía ? Pobre

chica, aún no entiende el porqué de las cosas. ¿Lo entiendes tú,

quizás ?

Sofía se inclinó sobre la mesa. Estaba agotada. Desde luego que no

entendía nada. ¿Lo entendería Hilde?

Si el padre de Hilde le enviaba saludos a Sofía, significaba que

Hilde sabía más de Sofía que Sofía de Hilde. Todo resultaba tan

complicado que Sofía volvió a las cacerolas.

Una postal que se posa en la ventana así como así. Correo aéreo, en

el verdadero sentido de la palabra.

En cuanto hubo vuelto a poner la cacerola en la placa, sonó el

teléfono.

¡Ojalá fuera papá! Si volviera a casa le contaría todo lo que le

había sucedido en las últimas semanas. No, sería Jorunn o mamá...

Sofía corrió hasta el aparato.

–Sofía Amundsen.

–Soy yo –dijo alguien al otro lado del teléfono….

Sofía estaba segura de tres cosas: no era papá. Pero era una voz de

hombre. Estaba además convencida de que había oído exactamente

la misma voz en otra ocasión.

–¿Quién es? –preguntó.

–Soy Alberto.

–Ahh...

Sofía no sabía qué contestar. Se acordaba de la voz del vídeo sobre

Atenas.

–¿Estas bien?

–Pues si...

–Pero a partir de ahora no habrá más cartas. Tenemos que vernos

personalmente, Sofía. Empieza a urgir, ¿sabes?

–¿Por qué?

–Estamos a punto de ser cercados por el padre de Hilde. –¿Cómo

cercados?

–Por todos los lados, Sofía. Ahora tenemos que colaborar.

–Aunque no serás de mucha ayuda hasta que te haya hablado de la

Edad Media. Deberemos hacer el Renacimiento y el siglo XVII

también.

Además Berkeley juega un papel clave.

–De ese, había un cuadro en la Cabaña del Mayor, ¿verdad?

–Sí. Quizás sea precisamente sobre él sobre el que se libre la

batalla.

–Suena como a una especie de guerra.

–Lo llamaría más bien una lucha espiritual. Tendremos que llamar

la atención de Hilde y conseguir que se ponga de nuestra parte,

antes de que su padre vuelva a Lillesand.

–No entiendo nada.

–Bueno, quizás los filósofos te abran los ojos. Búscame en la

iglesia de Maria mañana de madrugada a las cuatro. Pero ven sola,

hija mía.

–¿Tendré que ir en plena noche?

Clic.

–¡Oiga!........

¡Qué tío más malo! ¡Había colgado! Sofía volvió corriendo a la

cocina. La sopa estaba a punto de salirse. Echó el pescado y las

zanahorias y bajó el fuego.

¿En la Iglesia de Maria? Era una vieja iglesia medieval de piedra.

Sofía creía que sólo se usaba para conciertos y misas muy

especiales. En verano estaba abierta de vez en cuando para los

turistas. ¿Pero cómo iba a estar abierta en plena noche?

Cuando llegó su madre, Sofía ya había metido la postal del Líbano

en el armario junto a las demás cosas de Alberto y Hilde. Después

de comer se fue a casa de Jorunn.

–Tenemos que hacer un acuerdo un poco especial –dijo a su amiga

en cuanto esta abrió la puerta.

Y no dijo nada más hasta que se hubieron encerrado en la

habitación de Jorunn.

–Es un poco problemático –prosiguió Sofía.

–¡Venga!

–Tendré que decir a mamá que me quedo a dormir aquí.

–Muy bien.

–Pero no es verdad, ¿comprendes? Estaré en otro sitio.

–Eso es peor. ¿Es algún lío de chicos?

–No, pero es un lío de Hilde.

Jorunn silbó suavemente, y Sofía la miro fijamente a los ojos.

–Vendré aquí tarde esta noche –dijo–. Pero tendré que

...

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